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Cultura

Prokofiev remezcla a Beethoven

  • El británico Gabriel Prokofiev, 'dj' y compositor y nieto del célebre compositor ruso, presenta junto a la ROSS su relectura con elementos electrónicos y contemporáneos de la Novena Sinfonía

El compositor y 'dj' británico Gabriel Prokofiev (Londres, 1975), ayer en el Teatro de la Maestranza.

El compositor y 'dj' británico Gabriel Prokofiev (Londres, 1975), ayer en el Teatro de la Maestranza. / belén vargas

"Hay quien piensa que sólo existe un camino válido para la música, pero no es mi caso. Yo creo que hay muchos caminos". Habla Gabriel Prokofiev, cuya trayectoria hasta la fecha ilustra esta convicción suya a la que, en ciertos momentos de su vida, por la conciencia de llevar ese apellido y no otro, se diría que llegó más bien por necesidad. Digámoslo ya: este Prokofiev nacido en Londres en 1975 es el nieto de aquel otro Prokofiev, Serguéi, el famoso y exitoso compositor, pianista y director de orquesta ruso. Y la cuestión es que pese a que su amigo y entusiasta admirador John Axelrod, director artístico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS), señale la injusticia de juzgarlo como "el nieto de" y no como "un lienzo en blanco" que ha sido capaz de "encontrar su propia personalidad", él mismo, en realidad, se referirá también al "peso de su ADN".

Gabriel Prokofiev es el compositor en residencia de esta temporada de la ROSS y esta semana, en el noveno concierto de abono (mañana y el viernes, a las 20:30), estará sobre el escenario para defender, tras sus tocadiscos y su mesa de mezclas, la primera de sus obras que se escucharán en el Maestranza: un Remix orquestal de la Sinfonía n.9 de Beethoven para electrónica y orquesta. El programa incluirá también la Sinfonía n.9 del mismo compositor en su versión, digamos, canónica y con las voces de Marie-Pierre Roy (soprano), Wallis Gunta (mezzosoprano), Patrick Grahal (tenor), Willard White (bajo) y el Coro de la A.A. del Maestranza.

Uso sonidos de la electrónica no para ser muy 'cool', sino porque reflejan el mundo y la sociedad en la que vivo"

Este Remix beethoveniano lo estrenó Prokofiev en junio de 2011 en Nantes, con un Axelrod a la batuta que quedó electrizado por la experiencia. "He dirigido unas 60 premieres de compositores vivos y aquella fue la más exitosa que he vivido", recordaba ayer el maestro estadounidense, que quedó fascinado "no sólo por el concepto, sino también por la calidad de la composición"; una fórmula, dijo, "ganadora", "propia del siglo XXI" y que sobre todo, lejos de tratar de "desafiar el público", procura justamente lo contrario, "incluir", pues "Gabriel integra la actitud y el estilo de vida del público de hoy en la música clásica".

Compuesto tras la primera gran piedra de toque del británico en el ámbito clásico -el Concierto para tocadiscos y orquesta que presentó en los Proms de la BBC de 2011-, este Remix de la Novena se centra en su cuarto movimiento, que contiene la Oda a la alegría, ese canto a la fraternidad universal que fue adoptado como himno europeo. Con una duración de unos 25 minutos, como "una sinfonía en sí misma", la pieza presenta "modificaciones" e "intervenciones" de Prokofiev, para quien las variaciones eran ya "el antepasado natural del remix". Se trata, explica, de consevar "la emoción y el clímax" de la célebre pieza, así como una serie de pasajes "familiares", para, sobre esa base común a los oyentes, introducir nuevos ritmos y armonías, efectos y texturas procesadas electrónicamente para ofrecer "un viaje por la evolución de la música desde la época de Beethoven hasta hoy".

Debussy, Stravinsky, Penderecki, Schnittke o minimalistas americanos como Glass y Reich son algunas de las influencias que cita Prokofiev, ecos que según dice pueden apreciarse en su Remix. Pero junto a estos hay otros pasajes con los que el compositor quiere evocar otras fuentes sonoras del siglo XX y las últimas décadas, desde el funk de James Brown hasta el house o esa rama particularmente urbana y british del rap que es el grime. "Uso esos sonidos no para ser muy cool, sino porque forman parte de mi vocabulario y del mundo en el que vivo. La electrónica siempre refleja la sociedad de la que viene y me gustaría llevar esa cualidad tan poderosa a la música clásica. Después de todo, antes era normal que los compositores tomaran ritmos y melodías de la música popular. Lo fue hasta que hace 60 años se produjo una ruptura y los compositores decidieron aislarse del exterior", afirma.

Hasta 2010, Gabriel Prokofiev llevó "una doble vida", de día componiendo música clásica-contemporánea-académica y de noche pinchando música de baile en clubes de electrónica, pero "llegó un momento en que era una locura vivir así" y decidió centrarse en la música clásica, que estudió de pequeño y más tarde en la universidad, aunque durante muchos años prefirió consagrarse a su faceta de dj y aproducir discos de rap o electro. "Mis padres nunca me presionaron, de modo que yo, a partir de los 10 años, sencillamente me lo pasaba mejor haciendo canciones pop y de adolescente estuve en varias bandas. El apellido, en el día a día, no pesa, no me paro a pensar en ello. Además, si cualquier compositor, cualquiera, no sólo yo, se parase a pensar en los compositores que han existido antes que él, ya sea Bach, Mozart, Beethoven o Prokofiev, ahí va a tener un auténtico problema... De joven sí me sentí intimidado por la figura de mi abuelo. Supongo que por eso no practicaba lo suficiente, me ponía nervioso cuando tocaba y no pude llegar a ser solista. Me costó más tiempo decirme a mí mismo que yo era compositor. Y sí, claro que me he encontrado con personas escépticas y recelosas acerca de mi trabajo en el mundo de la música clásica, pero incluso esos, creo, acabaron dándose cuenta de que mis obras no son un juego, ni una broma, sino música clásica... del mundo de ahora".

En junio (días 22 y 23), Prokofiev volverá a Sevilla para estrenar su Concerto grosso (encargo conjunto de la ROSS y la Seattle Symphony Orchestra) en un programa con la Quinta de Beethoven y la Primera o "Clásica" de su abuelo Serguéi. Está visto, en fin, que algunos apellidos no se dejan tan fácilmente al margen.

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