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Abelardo linares. Editor, librero y poeta.

"¡Ay si los escritores estuviesen tan de moda como los cocineros!"

  • Como librero atesora más de un millón de libros; como editor ha sido fundamental para la poesía española reciente y la recuperación de los autores del exilio; como poeta es todo pudor.

Abelardo Linares (Sevilla, 1952) tiene fama de raro, casi tanto como muchos de los libros y autores que atesora en una nave del Aljarafe. Pertenece a la  estirpe de los sevillanos serios y escapa con ironías refinadas de los superlativos del entrevistador. Su primer recuerdo no tiene limoneros ni patios, sino los brazos de una criada que lo sostienen en un piso de República Argentina desde el que mira uno de los antiguos cines de verano que se ubicaban en los solares aún sin construir de esta avenida. Empezó su carrera como librero en el Rastro de Madrid y actualmente se le denomina de forma un tanto peliculera "el hombre del millón de libros", blasón que logró tras comprar la fabulosa librería que Eliseo Torres tenía en Nueva York, una operación que le obligó a vivir un inolvidable año en la metrópolis y que ha forjado numerosos mitos que los aedos repiten por las barras y esquinas de la ciudad. Como fundador de las editoriales Espuela de Plata y Renacimiento ha realizado una labor impagable en favor de la poesía hispanoamericana y en la recuperación de la vasta y aún desconocida literatura del exilio republicano. Lector voraz que se siente orgulloso de sus admiraciones, ha realizado más de cien viajes a América en busca de libros. Lo mejor de su obra poética se puede leer en Mitos (La Veleta. Comares).

-Librero, editor, poeta. ¿Con cuál de estas tareas se siente más identificado?

-No soy demasiado entusiasta de identidades y de identificaciones, pero el caso es que ahora dedico más tiempo a la editorial que a la librería. En cuanto a eso de poeta… todo lo relacionado con la poesía lo he considerado siempre un regalo. Un regalo que la poesía me ha hecho a mí. El único regalo que, seguramente, le he hecho yo a la poesía ha sido el de escribir poco.

-Empecemos por su condición de librero. Empezó en el Rastro.

-Mientras estudiaba Filología en Madrid, a principios de los setenta, se me ocurrió que vender libros en el rastro era un buen modo de comprar libros para mí y hacerme mi propia biblioteca. Todos los domingos, a eso de las siete de la mañana, montaba con mi novia de entonces un pequeño puesto en el Campillo del Mundo Nuevo y luego me daba una vuelta para ver qué novedades estaban sacando los otros vendedores y comprar lo que pudiera para luego revenderlo. El Jueves de la calle Feria también solía ser estupendo en esos años. Recuerdo una mañana en la que habían dispuesto en la plaza de Montesión una gran montaña de libros en pergamino del siglo XVIII y principios del XIX que vendían a diez pesetas, dos duros, al grito de "libros de curas, libros de curas". Allí encontré una primera edición de la Constitución de Cádiz de 1812 en perfecto estado. Obvia y melancólicamente yo era mucho más joven y… más delgado. Pero en lo fundamental sigo siendo exactamente el mismo. Hay gente que cambia muchísimo a lo largo de su vida, pero a la mayoría, si pudieran mondarnos y pelarnos como una manzana, nos iría saliendo poco a poco el joven, el adolescente, el niño que un día fuimos.

-Ahora atesora más de un millón de libros en una nave del Aljarafe, muchos de ellos provenientes de la librería de Eliseo Torres de Nueva York. ¿Cómo llegó a la compra de este importante fondo?

