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El cura que trajo el Concilio a Sevilla

  • Historia. Se presenta en el Paraninfo la primera biografía de Bueno Monreal, el obispo a quien el papa Pío XII mandó a Sevilla a resolver las tensiones con el cardenal Segura

Julio Jiménez Blasco, biógrafo de Bueno Monreal, en la presentación de su obra.

Julio Jiménez Blasco, biógrafo de Bueno Monreal, en la presentación de su obra. / m. j. lópez

Pío XII lo mandó a Sevilla en 1954 para resolver los problemas y tensiones con el cardenal Segura. Era la tercera diócesis de José María Bueno Monreal (Zaragoza, 11 de septiembre de 1904-Sevilla, 20 de agosto de 1987), después de ser sucesivamente obispo de Jaca (1945) y Vitoria (1950). En puertas de los treinta años de su muerte, ayer se presentó en el Paraninfo su biografía, obra del historiador Julio Jiménez Blasco, repaso a la fecundidad de su vida. Un viaje por la trayectoria de un personaje tan importante como los Beatles, Vietnam o el mayo francés para conocer la década de los sesenta.

El Cardenal José María Bueno Monreal. Un humanista integral. Una biografía es una coedición de la Editorial Universidad de Sevilla y la Biblioteca de Autores Cristianos. Lleva un prólogo de Juan del Río, ayamontino, arzobispo castrense, y epílogo de Juan José Asenjo, titular de la archidiócesis de Sevilla que presidió Bueno Monreal entre 1957 y 1982, año en el que llegó desde Tánger Carlos Amigo Vallejo.

Es el mismo escenario donde se le homenajeó en vida con conferencia del cardenal Tarancón

José María Bueno Monreal era el mayor de los cuatro hijos de Abel Bueno, aragonés de Villanueva de Gállego, y Francisca Monreal, nacida muy cerca de Tudela, en un pueblo llamado Buñuel que haría las delicias de aquel cineasta aragonés que decía ser ateo por la gracia de Dios.

El punto de partida de este libro es una tesis doctoral que el profesor Jiménez Blasco hizo bajo la dirección del catedrático de la Hispalense José Leonardo Ruiz. La tesis alcanzaba las vivencias del cardenal Bueno Monreal en el Concilio Vaticano II, que fue fundamental en su magisterio. La diócesis de Sevilla es la primera que convoca en 1973 el Sínodo Hispalense para poner en práctica las enseñanzas del Concilio. La gran apuesta social y evangelizadora de un Papa, Juan XXIII, que lo nombrará cardenal en noviembre de 1958.

El autor de la biografía ha investigado en 29 archivos públicos y privados, ha seguido la huella académica de quien tenía cuatro doctorados: Derecho Canónico, Teología y Filosofía, en Roma; Derecho Civil, entre Zaragoza y Madrid. Una dimensión intelectual que le emparenta con el "humanismo integral" de Jacques Maritain, en palabras de su biógrafo, y que en Sevilla, según señaló el arzobispo Asenjo, quedó oscurecida por su aura de bondad y su don de gentes.

Al acto, que presidió el rector de la Hispalense, Miguel Ángel Castro, acudieron dos testigos privilegiados de la obra de Bueno Monreal. Entre mucha juventud, incluidos los alumnos de Historia del Mundo Contemporáneo del profesor Manuel Moreno Alonso, era emotivo ver en sus respectivas sillas de ruedas a Antonio Montero, obispo emérito de Mérida-Badajoz que fue su auxiliar en Sevilla, y a Ignacio Noguer, obispo emérito de Huelva que en la época de Bueno Monreal ejerció su pastorado en Guadix. La obra compensa con los testimonios orales, más de cincuenta, la parte del arzobispado de Bueno Monreal que por razones legales todavía está vetada a los investigadores y espera a futuros estudios en los fondos del Archivo Secreto Vaticano.

El Paraninfo se quedó pequeño y hubo que habilitar sillas de otras dependencias para acoger a tanta gente. El autor de la biografía recordó otro homenaje a Bueno Monreal, ya privado del habla, en marzo de 1983. Era rector Guillermo Jiménez Sánchez y pronunció una conferencia el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, del que el obispo aragonés fue su vicepresidente en la Conferencia Episcopal.

Fue "siervo, bueno, fiel, prudente", las virtudes que según Benedicto XVI, y que recordó Juan del Río, deben acompañar a todo pastor de la Iglesia. De acuerdo con el modelo que después definió el papa Francisco, "la Iglesia no necesita apologetas de su propia causa ni cruzados de sus propias batallas". Bueno Monreal decía que en la letra del Concilio, él, que libró un pulso con un obispo preconciliar, no había "definiciones abstractas".

Un obispo concreto que se quedó sin habla pero siempre alzó la voz. Monseñor Asenjo enumeró algunas de sus obras: los seminarios de Pilas y San Telmo, el Patronato de Casas Baratas -más de doce mil viviendas para más de setenta mil personas-, las Cáritas Diocesanas y Parroquiales, que medio siglo después son herramientas insustituibles para mitigar los efectos de la crisis. También crea el Consejo de Hermandades y Cofradías, construye decenas de parroquias, pone en marcha los colegios parroquiales de "las barriadas populares" que Asenjo pretende relanzar e impulsa la Escuela de Magisterio Cardenal Spínola.

Cedió los dos únicos cuadros de Velázquez que existían en Sevilla, medió para la salida de prisión de activistas políticos y sindicales. En su testamento ológrafo dice que Sevilla le dispensó una acogida "que sobrepasa cuanto hubiera podido desear". Tras su estela vino el organista Ayarra. Nunca dejó de ser aragonés, como ese Dios del libro Teología en vaqueros de Manuel de Unciti, cronista del Concilio.

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