PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

El Polígono de los Murales

HA sido un acierto la iniciativa de pintar grandes murales en las tristes, por avejentadas, fachadas de algunos bloques de pisos en el Polígono de San Pablo. Acudan a la calle Éfeso, frente al Palacio de los Deportes, y transiten por esa zona de Greco, Soleá y Kansas City para ver el resultado de la intervención Arte Para Todos. Como toda actuación con dinero público, presupuestada inicialmente en 150.000 euros, habrá que auditar lo que ha costado para calibrar la relación calidad-precio de un proyecto internacional que no necesita llevar marchamo alguno de Naciones Unidas para ser emulado en el resto del Polígono San Pablo y meterlo en la guía turística de la ciudad rebautizado como Polígono de los Murales. Puede ser la envidia de otros barrios de Sevilla cuyo paisaje urbano está degradado desde su génesis, por falta de ética y de estética.

Estos murales temáticos, creados en positivo, son la mejor vacuna contra el grafiti sin ton ni son, abusivo e indiscriminado desde el puro regodeo en la marginalidad, que ensucia y ahonda la decadencia de ciertas calles y de sus pobladores o comerciantes. Sin embargo, hay jóvenes grafiteros con talento que pueden ser rescatados para incorporarse a este muralismo con leitmotiv y con pretensiones de perpetuarse en el cemento de las viviendas en bloque, alegrándole la vista a vecinos y transeúntes, coloreando la pertinaz grisura de territorios en regresión socioeconómica respecto a los años de su construcción.

Pasarán al olvido los nombres de Katia Yamasaki, Wang Lu, Josh Sarantitis y demás integrantes de la lista de 43 pintores de 22 países que han participado en este trasplante de piel, y su plástica será parte de la identidad del barrio. De los vecinos, las asociaciones y los centros educativos depende ahora hacer suya esta experiencia y defenderla a toda costa del vandalismo propio o ajeno. Les da pistas para convencerse de que una buena idea, si se lleva a efecto, cambia la perspectiva de nuestro pequeño mundo, y sirve de palanca de apoyo para ser protagonistas de la cultura y no pasivos espectadores.

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