-Dado el creciente descrédito del libro y de la cultura impresa, hablar de "atesorar" refiriéndose a libros, me parece excesiva; o al menos no menos excesiva que si la frase asegurara que atesoro un millón de kilos de patatas o un millón de fundas para móviles con los colores del Betis. Pero no importa, para mí, al menos, los libros siguen siendo un tesoro y sigue habiendo más de un millón. De la compra de los fondos de Eliseo Torres en Nueva York han pasado ya veinte años y he tenido tiempo de sobra para catalogar e ir vendiendo buena parte de los 800.000 libros que me traje. Durante años pensé que lo mejor de aquella compra fueron los muchos miles de libros de autores americanos del siglo XX: Borges, Neruda, Cortázar, etcétera. Últimamente me ha dado por pensar, muy razonablemente, que lo mejor de aquella compra fue el año que pasé viviendo en Nueva York.

-Me interesa su condición de gran viajero por América. ¿Es sólo para buscar libros y bibliotecas o hay algo más? ¿Qué países le interesan más?

-Como viajero soy pequeño, muy pequeño. No tengo nada de Juan Sebastián Elcano ni de Indiana Jones. Y si he hecho más de cien viajes a América y he pasado allí cerca de seis años de mi vida, eso está hoy en día al alcance de cualquiera a quien le gusten realmente los viajes. Mi única y mínima singularidad es haber hecho tal cosa, no por los viajes en sí mismos, como casi todo el mundo, sino por los libros. Para comprar libros viejos y ver bibliotecas, las mejores plazas de América son Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, México D.F. y La Habana.

-Venezuela está ahora de moda. ¿Qué opina de lo que está pasando allí?

-En Venezuela sólo estuve una vez, a finales de los 90, magníficamente atendido por Eugenio Montejo, gigantesco poeta, uno de los mejores de América en la segunda mitad del siglo XX y buen amigo. Recuerdo sobre todo una tumultuosa y bien nutrida librería, La gran pulpería del libro venezolano, en el centro de Caracas. Su propietario, Rafael Ramón Castellanos, era también escritor y había publicado un libro excelente sobre un curioso personaje de la literatura venezolana que estuvo afincado en España por más de veinte años: Rafael Bolívar Coronado. Bolívar Coronado, entre otras majezas literarias, se atrevió a publicar un Parnaso boliviano, en la conocida editorial Maucci de Barcelona, en el que todos los poemas incluidos estaban en realidad escritos por él.

No puedo opinar con seriedad sobre Venezuela, pero no me importa reconocer que simpatizo poco con el actual régimen venezolano aunque soy un devoto espectador de los noticieros de Telesur, porque informan y desinforman de cosas de las que no se suele hablar en España. El problema mayor del populismo que ahora gobierna es que tiene que ir unido al caudillismo y éste no es heredable, del mismo modo que no es heredable el coronarse Miss Universo. Todos los muy republicanos países del Alba tienen regímenes presidencialistas de carácter casi monárquico (y no modelo inglés, sino más bien a lo Luis XIV), por vitalicio, pero eso no parece repugnar a ninguno de sus defensores.

-¿Y Cuba?

-A Cuba la conozco bastante mejor. He vivido allí, en distintos viajes, cosa de un año y he leído multitud de libros sobre su historia contemporánea. Es un país fascinante y de gente maravillosa al que por motivos personales me siento muy cercano. En sus inicios, la Revolución (ese es el nombre que se le ha querido dar a lo que nunca ha dejado de ser otra cosa que castrismo, en el sentido más familiar del término) tuvo un apoyo popular de más del 90%; hoy no es sino una ruina en pie que terminará por derrumbarse sobre sí misma sin empujón alguno externo. El Régimen cubano no cuenta ya con el apoyo del pueblo, sino sólo con su resignación. Pero hablar de la realidad política cubana con cierto detalle, que es lo realmente interesante, está muy por encima de las posibilidades que ofrece una entrevista.

-Como editor ha tendido un puente entre los poetas americanos y España. ¿Hay más talento literario en la otra orilla? Da la sensación de que el idioma español se usa allí con más respeto que en España.

