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Coronavirus Andalucía

Un corticoide es el menos malo de los tratamientos

  • Los médicos han reducido levemente la mortalidad de los enfermos con un limitado cóctel de antiinflamatorios, inmunosupresores y anticoagulantes

Una sanitaria sostiene dos recipientes con solutos en el laboratorio del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla.

Una sanitaria sostiene dos recipientes con solutos en el laboratorio del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla. / Juan Carlos Vázquez

Los virus son patógenos difíciles. A diferencia de las bacterias, la ciencia raramente dispone de tratamientos específicos que actúen directamente contra los virus para destruirlos. Hay las terapias llamadas de soporte, que son los tratamientos que mejoran los síntomas provocados por la infección. Poco más. Por eso, los médicos apenas prescriban ante un resfriado común o frente a la gripe de cada invierno –enfermedades normalmente leves causadas por un virus– un antitérmico que baje la fiebre alta o un antiinflamatorio que reduzca los molestos moqueos que caen en canalones o las toses que hacen temblar las paredes del vecino.

Con el coronavirus que ha causado la actual pandemia ocurre lo mismo. Después de seis meses, no existe un medicamento específico frente al SARS-CoV-2 ni son demasiadas las esperanzas de que se halle. A la espera de una vacuna que aumente la inmunidad de la población, los médicos han empleado el polvorín de fármacos que tienen a su disposición para intentar reducir la gravedad y, sobre todo, bajar las tasas de mortalidad de los pacientes críticos que ingresan en los hospitales.

Y algo están consiguiendo. El principal responsable es un corticoide sintetizado en la mitad del siglo pasado, la dexametasona, un potente antiinflamatorio que se ha revelado como el menos malo de los medicamentos para reducir el número de muertos con coronavirus.

Menos muertes y menos UCI

Los datos están ahí. No son espectaculares, pero son. La mortalidad entre los enfermos graves que acababan falleciendo se ha reducido de un 20% a un 15%, hablando en términos promedios, comparando la primera y segunda ola. El porcentaje de enfermos en las UCI de los hospitales andaluces, en comparación con el total de ingresados, se ha reducido de un 16% durante el pico de la pandemia al 13% actual.

Y el principal responsable no ha sido ni la famosa hidroxicloroquina que tanto furor causó la pasada primavera ni el remdesivir que tan célebre se hizo después. Ni uno ni otro han ofrecido resultados relevantes a la hora de reducir el número de días del enfermo en el hospital ni el número de muertos.

Evidencia consistente

Jesús Sierra, farmacéutico en el Hospital Universitario de Jerez, lamenta que "sigamos sin tener un tratamiento eficaz, es decir, que tenga un gran efecto sobre la mortalidad", aunque admite que con la dexametasona y "poco más hayamos logrado reducir" la mortalidad de los pacientes más graves.

La menor gravedad de la enfermedad tiene que ver con que la mayoría de los casos actuales cursan en personas de bajo riesgo. "Pero es cierto que ya tenemos evidencia consistente de que los corticoides son capaces de reducir la mortalidad en pacientes con determinada situación", explica Jesús Rodríguez Baño, jefe de Infecciosos del Hospital Universitario Virgen Macarena (Sevilla).

Hay datos, explica Rodríguez Baño, que sugieren que algunos inmunosupresores "podrían ser útiles en pacientes que desarrollan una situación de hiperinflamación sistémica, que son los que ocurren en la segunda fase del Covid-19, cuando se produce la explosión de las defensas que genera el ahondamiento del virus en nuestros organismos.

Con todo esto, junto con el mejor manejo de la insuficiencia respiratoria y el uso de anticoagulantes en determinadas situaciones, "estamos consiguiendo mejorar el pronóstico de los pacientes con Covid-19 grave". Pero estos avances –avisa el especialista– "son aún insuficientes".

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