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Puntadas con hilo

Un año de trampantojo

  • El cambio que ha experimentado Sevilla en 2013 tiene que ver más con relevos políticos e imputaciones que con avances y brotes verdes tangibles

EL alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, recibió el año que ahora se acaba con el anuncio de que lo mejor estaba por llegar. Pero 2013 expira y hay que hacer un gran ejercicio de imaginación para atisbar los brotes verdes que vaticinan ya los economistas. Y Mariano Rajoy. El último informe del Consejo Económico y Social de Sevilla, emitido a propósito de la aprobación de las cuentas para 2014, intuye una leve recuperación: se han creado más empresas -y a nadie extraña que la mayoría sean bares y restaurantes-, pero la pérdida de afiliados a la Seguridad Social se ha ido acentuando y las cifras del paro todavía no han logrado bajar el listón de los 90.000. De hecho, desde enero, la tasa de desempleo ha bajado sólo un 1% y la única esperanza está depositada en el turismo, un motor que, sin embargo, no tiene aún la fuerza suficiente para levantar por ejemplo un aeropuerto que cae en picado. Y también en un dragado del río que ni está ni se espera y del que dependen iniciativas ya puestas en marcha como el turismo de cruceros y la zona franca, aprobada por fin.

Los últimos dictámenes de este órgano consultivo no son precisamente benevolentes con la política de Zoido, sobre todo en materia de empleo. Pero si las previsiones de los analistas son ciertas, no será difícil que 2014 sea un año mucho mejor y que el Ayuntamiento consiga, por fin, retratar más de un apretón de manos del alcalde con los anunciados y esperados inversores privados. La capital necesita algo más que un Ikea y un Costco. Bienvenidos sean, pero, a lo sumo, resolverán el futuro de una mínima parte de los parados.

El alcalde ha pasado meses acusando a la Junta de Andalucía de bloquear el avance de Sevilla a través de su oposición a proyectos claves como el mismo Ikea, la Gavidia o el puente de la Cartuja, por ejemplo. ¿Verdad o mentira? Difícil respuesta. Lo evidente es que ambas administraciones se han reliado, a veces queriendo, en una maraña burocrática que frena los proyectos y da cuerda a la confrontación política. Un instrumento que también ha comenzado a explotarse en los últimos meses para justificar la falta de inversiones: yo no tengo dinero y tú no me das lo que debes. Un tira y afloja que más pronto que tarde llegará a los tribunales. Las denuncias se convertirán en la recta final del mandato en un perfecto argumento de exculpación. Esta semana, por ejemplo, el delegado de Urbanismo ha advertido que si la Junta no facilita que la vieja comisaría de la Gavidia se pueda convertir en centro comercial llevará el caso ante un juez. Una amenaza que ya lanzó hace unos meses la delegada de Asuntos Sociales y Familia si el Gobierno andaluz no abona lo adeudado en materia de dependencia y otras ayudas.

La situación es complicada y el Ayuntamiento ha tenido que dar algunos pasos clave para sanear las cuentas. A pesar de los méritos de la delegada de Hacienda para equilibrar el presupuesto, han sido necesarios otros ajustes, los más traumáticos: ERE y despidos. El Ayuntamiento de los más de 700 puestos vacantes ha prescindido de más de 200 empleados entre Mercasevilla, Sevilla Global, Emvisesa, Giralda TV y Lipasam. Y esto, sin duda, genera una conflictividad irremediable. Sobre todo, cuando estos despidos se centran en empresas y entes creados por el anterior gobierno y cuestionados por el actual, al margen de que existan irregularidades que justifiquen en menor o mayor medidas estas decisiones políticas. Zoido, y también algunos concejales, ha sufrido más de un escrache este año. Incidentes lamentables con amenazas de muerte, como ocurrió en una concentración de la plantilla de Mercasevilla en la Plaza Nueva, y agresiones físicas de por medio, como sucedió hace poco en Amate a cuenta de las privatizaciones de centros deportivos iniciada por el alcalde.

El gobierno municipal se resiste a hablar de privatizaciones, mejor concesiones administrativas por mucho más de cinco años para mejorar las instalaciones y garantizar el servicio al usuario. Dos formas de hablar y una única política, la que defiende el PP, a pesar de la promesa electoral de no entregar nada a manos privadas.