-Entre América y España, en lo literario, hay muchísimos puentes, miles de puentes que han ido construyendo editores y estudiosos, pero también escritores y lectores. Talento ha habido mucho, y lo sigue habiendo, en las dos orillas. No adolecemos de puentes ni de talento sino, en todo caso, de viajeros, de curiosidad para atravesar esos puentes. El español de América es a menudo mejor que el que se habla en España. Nunca he escuchado mejor español que el que escuché a unas señoras de cierta edad, de vieja familia criolla, una tarde de 1994 en el centro de La Paz (Bolivia).

-También como editor ha rescatado muchas de las voces del exilio republicano. ¿Qué le impulsó a esta tarea? ¿Comparte la ley de la memoria histórica?

-El exilio republicano español de 1939 representa una inmensa riqueza cultural, un singularísimo patrimonio para España y para los países que acogieron a los exiliados, todavía no conocido ni reconocido como se merece. Muchos de los escritores españoles del siglo XX que más me han interesado fueron exiliados y están íntimamente unidos a mi memoria de lector. Como editor, La Biblioteca del Exilio, que lleva ya más de 70 títulos editados, es de de lo más importante que he hecho, pero no ha sido un empeño puramente personal, sino una tarea que nos ha unido y reunido a un gran número de gentes, empezando por Manuel Aznar y los investigadores de Gexel, que son los que realmente han impulsado y hecho posible que la colección se edite y vaya a seguir editándose.

Respecto a la ley de la memoria histórica estoy más a favor de la memoria histórica que de que tenga que haber una ley sobre el asunto. En el marco de una democracia como la que tenemos hoy en día, el problema es sobre todo de índole práctica, de que concite un mínimo de consenso social. Un caso curioso sería que en nombre de la ley de la memoria histórica se pretendiera que Planeta cambiase de nombre o cerrara la editorial Destino y suprimiese el premio Nadal.

-¿Qué opina de la política actual de la Junta con respecto al libro? ¿Y de la del Gobierno central?

-No creo que, exactamente, la Junta tenga una "política del libro". Hay, sí, una Consejería de Cultura, una Dirección General del Libro, Un Centro Andaluz de las Letras, y otras instituciones relacionadas con el libro, aparte de una amplísima red de bibliotecas. El problema son los presupuestos, es decir, la falta de presupuesto para todo lo que no sean gastos ordinarios. Lo que lleva, por ejemplo, a que las bibliotecas no compren libros, para ahorrar. Aunque a nadie se le ha ocurrido aún la luminosa idea de que la deficitaria televisión andaluza haga lo mismo y, para ahorrar, deje de comprar o producir nuevos programas y tire de ahora en delante de archivo.

Como anécdota del todo categórica, puedo contar que los clubes de lectura que promueve la Junta de Andalucía accedieron, no hace mucho, a apoyar una novela publicada por mí, es decir, accedieron a que les regalase 20 ejemplares para que la obra pudiera leerse en algunos de esos clubes. Lo que se parece un tanto a subvencionar una cadena de comedores para indigentes adonde pueda acudir cualquiera que se traiga su propia comida. Con todo, la política del Gobierno central es aún peor y aún más grande su responsabilidad.

-¿Le están haciendo mucho daño a los libreros fenómenos como Amazon? ¿Y el libro digital, qué opina de su futuro?

-Amazon es un portal de venta on line en el que yo tengo mis libros, pero también un síntoma, una manifestación de todo lo que está cambiando, no siempre para bien, en el mundo de la cultura, cada vez más mediatizado por las grandes corporaciones transnacionales. El problema de las pequeñas editoriales de la España de hoy no es sólo la posición dominante y excluyente que ocupan los grandes grupos en el siempre menguante mercado español (lo que, por ejemplo, les impide o dificulta acceder a lugares privilegiados como hipermercados, algunos grandes almacenes o librerías de estación), está también la creciente desafección hacia la lectura, el que la lectura empiece a percibirse como algo que no está de moda - ¡Ay si los escritores estuvieran tan de moda hoy como los cocineros!- y el desistimiento y la incompetencia del Estado en todo lo que tiene que ver con el libro. En cuanto al libro digital, por ahora no es un enemigo sino un complemento del libro físico. Su avance es lentísimo y todo parece indicar que en muchos años no será un competidor serio.

