Donde es Semana Santa todo el año
24 hermandades colaboran en el Economato Social de la calle Peral, que atiende martes y jueves a los más desfavorecidos · Una vez al mes vienen monjas de diez conventos a por provisiones y víveres
Por la carrera oficial de la calle Peral procesionan el mismo día las hermandades de la Amargura, el Museo y la Soledad de San Lorenzo. El majestuoso mutismo de la hermandad del Silencio convive con el júbilo mariano del Rocío de la Macarena. Quien piense que la Semana Santa sólo dura siete días y que lo contrario es retórica de pregonero posmoderno debería darse una vuelta cualquier martes o jueves del año, menos en Semana Santa precisamente, por el Economato Benéfico-Asistencial Casco Antiguo de la calle Peral, en una de las arterias que desembocan en la Alameda de Hércules.
Sor María del Pilar y Sor Ángeles son monjas de clausura de las Agustinas de la Encarnación, pero una vez al mes obtienen autorización para salir del convento. Sor María del Pilar es la cocinera y ecónoma del convento. Sor Ángeles, la bibliotecaria y responsable del obrador. "Nos hace falta una furgoneta. Tenemos que venir en la del jardinero", dice la bibliotecaria de este convento donde residen 19 monjas.
Las religiosas acuden al economato de la calle Peral un jueves al mes. Solidarias de verdad. En el convento de Santa Isabel, según cuenta una monja que se lleva cuarenta litros de aceite, dejaron la víspera a un niño de cuatro meses. Hijos de familias deshechas son los que cuidan las hermanas del convento de San José de la Montaña, representadas en el economato por la hermana Inés. Las dos hermanas de las Oblatas de la calle Relator no visten hábito. Asisten a una veintena de mujeres laceradas por la desigualdad, exclusión social y en algunos casos en un contexto de prostitución. Una congregación que fundaron una institutriz suiza y un misionero que vino de Australia.
Justo enfrente está el gimnasio Fuerza y Salud, de los Hermanos Ruz. Es difícil que los practicantes de los ritos de pesas y flexiones hagan más ejercicio del que realizan los en torno a setenta voluntarios que mantienen viva una iniciativa que se puso en marcha, con bendición del cardenal Carlos Amigo Vallejo, en 2001.
Alfonso Muñoz regentaba con su mujer una mercería infantil. Cuando se jubiló, se marcó dos propósitos que cumple a rajatabla. Lunes, miércoles y viernes practica la natación. Martes y jueves es portero en el economato. Su esposa, que fue quien lo introdujo, trabaja como ayudante de caja. Son de la hermandad de la Amargura. Joaquín Casati es diputado de Caridad de Santa Marta y reponía las existencias de tulipán. El almacén es cosa de Alfonso Lozano, nacido en Úbeda, hermano del Museo desde que hace una década llegó a Sevilla.
A Manuel Baquero, gerente del economato, hermano del Cristo del Burgos y de Reina de Todos los Santos, donde durante seis años fue hermano mayor, lo introdujo en este mundo José Antonio Romero, médico y hermano de la Hiniesta. Tienen como soporte una Fundación Benéfico-Asistencial que preside el hermano mayor de la Soledad de San Lorenzo.
"Aquí no estamos notando todavía la crisis", dice Baquero, "yo creo que se va a notar en un par de meses. Las hermandades no van a dar carnés porque no hay dinero. Eso lo tenemos previsto". Yolanda Virtudes, 33 años, del Rocío de la Macarena, y María Luisa Martínez, del Silencio, actualizan todos los datos en el ordenador y se encargan de detectar cualquier caso de picaresca. "Si hay quien viene por dos hermandades, queda fuera de la lista", dice Baquero. "El perfil ya se lo puede imaginar. Emigrantes rumanos, rusos, árabes. Prostitutas viejas de la Alameda, que están atendidas por las Oblatas de la calle Relator. Mujeres que tienen al marido en la cárcel o en la droga, o que la ha abandonado con seis hijos. También vienen maridos solos".
Sin fe no hay quien mueva estas montañas de azúcar, de aceite, de café, de lentejas. "Jesucristo no nos dijo que fuéramos rusos o árabes. Nos dijo que fuéramos hermanos", dice Baquero, a quien no le molesta lo más mínimo que este economato naciera con el sambenito de "almacén de los pobres". En la actualidad, se benefician unas trescientas personas, avaladas por un carné que se debe renovar cada tres meses después de acreditar que no alcanzan una determinada renta económica establecida a partir de un baremo en el que se trabaja con un estudio del Instituto Nacional de Estadística, el anuario de La Caixa y el concepto del Umbral de Pobreza definido por el informe Foessa.
Todos los martes por la mañana se descarga la mercancía. El usuario paga sólo una cuarta parte del precio. El resto es asumido por las hermandades y Cáritas. "Nuestro objetivo es poner en marcha una Unidad de Estancia Diurna", dice Baquero. "Hay personas mayores que no tienen dónde ir. Con la misma filosofía, pero con más dinero. Aquí todos somos voluntarios, habría que pagar un médico fijo, un ATS fijo, un conductor".
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