Andalucía

Griñán hipoteca a Zapatero

  • Frazier muerde el polvo. El presidente copia el estilo de Arenas para derribar al líder del PP y estampa un golpe sin querer contra el maltrecho inquilino de La Moncloa

ERA el peor día para un desliz semejante. Griñán buscaba un cuerpo a cuerpo con Arenas en su última intervención. Soltó sus primeros golpes en defensa del presidente del Gobierno. El PP había votado en contra del decreto de ajuste en el Congreso porque quiere elecciones. Un acto irresponsable, porque si se hubiese rechazado el decreto el resultado habría sido un desastre. Y en esto le salió limpia la frase: "Que Zapatero sea malo no les convierte a ustedes en buenos". Un lapsus. Lo mismo lo piensa, pero fue un lapsus que supera alguno glorioso de Chaves.

El jefe popular se reía con las manos en la cabeza. España entera ha sido testigo del lance, porque ayer fue material destacado en todos los telediarios. Y en las filas socialistas más de uno se quedó helado. A Arenas, en todo caso, le duró la alegría muy poco. Un minuto después estaba recibiendo unos golpes que Griñán se había traído de casa bien ensayados. Y se le cambió la cara. Aquello acabó como los combates de Cassius Clay con Joe Frazier.

Frazier era campeón del mundo de los pesos pesados en 1971, cuando Cassius Clay volvió a los cuadriláteros, después de haber estado suspendido por negarse a ir a la Guerra del Vietnam. Era un boxeador duro y correoso. Buscaba siempre el cuerpo a cuerpo, el intercambio de golpes. Cassius Clay, por el contrario, basaba su estilo en el juego de piernas, en la estrategia, en medir la distancia y ser más rápido que el rival. Los dos habían sido campeones olímpicos, pero Clay era mucho más vistoso.

Arenas podría interpretar los dos papeles, pero está empeñado en los últimos meses en hacer de Frazier. Parece encasillado, haciendo siempre de sí mismo. El jefe popular practica un juego duro con Griñán que le ha permitido ganar algunos de los debates quincenales en el Parlamento andaluz. Hasta el punto de que en su entorno pensaban que el jefe socialista era frágil y fácil de desestabilizar. Fiel a esa táctica, ayer le dijo al presidente, entre otras lindezas, falso, mentiroso, soberbio, que tenía una empanada mental, derrochador, que no se le caía la cara de vergüenza con el ajuste antisocial y que era un hombre de hielo.

Griñán acostumbra a interpretar el papel de Cassius Clay, tan sobrado de facultades que a veces pierde el debate. El presidente ejercía ayer su habitual rol de profesor, de "gran analista de la macroeconomía", según el sarcasmo textual que utilizó Arenas para definirlo.

Y así iba la sesión, salvo el lapsus, cuando Griñán se descalzó los guantes, arrinconó a su rival y le sacudió una serie de golpes marca de la casa Arenas: reprochó al líder popular que su partido critique el cobro de cesantías, la utilización de coches y viviendas oficiales o la práctica enchufes, cuando él mismo había cobrado cesantía, utilizado vivienda oficial, no iba a su ministerio en bicicleta y entró enchufado en la administración.

Esta última afirmación dejó boquiabierto y con el rostro carmesí al líder popular, a quien se le heló la sonrisa que tenía desde el desliz. Griñán no se apiadó; afirmó que fue contratado a dedo y no consta en su expediente de funcionario laboral de la Junta en excedencia que pasara ninguna oposición. Javier Frazier había mordido el polvo.

Aparte de estos escarceos, el debate dio para mucho más: la cotización en el mercado de futuros de la coalición entre socialistas e IU para 2012 sufrió un serio deterioro por las medidas de ajuste que, en opinión de Valderas, causarán en Andalucía 100.000 parados más. Un tijeretazo calificado por el jefe de los izquierdistas como brutal, cruel, insolidario y injusto.

Valderas afirmó que el PSOE se había cambiado de bando y que el plan de ajuste era un atentado claro contra el estado del bienestar. Pidió saber de dónde se va a recortar en Andalucía y Griñán ofreció explicar con detalle todas las medidas en el próximo pleno, los días 9 y 10 de junio, en el debate sobre el estado de la comunidad autónoma. El presidente le recordó a Valderas que las medidas adoptadas en España han sido obligadas por la Unión Europea, que también las ha exigido a todos los demás países de la Eurozona.

Arenas buscó, como de costumbre, el cuerpo a cuerpo con Griñán. Le reprochó tocar las pensiones, cuya congelación supondrá 1.400 millones de euros, mientras el impuesto de patrimonio para los ricos, eliminado por el Gobierno Zapatero, suponía 1.800 millones al año. Griñán, en tono profesoral, dijo que el Fondo Monetario Internacional sostiene que el mundo ha rozado en mayo el colapso y la OCDE opina que Europa está en un momento crítico. Fue entonces cuando calificó de irresponsabilidad la votación del PP contra las medidas de ajuste en el Congreso.

Y fue entonces cuando Arenas le admitió que de haber triunfado los votos contrarios, quizá habría elecciones generales y en ese caso se abría un camino para la esperanza en España. Griñán le espetó que estaba por ver que si se convocaban las ganaran. Pero en aquel pasaje se le escapó lo "malo" que era Zapatero... No obstante, acusó al PP de oportunismo. Cuando Arenas era ministro se pasó de ocho a quince años la base de cotización de las pensiones y se aprobó con los votos socialistas. Ahora, sin embargo, no es posible que el PP apoye medidas del PSOE.

Griñán entró con dudosa fortuna a otro de los trapos que le tendió Arenas. El jefe popular presumió de estar siempre en la calle, en los pueblos, en donde no veía nunca a los socialistas, a los que echó en cara estar ajenos a la realidad de Andalucía. El presidente le respondió que él va poco por Marbella y Roquetas, que son los lugares cuyas calles frecuenta Arenas. Los alcaldes de ambas localidades protestaron más tarde por la ocurrencia.

En el acerado combate, Arenas cayó víctima de su propia medicina. Pero le quedó el consuelo de que su rival había hipotecado al presidente del Gobierno el día menos oportuno.

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