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La Velá de los más jóvenes

  • Primer día de la cucaña, una de las señas de identidad de la celebración en la orilla del río Guadalquivir. Se repartieron seis premios sufragados por los patrocinadores con cheques regalo.

A las cinco y media de la tarde de ayer, en el Guadalquivir sólo había una familia de patos buscando la sombra de la zapata y algunos piragüistas entrenándose bajo un sol de justicia. A esa hora estaba en el malecón de la calle Betis Antonio Pérez. "El año pasado no me fue muy bien", aseguró este joven de Camas con una sonrisa en la cara. Acompañado por dos vecinos de la localidad aljarafeña, Pérez fue el primero en llegar a Triana para participar en uno de los acontecimientos más populares de la Velá de Triana, la tradicional cucaña.

Los tres cameros se sorprendieron del poco trasiego que había en la orilla del río, pero la tranquilidad se rompió pronto, cuando hizo aparición el Anastasio Senra. El catamarán que Lipasam utiliza durante el año para mantener limpio el Guadalquivir llegó desde el Puente de San Telmo para detenerse en la zapata más cercana al Altozano. Con él, empezaron a llegar los grupos de jóvenes con el objetivo de intentar coger una de las seis banderas -y los respectivos premios- que se pusieron en juego en la calurosa tarde del segundo día de Velá.

Mientras los potenciales participantes tomaban posiciones, Juan Andana, desde una barca de remos, dirigía los trabajos de anclaje de la embarcación sobre la que se coloca el mástil. En tierra, su hijo, David Andana, controlaba la organización de este clásico del mes de julio. "Venimos de una familia de trabajadores del río y, cuando se creó la cucaña, se la encargaron a mis antepasados. Desde entonces ha ido pasando de padres a hijos", explicó el más joven de esta saga de trianeros.

Finalmente, la competición empezó quince minutos después del horario oficial. Al igual que en las inauguraciones de las nuevas rutas de aviación, un manguerazo al mástil sirvió como pistoletazo de salida para que los más rápidos se lanzaran al agua. Los intentos se sucedían uno detrás de otro, pero no fue hasta las 18:37 cuando un joven consiguió alcanzar la primera bandera. Subió rápido con la idea de volver a probar, pero la cucaña tiene más normas de las que parece y el reglamento no permite optar a más de dos premios en un mismo día.

Desde que el deportista trianero José María Merchán se encarga de la organización de este evento, es obligatorio registrarse para entrar en liza. Luego, los organizadores les dibujan un número en el brazo a los participantes para, de esta manera, poder controlar quien se sube al Anastasio Senra. Otro de los cambios que se han experimentado en la cucaña es la naturaleza de los premios, que han pasado de ser dinero en metálico a convertirse en cheques regalo de los patrocinadores, que ayer fueron El Corte Inglés, con cuatro vales, el bar Remesal y el Mercado de Triana, con uno cada uno. La empresa sevillana de detergentes Persan también está entre la nómina de colaboradores que hacen posible la organización de la cucaña. "Desde hace unos años, el material con el que se engrasa el mástil es un jabón biodegradable que, al entrar en contacto con el agua, se disuelve", declaró David Andana.

A pesar del calor, tanto la zapata como el malecón de la calle Betis fueron llenándose de público a lo largo de la tarde. Algún que otro turista, los amigos y familiares de los participantes y, sobre todo, gente del barrio, como Francisco Pérez, el delegado de Triana, al que, una vez pasado el puente, todo el mundo llama Curro. También son del arrabal las pequeñas Ana y Pilar, dos niñas a quienes sus madres llevan a ver la cucaña desde su primera Velá. "Tenemos familiares que han participado muchos años y, para no perder la tradición, nos gusta traer a las chicas", explicaron estas trianeras, que viven en el Altozano y no fallan a la fiesta grande de su barrio.

Para que todo esto se hiciera realidad, fue necesaria la participación de los profesionales del Hospital Infanta Luisa, como la doctora Sosa. "Es mi primera cucaña, pero no mi primera Velá", contó esta médico, que aludió a posibles contusiones y lesiones cervicales que pueden producirse si los jóvenes sufren una mala caída en su intento por alcanzar la bandera. Sin embargo, Sosa prefirió no mencionar demasiado los potenciales problemas: "Tienen que ser dos horas de felicidad. Que consigan muchos premios y lo pasen genial". Al fin y al cabo, todos los que estaban ayer en la calle Betis querían lo mismo.

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