-¿Sigue siendo rentable el oficio de editor?

-No estoy nada de acuerdo en lo de "¿sigue?", si la pregunta es personal. Pero, en general, editar libros puede ser y es perfectamente rentable. De eso viven casi la mitad de los más de mil editores privados (y el total de los editores públicos) que hay en España.

-Es un buen conocedor de la historia de la piratería, sobre la que también ha editado muchos libros. ¿Cómo le surgió esta afición?

-La afición me surgió leyendo, nada sorprendente en mi caso, aunque a otros ha podido llegarles a través del cine. Leyendo un clásico, la Historia de la piratería de Philip Gosse; libro delicioso, perfectamente informado pero con un altísimo humor inglés que empieza por contarnos cómo la piratería es el segundo oficio más antiguo del mundo. Isla de la Tortuga, la colección que edito, lleva ya 20 títulos y tengo unos cuantos más preparados. No es bueno ni malo, pero no hay ninguna colección así en ningún otro país. He reunido cerca de un millar de viejos y recientes libros sobre piratería y gracias a ellos creo que podré ir ofreciendo una amplia panorámica de todas las épocas, de todas las zonas geográficas y de todos los puntos de vista nacionales relacionados con este asunto, aunque lo que más abunda son los libros relacionados con la piratería en el Caribe entre los siglos XVI y XVIII y la afincada en el Mediterráneo entre la Edad Media y el siglo XIX. Como dato curioso, entre los siglos XVI y XVIII hubo 5.000.000 de cautivos en el Mediterráneo provocados por las guerras y luchas piráticas; 3.000.000 de cristianos cautivos en el norte de África y 2.000.000 de musulmanes vendidos como esclavos en los países católicos del sur de Europa.

-La revista Renacimiento que usted editó fue una publicación importante para la poesía española reciente. Su cierre fue una pérdida cultural.

-Renacimiento fue una revista muy literaria y sólo literaria. Una revista de afirmación y negación, un tanto combativa, lejos de todo eclecticismo, pero siempre especialmente abierta a revisar viejos valores y darle voz a los jóvenes de nuestro tiempo. Desapareció en medio de la última crisis, en 2010, pero ya estoy pensando en sacarla de nuevo, por si sabe hacerle honor a su nombre.

-¿Por qué hay tantos odios en el gremio de la poesía? No es nada nuevo, Quevedo-Góngora, Echegaray-Modernistas, Experiencia-Diferencia...

-No se crea, hoy apenas si hay odios o rencillas entre poetas. Es un hecho. Puede que eso ocurra porque la poesía ha ido perdiendo en los últimos años visibilidad y protagonismo social. En este momento apenas si se habla de poesía, ni siquiera en los suplementos semanales de cultura. Pero otra hipótesis, a la que llevo tiempo dándole vueltas, es que los enfrentamientos entre poetas, más o menos como los que usted cita, se dan entre lo viejo y lo nuevo, entre los que se atrincheran en lo ya hecho y los que proponen novedades; y en los últimos 30 años no se ha producido ninguna novedad, ningún nuevo movimiento estético. Los poetas que ahora mismo empiezan escriben aproximadamente como ya escribían los que empezaron hace 30 o 35 años. Y me refiero a los buenos, a los que tienen alguna idea de en qué consiste eso de escribir un poema. No sé si es bueno o malo que en poesía no haya pasado nada nuevo en treinta años, pero no parece que nadie haya reparado en ello, o si lo ha hecho no le ha dado importancia; en cualquier caso, para no herir susceptibilidades, guárdeme el secreto.

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