La ciudad y los días

Carlos Colón

Nace marzo

YA está puesta la luz en la barreduela de San Nicolás, esperando la cofradía de San Bernardo. No hay luces más puras, salvo tal vez la del Altozano, que las creadas por las anchuras, estrecheces, naranjos, fachadas blancas y altos muros de convento que se suceden de la Puerta de la Carne a San Nicolás. Es como si la ciudad de intramuros se vistiera con lo mejor que tiene para recibir a San Bernardo como se merece, abrazándola de sombras y azahares así que deja la solana del puente.

Ya están asomados a los balcones de sus azulejos el Señor de la Salud y la Virgen de la Candelaria, esperando la cofradía de los altos candelabros y los bordados con aire de mantones de Manila. Todo el año están allí, es cierto, para dar consuelo a deshora. Pero en verano, en otoño y en invierno los dos azulejos parecen ventanas cerradas tras cuyos cristales el Señor la Salud y la Candelaria ven pasar la vida. Hasta que llega esta luz cargada de presagios y los azulejos se abren de par en par para hacerse balcones en espera de cofradía.

El Señor de la Salud ve llegar la Cruz de Guía caoba y plata abriendo cauce al río morado y negro desde el cruce de San José con Madre de Dios y Levíes, cuando el sol, por un momento, hace refulgir los oros del paso del Cristo de la Salud antes que lo abrace la sombra del convento. La Virgen de la Candelaria, madre impaciente, ve la cofradía desde que desemboca en Santa María la Blanca para enfilar la estrechez primera de San José. Gloria de airosos candelabros, oro, sangre sublimada en piñas de claveles y dulce muerte redentora.

Pasé por allí una de estas tardes de luz plena. Todo era espera de salida de la Candelaria y recibimiento de San Bernardo. Parecía oírse la banda la Cruz Roja tocando marchas de Morales y Marvizón; y un eco -unas veces azul y plata, otras rojo y oro- de tintineo de palios. Responde la ciudad a la llamada que cada año le hace la Semana Santa. Esa que todos oímos con la piel, sentimos con los ojos y sólo Antonio Burgos supo poner en palabras: "¿Estáis puestos, tambores y cornetas, con la pena cabal de la alegría…?". Le responde la legión al mando del centurión Ioseph Nobili, mejor conocido por las huertas de la Macarena como Pepe Hidalgo.

Suenan cornetas de la Centuria por la Resolana. El domingo estuvieron en besapié el Amor y el Calvario, y hubo Función Principal en Santa Genoveva y el Patrocinio. Hay septenario en San Juan de la Palma y quinario en Santa Ana. Está ya disparada, desde el Aljarafe, la flecha de oro de la luz de las tardes de marzo por la que Romero Murube veía venir a Jesús Nazareno. Nace marzo.

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