Universo Blázquez

El empresario gaditano que se inventó el Circuito del Sol ha conseguido reunir en Montenmedio 1.600 caballos y decenas de millonarios en la gran cita hípica mundial de la pretemporada

El empresario gaditano Antonio Blázquez, propietario de Montenmedio. en el 'meeting point' del Circuito del Sol.
El empresario gaditano Antonio Blázquez, propietario de Montenmedio. en el 'meeting point' del Circuito del Sol.
Pedro Ingelmo Vejer

12 de marzo 2015 - 05:04

John Withaker, el jinete más famoso del mundo, saluda jovial. "Hi, Antonio". Mira, un jeque árabe en zapatillas deportivas y el jeque árabe te habla en un inglés que podría ser o no ser inglés, pero es el idioma de la pasta, de la pasta de verdad. Por allí va la dueña de la cadena de hoteles Barceló. Hey, el presidente de Sony, nada menos. Diana Bartolini, la mujer de uno de los grandes de la bolsa de Londres, no puede faltar porque tiene casa aquí con ocho personas a su servicio. Y Marc Armstrong, feo como un galápago, pero muy simpático y con los billetes saliéndole por las orejas, buen tipo. ¿De dónde le salió el dinero? Aquí nadie pregunta a nadie, es mejor no preguntar, hay dinero y punto. Es conocido que fue aquí, en Montenmedio, "in the middle of nowhere", a los pies de Vejer, donde la principal accionista de los supermercados franceses Alcampo pagó cuatro millones por un semental; un caballo, quiero decir. Se lo compró a un belga, Francoise Matisse. El semental, el caballo, se llamaba Kaman, no veas el caballo cuando le echa el ojo a una yegua. Esto es otro mundo. Por un camino que da acceso a El Soto, un modesto núcleo de viviendas de campo donde hace años su principal evento anual era la feria del pimiento, en la frontera entre el término municipal de Vejer y Barbate, uno de los pueblos de España con mayor tasa de desempleo, aparece como de la nada el otro mundo.

"¡El gran Toño va a dejar de fumar! ¡Una mierda para el gran Toño! Tiraba los cartones por la ventana, fuera el tabaco. Y en cuanto mis hijas se daban la vuelta salía a la carrera para recuperarlos. Fumaba cinco cajetillas a diario. Fumaba en todas partes, me escondía, en el cine, en las clínicas de desintoxicación de tabaco. En todas partes. Y me bebía una botella de güisqui al día y una vez me comí 48 huevos fritos uno detrás de otro". Sí, eran los años en que con su BMW 12 cilindros Blázquez batía récords de velocidad en el Cádiz-Madrid. Da igual, ya ha prescrito. Antonio Blázquez, gaditano de la plaza Mina, es excesivo en todo, uno de los empresarios más peculiares de España. Tiene una filosofía de vida: "Estar vivo y divertirse". Lo lleva a rajatabla.

Estamos sentados en el meeting point tomando café y viendo a los mejores caballos del planeta, a los mejores jinetes del planeta, saltar y saltar. En una pantalla aparece el nombre del competidor, su nacionalidad y el nombre del animal. Por la megafonía anuncian que esta noche hay una barbacoa y que el participante ha logrado cero puntos, que es lo mejor que se puede conseguir en este deporte. Cero. No hay muchos deportes en los que el cero tenga tanto valor.

Si esto fuera fútbol, ese caballo se llamaría Cristiano Ronaldo, si esto fuera la NBA ese jinete sería Pau Gasol, si esto fueran los Oscar Antonio Blázquez sería, lo menos, Jack Nicholson. Estamos en el otro mundo, el Circuito del Sol, la mayor concentración invernal de caballos y millonarios de Europa. Se celebra hace 21 años. Hace 21 años que Antonio Blázquez, siempre con su sombrero, dejó de fumar. Montenmedio le quitó del tabaco, cuando alguien, un tal David Browne, un gurú de esto fichado para seleccionar al equipo de saltos español, le dijo 'somos muy malos porque no nos medimos, no salimos fuera. Tráete a los buenos aquí'. Blázquez improvisó unas pistas en esta finca que había comprado hace poco, y se fue a ver a Jesús Gil, cuando era alcalde de Marbella. Le recibió en una sala, con ocho personas rodeándolo, como un capo, y, como si fuera Marlon Brando, le dice "haz lo que tengas que hacer, pero que no me cueste el dinero". Uno se figura la escena y dibuja a ese Jesús Gil ahorrativo. Curioso. Blázquez hizo una mueca, no vengo a pedirte dinero y montó el circuito, que era circuito porque circulaba. Ahora ya no, ahora todo es aquí.

