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Que el árbol sí deje ver el bosque

  • El caso Sergio Ramos eclipsa la realidad de un gran espectáculo de fútbol con puntos clave en juego.

Se presenta el Sevilla-Real Madrid más caliente que se recuerda en años. Quizá tenga algo que ver que es el partido en el que los de Nervión están más cerca en la clasificación de los de Chamartín también en años. Quién sabe. Todo el lío en torno al diálogo de Sergio Ramos con el estadio que lo vio crecer de forma precoz -e incluso marcarle un golazo al Madrid, tres meses y medio antes de ser traspasado- ha dado lugar a todo tipo de especulaciones. Distintas teorías conspirativas van y vienen según el color del prisma de cada cual. Y el lío se ha convertido en una auténtica tormenta, como una especie de árbol monstruoso que no deja ver el bosque. Y el bosque, si se abre la perspectiva, es que hoy hay un partido de fútbol, un espectáculo deportivo, con puntos en juego, nada más y nada menos.

Ítem más, no es un espectáculo cualquiera. Se enfrenta el líder de la Liga, el vigente campeón de la Liga de Campeones, con el inesperado aspirante, vigente campeón de la Liga Europa. Un auténtico choque de trenes a toda máquina, con las pulsaciones a 200 por minuto y motivaciones extra en cada bando. Por un lado, los sevillistas querrán reivindicarse ante la presión mediática de la capital de España y posicionarse junto a esa afición que se ha visto criminalizada por los que ven los toros desde la barrera y se permiten opinar sin conocimiento de causa, o, peor aún, con conocimiento de causa, de forma mezquina y prevaricadora. De otro lado, los madridistas querrán arropar del mejor modo a su capitán y líder espiritual, el hombre que representa el coraje hasta el final, el de los goles in extremis y la casta ganadora de la casa merengue, Sergio Ramos. Casta, coraje... Ojú.

4Puntos de diferencia. Los que separan al Sevilla del Real Madrid, aunque éste con un partido menos

Lo de hoy es mucho más que decirle a Sergio Ramos que no es sevillista, por mucho que él sienta que lo es porque lo ha sido desde chico y porque lo es su familia. Que el Madrid se cruzase en su camino no es sino una circunstancia vital añadida a la realidad de que el de Camas, antes de ser capitán del Madrid, era sevillista... y mucho. Algo le quedará. Otra cosa es que no sepa cómo refrenar su ímpetu ganador cada vez que se enfrente al Sevilla. Él es así. Y otra cosa es que haya caído en la trampa de acusar a los jóvenes ultras de Gol Norte de proferirle insultos cuando la animadversión hacia su persona por su supuesta traición es mucho más generalizada. Todo esto forma parte del circo mediático en el que, entre todos, con Javier Tebas a la cabeza, por supuesto, han convertido la Liga. Pero el lío de la Copa empieza a pasar de castaño oscuro y de esos insultos y esos gestos se puede llegar a una criminalización de la afición del Sevilla, que, como masa que es, no tiene una voluntad racional como puede tener un futbolista de élite o un directivo futbolístico. Dicho todo esto, rodeemos el árbol...

El bosque que se presenta es apasionante. El Sevilla de Jorge Sampaoli tiene encandilada a su gente y hasta con los suplentes fue capaz de echarle el pulso al Madrid y a los árbitros federativos, tan inconscientes ellos en su tendencia a favorecer al grande poniendo apenas un granito en la balanza. A cuatro puntos del Madrid, que tiene un partido menos por la disputa del Mundial de Clubes (ese otro espectáculo fatuo), el Sevilla aspira a reforzar sus credenciales como contestatario oficial al duopolio de la Liga ganando y situándose a un punto. Para ello, Sampaoli cuenta con toda su artillería. Podrá disponer del once de gala, más o menos el mismo que se dio un soberano paseo por la hermosa San Sebastián. Además, tendrá en el banquillo los refuerzos de invierno que tan grata impresión dieron en su debut, Lenglet y Jovetic. La ilusión está a punto de desbordarse en Nervión.

Enfrente, Zindedine Zidane acaba de batir el récord de partidos invicto de un equipo español en todas las competiciones, con 40 sin hincar la rodilla superando al Barcelona de Luis Enrique del curso pasado. El gol, a trompicones, de Benzema en el minuto 93 dejó de regalo al técnico galo esa marca estadística, una propina que sonó a excesivo castigo para el juego y el empuje desplegados por el corajudo y entusiasta Sevilla.

Llega Zidane con casi toda su artillería también. Reservó a pesos pesados el jueves, igual que Sampaoli, y apenas tiene las bajas de Pepe y Bale, amén de esos dos suplentes de lujo que son James e Isco. Pero Modric y Cristiano Ronaldo estarán en el once, frescos, en perfecto estado de revista. Así como Varane, otro de los que descansó el jueves, como hizo también Pareja en el Sevilla, ya que fue convocado pero no jugó. Sampaoli ni siquiera citó a varios de sus hombres clave: Mariano, N'Zonzi y Franco Vázquez. Y eso asegura frescura en tres futbolistas que tienen algo distinto que aportar a este Sevilla que va más desde que Nasri se volvió a subir al carro después de forzar precipitadamente ante la visita del otro grande, el Barcelona.

La primera parte de aquel partido es un buen ejemplo a seguir. Se prevé un partidazo, un gran espectáculo futbolístico. Lo otro es más propio de Gran Hermano, y no el de George Orwell precisamente.

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