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Los vaivenes sí obligan a Mel a apostar

  • El técnico del Betis debe mejorar el juego del equipo tras la mala imagen ante Espanyol y Granada. La tabla otorga mucha tregua; la irregularidad y la afición, menos.

Que el fútbol, más que nada, son sensaciones es de las verdades más irrefutables de este deporte. Cuando las estadísticas proliferan e incluso se colocan en la cima de las redes sociales y carruseles deportivos, cuando el pragmatismo auspiciado por los entrenadores y, por encima de todo, ganar es lo que único que sirve, al buen aficionado, a estas alturas en las que la duda se instala en sus tuétanos, lo que más lo puede orientar son las constantes que le transmite su equipo.

En el Betis, hoy, esas sensaciones no son buenas. Por reciente, el juego desplegado por el equipo frente a Espanyol y Granada inclina la balanza muchísimo más que el ofrecido frente a la Real Sociedad, el Valencia o el Rayo Vallecano. Por contra, las impresiones que albergan los seguidores verdiblancos sobre la plantilla son más próximas a que está bien confeccionada que a las evidentes carencias que, partido a partido, se le pueden apreciar.

Un ejemplo podría ser Westermann. Su mal partido frente a los blanquiazules en Heliópolis, siendo reo de los espacios generados por Marco Asensio, o su nefasta actuación en Los Cármenes, y no sólo fruto de ese gol que regaló y lo arrastró como si fuese un juvenil en vez de un veterano de 32 años, se olvidará en dos días y prevalecerán sus partidos anteriores y el golazo a lo Beckenbauer que anotó en Vallecas ante el Rayo.

Es estar sembrado, entrar con buen pie. A Paulao, por ejemplo, le duró más de un año. Westermann aún está por calar, pero ni es el de Vallecas ni, se supone, será el que torció tempranamente la cita iliberitana.

Igual podría hablarse de Dani Ceballos, quien en Primera División no ha demostrado absolutamente nada pero aún sostiene el aura de la magia desplegada antes del verano. Ni la ola adversa levantada por su comportamiento en las negociaciones por renovar pueden con ese ansia de los aficionados de verlo echarse el Betis a las espaldas, máxime tras la exhibición de Marcos Asensio en Heliópolis, que dejó al beticismo con la boca abierta y la duda de si el utrerano, más pronto que tarde, será capaz de cuajar faenas semejantes. Pues con el equipo pasa un poco igual pero al revés. Puede más la mala imagen de hogaño no sólo que  la del inicio liguero, sino incluso que la única ley válida, la tabla clasificatoria, que dicta que el Betis mora la zona tranquila y con un desahogo más que suficiente respecto a la zona baja.

Ítem más: si todo se redujese a Granada, el punto conquistado, que puede valer su peso en oro, es viruta sólo por el ridículo partido perpetrado por el equipo. Aquí no hay pragmatismo que valga y, mayoritariamente, se señala a Mel, a quien ya le airean estadísticas negativas como entrenador bético en Primera pese a que, con plantillas de mediocres para abajo, lo mantuvo un año y lo clasificó para la Liga Europa al siguiente, amén de los dos ascensos que se obvian.

Mel, obligado a reciclarse

Si gana, como en El Molinón o Vallecas, no le vale para nada y menos si empata, ya sea con el traje de pana de Mestalla o con los harapos de Los Cármenes. Así que Mel debe tenerlo claro y optar por reciclarse y mirar atrás para dar con la tecla que contente a esa legión de detractores que le ha surgido desde la alabanza a los fichajes que le han realizado, nombres que visten pero que a la fecha figuran más en los partes médicos que en las convocatorias (Westermann y Petros, dos de los peores en Granada, los únicos que fueron titulares).

El madrileño se puso el listón muy alto, más aún tras su regreso. Siempre propugnó que el Betis debía ofrecer algo más que resultados y hoy ya no lo ve tan claro, de ahí esas apuestas por futbolistas de acero y su cada vez menor importancia al trato al balón por parte de sus futbolistas.

Es cierto que la plantilla está entrada en años, que carece de un extremo izquierdo y de un centrocampista organizador como tal, pero ni él mismo puede dudar que posee futbolistas para jugar mejor que últimamente y a otra cosa. Además, como parece obligado a jugar bien y ganar, mejor será salir airoso con el viejo catecismo que desató el "Pepe Mel, Pepe Mel..." en la grada que llevarse todo el curso dando vaivenes con este Betis que ni a él mismo convence. La receta es sencilla: los once que mejor la muevan y que sean éstos los que impongan el sistema.

Claves desde el descarte

Si bien es complicado tener claro quién debe hoy jugar en el Betis, sí se han atisbado apuntes, aunque alguno de ellos incluso contradictorios: Rubén Castro no debe jugar solo arriba, pero tampoco es la solución emparejarlo con Rennella (en Segunda, la idea fracasó siempre); Petros debe ser un mero recurso, como Cejudo, Xavi Torres y otros futbolistas de segunda línea; a Dani Ceballos hay que integrarlo a marchas forzadas y hacerlo jugar cerca de Portillo; y si hay que olvidarse de los extremos hasta que llegue uno zurdo, pues muchos interiores y a combinar y filtrar pases sobre Rubén.

¿El sistema? Parece muy claro que en casa debe jugar Van Wolfswinkel con el canario arriba, pese a que los menos avezados no vieran la idoneidad del holandés en sus minutos ante el Espanyol. Lejos de Heliópolis, sin la velocidad del condenado Vadillo, N'Diaye, Digard y un jugón menos.

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