Ahora los excesos los podemos medir de otro modo: 1.600 caballos -1.600 caballos son una barbaridad de caballos-, cada uno en sus boxes, cada uno con ocho personas cuidándolo, once pistas verdes, unas cuantas más de arena, 300 personas de la zona trabajando, 150 obstáculos, y cada uno tiene su propio diseño y vale entre 400 y 2.000 euros. Abrir este universo, el universo Blázquez, cada año, cuesta no menos de tres millones de euros, más un millón de euros en premios, aunque aquí la gente no viene por los premios. Es la pretemporada de los fórmulas 1 del salto. Para que sea viable, por tanto, hay que sacar no menos de cinco millones. No hablamos de calderilla, aquí nadie habla de calderilla aunque haya menús a ocho euros en los restaurantes que están abiertos en el recinto, "esto está abierto a todo el mundo".

Para entender esta locura hay que entender a Blázquez, si es que es posible entender a un hombre que vendió carne en salazón a Brasil, el mayor productor de carne del mundo, que compró todo el mosto de la región de Mendoza para destilar alcohol para África, que compró la televisión local de La Janda para tener un programa de gastronomía y ser el primero en Andalucía en comer pescado crudo, que sacó granito del Sahel, el desierto de Mauritania, para hacer encimeras... "Yo vendo hielo a los esquimales", se define. Y de todos esos proyectos extravagantes que salieron unos bien y otros no tanto, él asegura que Montenmedio siempre fue la GRAN frustración. Pedimos otro café y agua.

Wellington. Para un español de a pie Wellington, "en el quinto infierno", cerca de Palm Beach, aproximándose o alejándose de Miami, da grima. Como Montenmedio, tenían un circuito de caballos cuando no había caballos en Montenmedio. Blázquez fue a aprender. ¿Qué vio? Millonarios. Por entonces no había tantos. Ahora Wellington es el ecosistema de los ricos. Sotogrande es un arrabal comparado con Wellington. "Vi el embrión. Por entonces había quince o veinte casas de millonarios. Ahora hay mil y cada uno tiene quince o veinte caballos. Todo es multiplicar. Y yo multipliqué". Dinero llama a dinero y los ricos, con las precauciones que cada uno tenga, pero es irrebatible, dejan un rastro de dinero. Pensamiento de Blázquez: hagamos en Montenmedio la ciudad del caballo, nuestro propio Wellington. Mil ricos son como mínimo 8.000 empleos: "¿Qué industria genera ese empleo? Ni la Seat genera ese empleo. No me van a comprar casas a mí, van a comprar casas a todo dios...".

Tanto tiempo después, Blázquez considera que de todos sus proyectos rocambolescos, ése, que no lo era tanto, fue su gran bluf. "Empezaron a decir que estaba construyendo cientos de apartamentos ilegales, que tenía abiertos hoteles clandestinos... Yo qué sé lo que decían. Y sí, que era amigo de Felipe González, que lo soy, pero no de vernos todos los días, vaya y yo no tenía nada de eso, yo tengo el culo bien limpio, no tenía tapujos ni hostias. Pues no, todo se fue al carajo..."

Sin la Ciudad del Caballo, su Wellington gaditano que nunca fue, le queda este momento. En un cochecito de golf recorremos este universo, el universo Blázquez, y entramos en las calles de los boxes, donde mozos y mozas caucasianas habitan entre caballos limpios como recién nacidos esta ciudad que se levanta cada invierno. Luca Manetta, una ganadería italiana chipén, como si fuera el Ferrari de los coches, se trae treinta caballos, Shearwater, que es como McLaren, se trae cincuenta. Más de 400 camiones, que, en algunos casos, son como villas de lujo, están aquí concentrados. Tienen matrículas rusas, japonesas, belgas, holandesas... No te das cuenta de este negocio hasta que no te zambulles en este negocio. Esto, también, es un enorme mercado, un parqué a cuatro patas. Todo lo que hay aquí, todo lo que de algún modo se exhibe, tiene un enorme valor, entendamos lo que entendamos por valor.

El hombre que es capaz de vender hielo a los esquimales piensa ahora en la bahía de los flamencos, convertir la marisma en un lago con bungalows a precios prohibitivos, sólo para los que no se prohiben nada. Recuperaría la laguna de La Janda y quizá la llenaría de yates. Blázquez sueña cosas imposibles y algunas, como el Circuito del Sol, por raro que parezca, se hacen realidad. Hay que entrar aquí, en el universo Blázquez, para ver qué es esto. El otro mundo.

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