Calle Rioja

Peregil volvió a los balcones

  • Homenaje. Familiares, amigos y admiradores de Peregil asistieron cerca de Quitapesares a la inauguración de la estatua del cantaor y tabernero hecha por el escultor Navarro Arteaga.

SAN José fue San Pepe en la plaza Fray Jerónimo de Córdoba, un fraile que por cierto era muy amigo de Blas Infante. Pepe Peregil (1945-2012) era la sal de Andalucía y su estela sigue viva. Me llaman Legión, porque somos muchos. Peregil podía decir como el personaje del relato evangélico. Retrato de una generación que protagonizó el traslado del pueblo a la ciudad, del campo a la industria, de la ermita a la catedral, del viñedo al mostrador. 

"Las manos son suyas", dice Navarro Arteaga, el autor de la escultura del tabernero y cantaor que ayer se descubrió muy cerca del Quitapesares, el diván freudiano del que todos los pacientes salían curados y felices. En un bloque de nueva construcción, el número 9 de Fray Jerónimo de Córdoba, desde el balcón una limpiadora aplaudía, otra hacía fotos. Higiénica metáfora de este viaje de los trabajadores a las trabajaderas. De la amistad entendida como una de las bellas artes. 

En una plaza donde se encuentra la sede de UPD se dieron cita representantes de todos los signos políticos. Antiguos concejales del PA (José Núñez Castán), del PP o del PSOE. "De Izquierda Unida hay gente de base", decía alguien del gobierno municipal. De base pero ningún pivot. Paco Arcas y Luis Miguel Martín Rubio, buenos amigos de Peregil y también de Alberto Jiménez-Becerril, escenificaban unos pactos de la Moncloa de la Sevilla eterna capaz de movilizarse en un tiempo record para recordar a uno de sus iconos más queridos. 

Peregil llegó a Sevilla por la Puerta Real y se fue por la Puerta Osario. Llegó desde Manzanilla a una taberna que regentaba Juan Medina, su suegro. "Pepe tenía unas manos muy grandes y le decíamos Iríbar", cuenta Miguel Ángel Pérez de los Santos, presidente de la Asociación de Amigos de Peregil. Cuando fueron a incinerarlo, se coló una corona que no le correspondía: "A don Anselmo, de sus alumnos de Física y Química". El vino que escanciaba era pura física, química pura. Los que a partir de ahora visiten la escultura, leerán el fandango que le dedica Ángel Vela: "Por cuerpo tiene una torre / y de campana la voz / no hay en el mundo doble / porque Dios rompió el molde / cuando le dio el corazón". 

Carmen, la nuera de Peregil, esposa de José Juan, el hijo médico, se abre paso con el carrito en el que lleva a Lola y Pepe, nietos nacidos el último 4 de octubre. Ya sabrán quién fue su abuelo. El cantaor al que arroparon en cartel informal El Mani, Antonio González El Raya, Juani de los Cantores, Nano de Jerez, María José Santiago, Lola Reina, El Sacri... ¿Cuántos saeteros hay en Sevilla? "Sólo en la Escuela de saetas de la Cena hay más de cuarenta", dice Tomás Vega, tesorero del Consejo de Cofradías. 

Pepe Caro le llevó unas sevillanas en recuerdo de los muchos años que hicieron el camino con Paterna y Carrión, incluida pernocta en La Calera, junto a los pinos de Hinojos; Rafael Gordillo recordó sus encuentros en el paraíso común de Matalascañas; Manuel Melado, saetero de las alineaciones del Betis en sus tiempos de speaker, evocó la firma conjunta en la Feria del Libro. 

El Risitas saludó a Jesús Vigorra, que ayer hizo El Público desde Quitapesares, y a Jesús Quintero, que al ver un cartel en el bloque más próximo a la escultura, Se Alquila Oficina, debió recordar el sucedido del Beni de Cádiz con el Cojo Peroche cuando leyó la placa de Pemán. 

El Ayuntamiento estuvo representado por el alcalde, Juan Ignacio Zoido, y la delegada de Casco Antiguo, Amidea Navarro. Del palacio de la Zarzuela a las inmediaciones de la Puerta Osario. Del Rey de España al virrey de Manzanilla. Zoido respaldó el carisma y la bonhomía de Peregil, que en la galería fotográfica de su taberna aparece cantándole a la Familia Real. 

Su viuda, Teresa, la hija del tabernero de Puerta Real; sus hijos Álvaro, José Juan y Ana; sus hijos políticos, sus amigos, sus parroquianos. Nadie se quiso perder el regreso de Peregil a la plaza que lo consagró, a ese refugio de caldos y cantes por el que un día apareció el tenor Alfredo Kraus. 

Dos alcaldes en el acto. Zoido y el alcalde de Manzanilla. Tierra de buenos vinos, buenos pero no excluyentes. Ayer maridaban muy bien, en la jerga cursi de los enólogos de pitiminí, con la cerveza de la Fundación Cruzcampo, representada por Julio Cuesta, y con la Coca-Cola, presente en la persona de Ana Millán. 

El cantaor que puso su voz en el Lope de Vega a la película Currito de la Cruz volvía ayer a la plaza del antiguo cine Rialto. El vecino del hotel Don Paco convidaba a sus amigos a una copita y un tentempié. El presidente del Consejo de Cofradías, Carlos Bourrellier, glosaba a quien tenía en la voz una gubia, un rosario y un escudo de armao. La Gerencia de Urbanismo tiene una deuda con quien mejor conocía los balcones de Sevilla, compás de esquinas y pasos racheados, interludio de gritos en el ritual de silencios. 

De los saeteros, estuvieron Manolo Cuevas, que coincidió con Peregil en un certamen de Saetas en Morón, o José Luis Montoya, que además de cantar saetas ejerció el periodismo, ha sido entrenador de atletismo y hasta concejal. Tuvo que volver Peregil para que por fin empiecen las obras de Santa Catalina.

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