Una cosa es lo que se dijo y otra lo que es, como la bandera de la luz y los taquígrafos. La polémica por el doble sueldo de Zoido que destapó la oposición este año choca con ese alarde de transparencia. Y tal vez la acritud con la que ha utilizado los escándalos de corrupción de los ERE, Mercasevilla y sus derivaciones en la Operación Madeja podrían ahora volverse en su contra si la investigación iniciada en este último caso por la juez Alaya, y que ya le ha costado el cese del ex edil del PP Joaquín Peña, que ocupaba el puesto de director general en este gobierno, sigue adelante y acaba arrastrando a otros concejales mucho más cercanos al alcalde.

Mano dura contra la corrupción y firmeza, como la que demostró Zoido en el pulso que mantuvo y ganó a Lipasam en una huelga que permitió al PP demostrar a primeros de año que su gobierno estaba dispuesto a acabar con los chantajes de otras épocas y hábitos adquiridos que hoy resultan inmorales. Y esa coherencia entre lo que se dijo y lo que se hace es de agradecer, sobre todo por quienes votaron al PP por estos discursos y pregones sobre la otra forma de hacer política.

Zoido ya ha presumido en los últimos meses de estar muy tranquilo, pero lo han sacado de sus casillas en más de una ocasión. Tras ganar las elecciones municipales por una histórica victoria se convirtió en un referente para su partido a nivel nacional. Saltó a la FEMP y luego a la presidencia del PP andaluz, investido como gran líder, y en menos de dos años ha vuelto a su medida: la de alcalde de Sevilla, de una gran ciudad o de una capital que aspira a serlo. ¿Triunfo o fracaso? Zoido tiene detractores dentro de su propio partido y si sin duda hubiera sido esto último, es verdad que ha intentado con más o menos tino vender en estos meses que su destino era Sevilla. Y lo es por vocación, por devoción dice él, y por necesidad porque su multitrabajo -más que la oposición, que en dos años no ha estado muy ducha- ha dejado que su gestión se erosione.

El descontento se ha instalado en todos los barrios. Pero a Zoido no lo insultan por la calle, a pesar de que a algunos le sobran motivos para la queja. Y quizás la explicación esté en su forma de ser, como persona y como político. Su tirón radica en adelantarse y saludar al vecino con amabilidad sin dar tiempo a que hable, dar la cara, insuflar compromiso, meterse hasta dentro de su casa si es preciso y dar su palabra de alcalde. Claro que esto sólo vale para las pequeñas cosas, la micropolítica a la que tanto rédito ha sacado y sigue sacando. La política de las distancias cortas.

Quizás por eso, aun siendo un alto dirigente del PP, el caso Bárcenas, por ejemplo, no lo toque por insólito que parezca. Zoido viste un gabán que protege su marca y no se cansa de repetir que no es ni de derechas ni de izquierdas, sino de Sevilla. Singular ideología que empieza a perder fuerza cuando los cambios que ha experimentado Sevilla son pocos. Lo cierto es que el PP de Zoido, el andaluz, ha parecido en este último año pesar menos en Sevilla que el PSOE de Griñán. Pero el PP de Zoido gana por goleada aún al PSOE de Juan Espadas. Y eso explica el porqué de la laxitud mostrada por el gobierno local, muy confiado en que el trabajo de la juez Alaya en los tribunales y las pocas o muchas inyecciones que vendrán desde Madrid conforme se acerque la campaña serán suficientes para revalidar la mayoría. Hasta que Susana Díaz irrumpió en la escena no sólo regional. A nadie se le escapa que la líder socialista estará más que nunca presente en la Plaza Nueva, una reconquista muy necesaria para el PSOE. Y eso ha obligado a adelantar los relojes electorales.

Cuando una ciudad permanece estancada es cierto que resulta más fácil criticarlo todo. Lo que no se hace y lo que se hace, porque, al ser poco, resulta insuficiente y suele reducir el mandato a niveles anecdóticos. Es justo reconocer que se han hecho cosas, se ha ordenado una situación financiera caótica y se ha invertido en mejorar los servicios públicos y, con poco dinero y tarde, lavar la cara de la ciudad a golpe de parche. Pero la era de Zoido brilla hoy con luz de mapping y luces navideñas, rodajes, campañas y vídeos monumentales en internet, cosas efímeras que alimentan el ego, pecado sevillano. La Sevilla que sabe venderse fuera, mejor que dentro, donde ni hay más empleo, ni más oportunidades, ni más talento, porque éste emigra. Y hay que tener mucha fe para creer que hay más garantías para venir y quedarse.

Cuando el PP ganó las elecciones muchos pensaron que había alcalde para rato, incluso la oposición. Zoido es especialista en generar ilusiones y su equipo ha trabajado durante años de carrera el marketing político. En 2015 será el ciudadano quien decida si Sevilla ha encontrado a su líder o si todo ha sido un trampantojo.

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