cinco llagas

Kipling, Gabo y San Juan de la Cruz

  • La oposición se envalentona tras la derrota de Díaz. Pero el resto de partidos también son damnificados; tendrán una rival más fuerte de lo previsto para las próximas elecciones

El líder del PP andaluz, Juanma Moreno, durante su intervención ayer en la sesión de control.

El líder del PP andaluz, Juanma Moreno, durante su intervención ayer en la sesión de control. / Raúl Caro / efe

Hay tres grupos de damnificados por el fracaso de Susana Díaz en las primarias socialistas. El primero es el de aquellos compañeros y compañeras que la apoyaban y que ahora ven sus empleos amenazados, con sus cargos públicos o puestos orgánicos en el alero. El segundo, menos evidente, es el los que tenían pretensiones de sucederla en la Presidencia de la Junta o en la jefatura del socialismo andaluz. Que serían más de los que sonaban.

Hay gente se mira al espejo por la mañana y ve un presidente o secretario estupendo. Además, los agraciados con estos puestos dejarían otros libres y correría el escalafón. Tanto en el primero como en el segundo grupo hay decenas de afectados por los daños colaterales de esta guerra civil socialista.

Y hay, finalmente, un tercer grupo, mucho más reducido, formado por los jefes de los partidos de la oposición, que estaban encantados de ver partir a la trianera rumbo a Ferraz, porque con cualquier otro candidato socialista pensaban que tendrían más posibilidades en las próximas autonómicas.

Ayer la presidenta tuvo ocasión de verse con los componentes de esta tercera categoría de damnificados en la sesión de control en el Parlamento andaluz. Y hubo de todo. Utilización frontal de la derrota por parte de Moreno (PP), uso parcial de Maíllo (IU), ignorancia absoluta de Rodríguez (Podemos) salvo un rejón final y beatífica alusión de Marín (Ciudadanos).

Moreno Bonilla estaba tan enfadado que podría interpretarse que pensaba que se le había escapado una gran oportunidad al quedarse Díaz Pacheco en su puesto y con el de futura candidata autonómica. La atacó por todos los flancos. Primero le reprochó haberse dedicado en los últimos dos años a maniobras y conspiraciones en el PSOE. Después, por decir en un golpe de ansiedad, que se quiere ocupar de Andalucía. A continuación por poner siempre por delante al PSOE. Y sucesivamente, de ser una pésima gestora a la que sus compañeros de partido de fuera de Andalucía no le han comprado el modelo, y un 36% de los de dentro tampoco.

La presidenta lo pilló en este punto. Le dijo que estaba dando rienda suelta a su frustración, que tenía obsesión con su marcha, para no tener que enfrentarse a ella. La resaca general afectaba tanto a Susana como de sus adversarios, aunque la ronquera de la presidenta la delataba más. La pregunta de Juanma versaba sobre la falta de convergencia andaluza con la economía nacional, superada por Galicia, Castilla León o Murcia… Y por ese lado las explicaciones de Díaz no fueron tan convincentes. Sobre todo, porque Andalucía no ha convergido con España en absoluto en los 35 años de autonomía. Era el 75% del PIB nacional en 1982 y ahora también.

Aquí Díaz sacó la cachiporra y sacudió a Juanma en el trasero de Rajoy: acusó al Gobierno de evitar inversiones en infraestructuras, de no realizar planes de empleo, de no atender a la dependencia… En su dúplica, el jefe del PP la acusó de soberbia, y le pidió humildad: "Sólo le falta decirnos que ha perdido porque ha querido". La presidenta se defendió con el latiguillo de primero España, después el PSOE y finalmente los intereses personales, que le valió contra Pedro Sánchez y le encajó con Juanma Moreno.

Con menos crispación, Maíllo también le entró por la derrota electoral antes de plantear cómo mejorar la autonomía municipal. Citó el famoso poema If de Rudyard Kipling para decirle que si se encuentra con el triunfo o el fracaso debe tratar a esos dos impostores con la misma indiferencia. No fueron bien recibidos tan caritativos consejos y Díaz le contestó desabrida que ella estaba allí porque una mayoría de andaluces la había puesto y que él estaba en la oposición por lo mismo.

Ahí hizo un quiebro para recodarle a su "nuevo jefe, el señor Pablo" sin venir mucho a cuento y a continuación explicó lo mucho y bueno que hace su gobierno por el municipalismo. Maíllo tiró de la letra de la Internacional para replicarle que él no tiene ni jefes, ni dioses, ni reyes, ni tribunos. "Esa canción que ustedes cantan ahora; ah no, que no son ustedes, que son los otros", le dijo en un tono que no parecía hiriente, pero lo era. Díaz repitió varias veces en sus respuestas, como otra muletilla, que el suyo era un gobierno progresista y de izquierdas. El líder de IU reclamaba que las transferencias a los ayuntamientos no fueran en su mayor parte finalistas y ella utilizó el límite de gasto impuesto por Montoro para negarse.

Hubo más. En su remate, Maíllo le dijo que ahora tiene que haber cambios. Cambio de Gobierno, porque el que hay está obsoleto, sin ideas, agotado e hipotecado. Y cambio de actitud. En día tan señalado Maíllo hizo gala de su condición de hombre leído para citar a San Juan de la Cruz: "uno se encuentra en el centro de la humildad". Se refería el místico a la experiencia existencial; léase en este caso derrota. Ella, "con toda la humildad", le volvió a recordar que está ahí porque han querido los andaluces .

A Juan Marín le sobró todo el discurso, porque el día anterior la presidenta le había prometido que abordará la reforma de la ley electoral. "Se nos llena la boca hablando de igualdad, pero luego los votos de todos los andaluces no valen lo mismo", decía el hombre con cierto desconsuelo. Parece que Ciudadanos se ha creído la promesa. Otras muchas, hechas en el Parlamento duermen el sueño de los justos.

La jefa regional de Podemos llegó atacada y con la espada de fuego a la sesión. Habló más rápido que nunca y más alto que nunca. Si hay que medir el grado de perjuicio que la permanencia de Díaz genera entre sus competidores, la ansiedad de Teresa Rodríguez la colocaría en primer lugar. Arremetió contra la presidenta por haber participado en un congreso internacional sobre cambio climático celebrado en Huelva hace dos semanas, patrocinado por Repsol, Cepsa, Endesa, Gas Natural y Atlantic Copper. Susana Díaz no daba crédito, pero no tenía el día para broncas. Teresa mencionó el árbol en casa del ahorcado: "no haré leña del árbol caído".

Susana fue ayer, más que nunca, un personaje literario. Pedro Sánchez la puso en el trance. En el debate le recordó que había promovido 32 gestoras a lo largo de su carrera. 32. Y las ganó todas, menos una. Hay a quien le fue peor. El coronel Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió todos. Puro Gabo.

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