calle rioja

"El año que viene, más y mejor"

  • Posdata. Hasta el Resucitado de Santa Marina, las únicas lluvias estaban en los cines donde ponían 'Noé', días salvados desde la Paz del Porvenir hasta la Soledad de San Lorenzo.

EL cambio de guardia de la fotografía, el cruce de caminos del Daoiz de Antonio Susillo y el nazareno de la Soledad de San Lorenzo, es una metáfora del tránsito de abril a mayo que vive la ciudad. Será 2 de mayo y será la víspera del sábado del pescaíto. Aniversario de tantas cosas, del pueblo heroico contra el invasor, del 2-6 del Barça de Guardiola al Madrid de Juande Ramos, de la muerte de Osama ben Laden.

Ayer llovía en la plaza de San Lorenzo. El guión perfecto, le diría más tarde a Rodrigo de Zayas y Anne Perret, confiados en que el agua no desluciera el inicio de la temporada taurina. Bajo el toldo protector de El Sardinero, estaba el doctor Diego Carriazo. Después de saludarlo, le dije a mi hija que su padre era Juan de Mata Carriazo, un caso insólito de arqueólogo y medievalista, descubridor del tesoro del Carambolo. También estaba Carmelo López, sevillano de La Puebla de los Infantes a quien le han demediado la Semana Santa, como el vizconde de Italo Calvino.

Fue subdirector del hotel Los Seises y después le encomendaron la dirección del hotel de una de las torres de Mairena del Aljarafe, donde se encuentra la biblioteca José Saramago. Le llegó el cambio de destino y le dieron dos opciones: Murcia y Oviedo. Optó por la Vetusta de Clarín. La lluvia había vuelto asturiana la plaza de San Lorenzo. Carmelo regresó ayer a Oviedo. Por motivos profesionales, no pudo salir el Lunes Santo con las Penas de San Vicente; se sacó la espina el Sábado Santo con la Soledad de San Lorenzo cuyo nazareno le hace el cambio de turno a Daoiz.

Ningún agente social ni económico ha creado en tan poco tiempo tanto empleo, tanto bienestar, tantos momentos irrepetibles como la Semana Santa. Hasta el Domingo de Resurrección había que ir al cine a ver Noé para ver llover. La noche del sábado comenzaba el ritual del desmontaje de las sillas. "El año que viene, más y mejor", le decía un encargado a un miembro del Consejo.

El Domingo de Ramos tuvo un introito balompédico. Vimos la Hiniesta por las Maravillas y de maravilla vimos la Amargura donde se estrecha la calle Feria. "Estará enfadada con su barrio", decía alguien por la poca enjundia musical de la salida. El Lunes Santo mantuve el rito de comer en La Pajarita con los amigos de la Vera-Cruz. Los hay militantes -de esa cofradía y del Partido Socialista- y simpatizantes, como Amable, yerno de torero, catalán de las Españas, sevillano de Barcelona. El doctor Fernando de la Portilla había tenido guardia en el Virgen del Rocío y se disponía para la estación de penitencia.

El Martes Santo era un día muy especial. Se rompía el maleficio después de tres años sin salir por la lluvia. Mi hija Carmen se estrenaba de nazarena, mi hijo Paco de monaguillo. El trabajo de los paveros es encomiable, algunos padres somos paveros oficiosos siempre y cuando no molestemos ni alteremos la estética y el ritmo. Pensábamos que no iba a aguantar, pero sus siete años de monaguillo aguantaron siete horas en la calle. En Montesión, junto a Casa Vizcaíno, terminó su aventura. Con su atuendo de Papa de Liliput, después pasó entre sus amigos, que compartían cena con sus padres en el Habanilla.

El Carmen Doloroso por Peris Mencheta, con Aíto García Renes, entrenador del Cajasol, gastando carretes. Cuesta del Bacalao. Argote de Molina esquina con Placentines. Una atalaya privilegiada para ver las cofradías del Miércoles Santo. Dejé a la familia a buen recaudo. Juan Robles y su señora se asomaban al balcón de Placentines para ver el palio de la Sed. Atravesé Francos, Salvador, Cuna y la Encarnación para ver en casa la final de la Copa del Rey. Me dieron la alternativa de ver el partido en un móvil en la Cuesta del Bacalao, pero eso no era negociable. El gol imposible, asintótico, de Gareth Bale impidió la prórroga y a mí me permitió regresar al refugio cofrade para ver en todo su esplendor los dos pasos de los Panaderos de vuelta a Orfila.

Impresionan las imágenes del Valle por esa misma calle Orfila hacia Lasso de la Vega. Plaza de San Andrés. El santo de mi abuelo santo, que era panadero de profesión. La misma plaza en la que una vez entrevisté a José Hierro, que cogió una naranja de un árbol para exprimirla en un gin-tonic. Después venía Pasión y se notaba el tirón de Montañés. El Jueves Santo de la muerte de García Márquez. Una pareja de marroquíes, él de Casablanca, ella de Fez, preguntan en la larga espera de la Macarena por el mejor lugar para ver a los Gitanos.

José Luis Gómez Villa es pertiguero de la Mortaja. Vale la pena esperar al cortejo. La campana del muñidor, el coro de voces, cantata del Viernes Santo. Macarena y José Luis, hijos del pertiguero, van en la grey de monaguillos. Hemos visto en televisión por enésima vez Ben-Hur y la calle es como una prolongación de la película. Rodeamos la Catedral. Una de las mejores postales del mundo: la Giralda, el Alcázar, el Archivo de Indias. O sea, Al Andalus, Roma, América. Todo junto. La Fundación Tres Culturas se inventó en Sevilla hace siglos. El Cachorro es una auténtica primicia. Más gente que en la escena de las cuadrigas de Ben-Hur. Dice José Luis Comellas en El tiempo en Sevilla que el Viernes Santo es el día que más llueve en la ciudad. Otro Carriazo: historiador, meteorólogo, experto en lluvias porque nació en Ferrol.

El último nazareno de la Soledad de San Lorenzo le da la mano al primero de la Paz'. Se salvó la semana, con la salvedad del Resucitado. Dice Trapiello que en el Quijote apenas llueve. En la agonía de Jesucristo se juramentaron todas las galernas.

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