La recuperación por parte de la Universidad Pablo de Olavide de dos lagunas estacionarias en su campus está permitiendo la reintroducción de la especie vegetal conocida como chicoria hueca (avellara fistulosa), un fósil viviente que apenas se puede encontrar actualmente en el Parque Nacional de Doñana y en algunas zonas de Portugal.

El trabajo de reimplantación de esta especie, una planta anfibia con 15 millones de historia, ha sido posible gracias al proyecto Especies Amenazadas del Real Jardín Botánico de Madrid (CSIC) -sufragado por el Banco de Santander y dirigido por el investigador Pablo Vargas-, que se centra en el estudio de cinco especies que posiblemente son fósiles vivientes, es decir, que se originaron, al menos, en el período Terciario y que no tienen parientes próximos vivos, ya que todos se han extinguido.

Este valioso ejemplar del patrimonio vegetal ibérico puede definirse como una planta anfibia, "ya que gran parte del año vive en zonas inundadas", según se afirma en un folleto del CSIC, por lo que la desecación de amplias zonas debido a la acción humana ha mermado considerablemente sus poblaciones. Estamos ante una hierba de hojas y tallos huecos que, como curiosidad, segrega una leche tóxica para evitar ser devorada por los herbívoros. Además de encontrarse en los lugares antes señalados, hay noticias de una población de chicoria hueca en Chiclana, pero no se ve ningún ejemplar desde hace la friolera de 86 años, lo que indica lo delicado de su estado de conservación.

Pero nada de esto hubiera sido posible sin el trabajo desarrollado por el Vicerrectorado de Estudiantes, Deporte y Medio Ambiente de la UPO, dirigido por Modesto Luceño, y en concreto de su coordinador de Política Ambiental, Francisco José Fernández Martín, gracias al cual se han recuperado las lagunas estacionarias que en su día fueron enterradas cuando se construyó la actual Universidad. Éstas se encuentran junto a la actual biblioteca, en el término municipal de Alcalá de Guadaíra, y suelen tener agua durante gran parte del otoño, el invierno y la primavera. "Sólo en los meses más calurosos, junio, julio y agosto" se seca completamente, asegura Modesto Luceño.

Para recuperar las dos lagunas, que juntas suman una superficie de 7.526 metros cuadrados, se han tenido que retirar las capas de albero y tierra con las que en su día se cubrió el terreno arcilloso (y por tanto impermeable) de las mismas. La zona de influencia de estas lagunas es de 26.000 metros cuadrados. "En total, se han tenido que remover 30.000 metros cúbicos de tierra", dice el vicerrector. Entre otros problemas, la ocultación de esta zona húmeda provocaba inundaciones en la biblioteca y en lo que actualmente es la Sala de Musculación, lo que demuestra una vez más lo negativo que suele resultar la alteración de los ecosistemas.

Modesto Luceño resalta la importancia que también tendrá esta zona húmeda -junto al arroyo que recorre el campus- en la creación de lugares de nidificación de aves migratorias. De hecho, ya se pueden ver ejemplares de garcillas, grullas, cigüeñas y ánades reales. Esta primavera, cuando estén recuperadas plenamente las especies vegetales de la zona, como la cañizos, las espadañas y los juncos, la Olavide será posiblemente un lugar de referencia para los ornitólogos sevillanos. Como dice Luceño: "No hay muchas masas de agua limpia entre las que escoger en la zona".

El problema que podría surgir ahora es el de los mosquitos, pero ya se ha previsto la introducción en las lagunas de ejemplares de gambusia, un tipo de pez que se alimenta de larvas de mosquitos. "Detectan hasta el mínimo movimiento, ya lo hemos probado en los estanques del campus y ha dado muy buenos resultados", aclara el vicerrector de la UPO.