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Don Remondo, donde el invierno se quedó a vivir

  • Teresa Jiménez-Becerril y Zoido coinciden en que no habrá paz hasta que se entreguen las armas, se pida perdón a las víctimas y haya arrepentimiento sincero.

Un mural, una corona de laurel y el mismo frío. Otro 30 de enero el aire y el recuerdo volvieron a cortar el cuerpo en la calle Don Remondo, donde hace 16 años la banda terrorista ETA acabó con la vida del concejal popular Alberto Jiménez-Becerril y con la de su esposa, la procuradora Ascensión García. Más de una década y media después esta fecha sigue grabada a base de mordiscos en la memoria colectiva de una ciudad que se levantó aquella mañana con los ecos de una noticia surgida en la ciénaga de la noche, cuando Sevilla dormía.

Enero siempre expira en Don Remondo. En esta calle sombría que refugia el invierno más gélido aunque caiga la canícula de agosto. Este escalofrío que cala dentro cuando se llega al punto exacto donde se produjo el asesinato. "Tus hijos, tus amigos, los sevillanos estamos 16 años después pisando esta maldita calle que ninguno queremos pisar". Eran las palabras de la eurodiputada del PP Teresa Jiménez-Becerril, hermana del concejal asesinado, durante el discurso en el acto de homenaje a estas víctimas de la barbarie.

Sus palabras estaban escritas a mano sobre las cuartillas de un cuaderno que traía perfectamente dobladas en el bolsillo del abrigo. Palabras que salían de su puño y también de la conciencia de una víctima del terrorismo que no está dispuesta a perdonar ni a olvidar a cambio de nada. "En Sevilla no confundimos a los héroes y mucho menos a los que asesinan por la espalda. Aquí sólo lanzaremos cohetes cuando estén dispuestos a colaborar con la Justicia, entreguen las armas y salgan de las instituciones democráticas en las que se encuentran representados. Mientras eso no ocurra, seguiremos honrando vuestro recuerdo", sentenció Jiménez-Becerril.

Junto a ella, su hermano Francisco y dos de los hijos del matrimonio asesinado, Alberto y Clara, que asistieron minutos antes a la misa que en memoria del matrimonio asesinado había oficiado el vicario general Teodoro León en la Capilla Real.

Frío de mármoles y de adoquines. Liturgia de abrigos y corbatas oscuras. El negro se hizo pleno en la calle Don Remondo, en la que se encontraban la mayoría de los ediles del gobierno junto a los concejales socialistas Juan Espadas, Miguel Bazaga y Aurora Cosano. También acudieron los dos ediles de IU, José Manuel García y Josefa Medrano. Soledad Becerril (alcaldesa de Sevilla cuando ETA cometió el asesinato), Jaime Raynaud y Javier Arenas tampoco faltaron a esta cita con el recuerdo, como no lo hicieron la ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, y la delegada del Gobierno, Carmen Crespo.

"Han pasado 16 años y los sevillanos nos seguimos preguntando la razón por la que se llevaron por delante la vida de dos jóvenes, de sus familiares y amigos", señalaba Zoido al principio de su discurso en esa esquina de Don Remondo "que no fue el final, sino el principio de la derrota de los que hablan con las pistolas".

En pleno debate tras la derogación de la Doctrina Parot y tras la salida de las cárceles de varios asesinos etarras, el alcalde aseveró que "no vamos a ceder al chantaje de los terroristas. Alberto y Ascen nunca lo hubieran querido. Pero esa derrota no será definitiva hasta que no haya por su parte un perdón a las víctimas, un arrepentimiento sincero y una entrega de armas. Sin estas tres condiciones no habrá ganado la paz frente al terror".

Las palabras del alcalde y un tímido aplauso fueron los últimos sonidos que se escucharon en Don Remondo. Después volvió a sumirse en ese silencio que corta los cuerpos como el viento gélido y constante que sopla en esta calle donde el invierno se quedó a vivir hace 16 años.

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