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Sevilla

La Semana Santa más 'europea'

  • En 1985, la belga Christine Mobers descubrió Sevilla y en 1993 la Semana Santa Viene todos los años a la semana mayor de la ciudad y se la lleva en sus cuadernos de dibujos.

Muchos la habrán visto a la salida de las cofradías, en el recorrido de las procesiones. Se llama Christine Mobers, nació en 1955 en Ixelles, el mismo distrito de Bruselas donde vino al mundo Julio Cortázar, y se regala todos los años una Semana Santa. La llena de instantes, de encuadres, de personajes, en sus cuadernos Moleskine, "los que usaba Hemingway". En 1985 vino por primera vez y se enamoró perdidamente de Sevilla. El amor verdadero, dice. "Los hombres se van, las ciudades se quedan".

Hoy viaja de vuelta para Bélgica, donde trabaja como directora de escenografía y vestuario teatral y es profesora de ambas disciplinas. Estos días ha coincidido en Sevilla con su compatriota Sylvie Nix, belga de Tournai, cerca de Lille, residente en Sevilla con dos espectáculos en la Bienal de Flamenco en su currículum.

En la cartera lleva Christine una imagen de la Macarena y fotos de Sôda Dou, su hija de 15 años. Dos referencias que van unidas. "Soy de una familia completamente atea, mi hermano y yo éramos los únicos que no íbamos a clase de Religión. Sevilla cambió muchas cosas en mí, ésas también. En la Semana Santa de 1997 le hice una petición a la Macarena y me quedé embarazada. Lo curioso es que mi hija se bautizó en el Islam, porque su padre es un senegalés musulmán".

La fascinación por Sevilla nace en Bruselas. A la capital belga, la capital más europea en puertas de los comicios del 25 de mayo, llegaron dos jóvenes artistas de Barbate: Nono García, Nonete para sus amigas, y Paco Aragón, dibujante y guionista. "Vine a Barbate en 1985 para acompañar a Jacobin, una holandesa productora de música de jazz que era la compañera de Nonete".

Sevilla no estaba muy lejos. Intentaron disuadirla, "hace mucho calor, chiquilla", pero en Cádiz cogió el tren "con una botella de agua y un abanico". El paraíso la esperaba en un hostal de la calle San Eloy, Los Ángeles, a cuya dueña ha reencontrado treinta años después. "Ahora son apartamentos para turistas, pero entonces era un sitio lleno de misterio. Para ir a mi cuarto, tenía que atravesar la habitación de un hombre". Un camarero que trabajaba en las inmediaciones de la Catedral la llevó a un garito de Triana a escuchar flamenco.

La Semana Santa la descubre en 1993. "Estaba con mis amigos Carlos, biólogo al que conocí cuando estuvo en Bruselas, y Filo. Me despertaron las cornetas y tambores de una banda. Carlitos, su hijo, tenía 12 años y le planché la túnica de nazareno de la O".

Procura no faltar nunca a la cita con la Semana Santa. Este año se la vio dibujando sobre un bolardo en la salida de los Javieres y en las sillas que Esperanza Alcaide improvisó de palco espontáneo del Gusanito Lector para ver a la Macarena por la calle Feria. A la Feria de Abril sólo fue un año. "Siempre me coge trabajando. En 2010 la conocí gracias al volcán de Islandia, que impidió el transporte aéreo. Me puse en la calle Asunción a pintar niñas y abuelas en traje de gitana".

Tiene un azulejo de Triana en su casa de Bruselas y una imagen de la Macarena en la puerta. "Me La colocaron unos albañiles portugueses". El primer impacto del sur lo recibió viendo las películas Bodas de Sangre y Carmen. "En mi primera visita a Andalucía vine con dos palabras de la película de Saura, trabajar y entonces. Volví a Bruselas y me apunté a una academia de español. Me molestaba molestar".

En Bruselas residían muchos emigrantes andaluces. "Ese ambiente me da mucha pena. No me gusta Sevilla fuera de Sevilla. Allí hay un local, el bar Camarón, al que nunca entré. Prefiero quedarme con el recuerdo del día que vi a Camarón cantando en la plaza de toros de San Fernando". Supo de él, de su arte, por Nonete y Tito, dos barbateños que en Bruselas soñaban con ser algún día como Django Reinhardt. Nonete le presentó un día a Paco de Lucía. "Le regalé un dibujo tocando la guitarra. Lo he visto muchas veces en Bélgica. En Lieja, en Bruselas, hace tres años con su grupo en mi barrio".

Ya hay vuelo directo de Sevilla con Bruselas. "Antes venía en avión a Málaga y me recorría media Andalucía en los Comes". Hay más ciudades. De Córdoba, le inspira mucho la pintura de Julio Romero de Torres. La sedujo el misterio de Granada con un mal recuerdo. "Un día un yonqui me atracó en el Albaicín".

En Bruselas seguirá escribiendo una novela que titulará El verano de los abuelos. "Mis padres trabajaban los dos, él en una agencia inmobilaria, ella en una fábrica de aviones de guerra. Todo el verano, desde el 1 de julio al 31 de agosto, lo pasábamos en la playa con los abuelos. Para mí es sinónimo de la alegría. No sé por qué ahora ser alegre parece poco menos que ser tonto. Esa misma alegría que encontraba en Barbate cuando iba con mi niña. Con más calor, más ruido y más levante. No me extraña que alegría sea el nombre de un palo flamenco. Una vez conocí a Cristina Hoyos, que estaba de jurado en un concurso de alegrías en una peña flamenca de Cádiz".

En Sevilla cambió su manera de pintar. "Antes en los trazos sólo dibujaba los ojos. Cuando llego a Andalucía, necesito apuntar la nariz para los perfiles". Nazarenos de Pasión por Sierpes; una nieta en brazos de su abuelo al final del recorrido de la Macarena; mujeres de mantilla detrás de un palio por la Macarena. "El dibujo es el medio ideal para el instante. El único que conozco, porque mi nostalgia me lleva al pasado, mis proyectos al futuro. El tiempo es una cosa muy rara para los occidentales, los griegos necesitan tres palabras para llamarlo".

Está haciendo un diccionario ilustrado andaluz. "Me encanta la palabra patio". En el Jueves compró trajes de gitana para su exposición Sevilla, mon amour, en la ciudad belga de Mons.

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