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Lectores y viajeros al tren

  • Iniciativa. La estación de Metro de San Bernardo fue escenario de la lectura ininterrumpida de 'La chica del tren' como aperitivo del inminente estreno de la adaptación cinematográfica.

DICEN que a Stephen King lo tuvo toda una noche sin dormir. Rachel coge todos los días el tren de las ocho y cuatro minutos de la mañana hasta Londres y Megan lo ve pasar desde su casa. Ese cruce de miradas, de viajes realizados entre el 5 de julio y el 10 de septiembre de 2013 en Londres, la ciudad que un año antes por esas fechas celebró los Juegos Olímpicos, es la columna vertebral de La chica del tren, novela con la que la principiante Paula Hawkins se ha convertido en un fenómeno editorial. Sólo en España ha vendido medio millón de ejemplares. En la estación de Metro de San Bernardo se hizo una lectura continuada desde las once de la mañana hasta las ocho de la tarde. Las dos sesiones en las que se divide la novela.

Desde que pusieron wifi en los vagones, Francisco Javier González García-Avilés va siempre con el móvil en el Metro y no lee ni el Marca, pero ayer le cupo el privilegio de ser el que arrancó esta lectura coral: "Hay una pila de ropa a un lado de las vidas del tren...". Ángela Aragón sí que lee, pero prefiere el móvil como soporte. Ayer fue la segunda y le regalaron un libro en papel de Planeta. Todos los que leyeron fueron obsequiados con un volumen y participan en el sorteo de diez entradas para el estreno de la adaptación cinematográfica el próximo 20 de octubre. En Estados Unidos, La chica del tren ya es la tercera en recaudación.

"Me lo he leído en el tren". Hermosa redundancia de Alicia García, que fue la tercera en este podio de hacer público algo tan íntimo como la lectura. Lo más parecido a la oración. Por eso quizás eligieron la fecha de ayer para celebrar el día de las Escritoras, por la proximidad con el día de Santa Teresa de Jesús, que se adelantó al ferrocarril con sus fundaciones y de la que ayer se leyeron en la Biblioteca Nacional textos suyos y de Emilia Pardo Bazán, Rosa Chacel, Ana María Matute o Carmen Martín Gaite.

En julio empieza la acción de La chica del tren y en julio se lo regaló su padre a Carmen Correal, que lo leyó entre la playa y el tren. La autora nació en Zimbabue y desde 1989 vive en Inglaterra. En el capítulo de agradecimientos tiene en mente "a las personas que viajan cada mañana a trabajar a Londres por proporcionarme esa pequeña chispa de inspiración".

El medio de locomoción preferido por Antonio Machado o Agustín García Calvo. El que inmortalizó como escenario literario Patricia Higsmith en El amigo americano o Extraños en un tren. Un lector es un desconocido y deja de ser un extraño. Hay una suerte de complicidad con la autora y sus dos protagonistas, con un curioso y doble guiño a España: Rachel, la viajera, recuerda unas vacaciones en una playa del País Vasco en 2005; Megan, la observadora, planea una huida a algún lugar del "sur de España".

En el Metro de San Bernardo hay otra chica del tren, Magdalena Álvarez, cuyo nombre consta como la ministra de Fomento que con Manuel Chaves inauguró la estación el 2 de abril de 2009.

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