El difícil arte de la concreción

Nieto defiende sus políticas por su pragmatismo y ensalza el plan '50 obras, 50 barrios' Ambrosio da a conocer su programa cultural y reclama ahora que se abre ya el C4 Gómez apela a la intangible marabunta y Vilches se reivindica como espíritu joven

Félix / Ruiz / Cardador

13 de mayo 2015 - 01:00

Ala política municipal se le presupone la ventaja de que vive apegada al terruño, a lo concreto. Puede resultar prosaica para las almas núbiles, pero supongo que no son pocos los que prefieren la discusión palpable sobre parques, tasas del cementerio y acerados que los discursos sobre mundos sutiles, ingrávidos y gentiles como pompas de jabón, que decía Antonio Machado. En campaña, sin embargo, la tentación de la vaguedad con aires pseudopoéticos está ahí, siempre lo estuvo, y por eso de mandar mensajes cortos y se supone profundos se acaba degenerando en soflamas que vienen a tener en la mente del elector la misma permanencia que el Córdoba CF en Primera: un melancólico suspiro. Ya decía Chejov, gran maestro del realismo ruso, que si en un texto quieres demostrar que tu personaje está triste lo mejor no es decir que está triste sino sacarlo a la calle y que vea la luna reflejada en un mísero charco. Concreción, pues, señores. Aunque natural parece la tendencia de los candidatos a quedarse en las bondades de la abstracción y la generalidad y olvidarse de que la política municipal es algo más: barrios, planos, presupuestos, obras.

El alcalde, de hecho, hizo ayer una apología de lo concreto mientras presentaba un nuevo parking en la Fuensanta, el cuarto que anuncia en lo que va de campaña. Nieto anda en estos primeros días de gira por los barrios, y allí despliega mapas y anuncia zonas verdes y elogia ese plan minimalista de 50 obras, 50 barrios con el que defiende la capacidad del PP para diseñar políticas apegadas al terreno y pragmáticas, esas que logran afectar a la vida diaria de la gente. Atrás quedan en la historia popular vaguedades como la herencia recibida o el pacto de sillones de los tiempos de Merino. Toca calarse el casco, y se agradece, pero tampoco están ellos para dar lecciones de praxis pues también tienen en su ayer momentos de retórica parda. Cadáveres metafóricos en el ropero.

A la que se avista en las encuestas como principal rival de Nieto, Isabel Ambrosio, le cuesta por su parte horrores esa bajada a tierra y su campaña tiene tendencia a perderse entre las nubes. Igual que un globo de Bob Esponja por los cielos de la Feria. Ayer, por ejemplo, habló de darle uso durante los inviernos a los cines de verano del Casco Histórico, pero apenas fue más allá de decir que tal utilidad será social y deportiva. Lo mismo le sucedió el lunes cuando presentó un plan de deporte base al que parecía faltarle cuerpo. Y anoche, cuando dio a conocer un programa cultural de aliento poético y con una de esas contradicciones en las que a menudo cabalga. Así ocurrió que ella, exdelegada de la Junta hasta hace tres días, se unió a ese coro de voces que reclaman a la administración autonómica desde hace meses y meses la apertura del C4. Da la sensación de que a la candidata se le ha abierto los ojos con esto de la campaña... La realidad, y fuera de ironías, es que no le quedaba otra que pasar por este trago amargo si quería optar a la Alcaldía.

En el caso de Rafael Gómez resulta difícil saber cuando avanza por la concreción o por la abstracción, porque su reino tal vez no sea de este mundo. Su campaña tiene rasgos de poso viejo, como el coche electoral que tienen dando vueltas por la ciudad y que anuncia las bondades de lo que sería su gestión, con bajada de impuestos, viviendas sociales en cantidades ingentes y la cultura y el patrimonio supeditados al sacrosanto interés turístico. Hasta ahí, guste más o menos y sea creíble o populista, cierta concreción, pero luego viene él y saca su discurso y todo pasa a otro término. Ayer así fue cuando, una vez más, retó a los periodistas con mirada furibunda antes del Pleno y anunció la llegada de esa marabunta electoral en la que tanto confía, y a la que ha hecho célebre, pero que no acaba nunca de llegar para su desesperación.

A Izquierda Unida le toca en esta campaña el papel ingrato de jugar a la contra y con la memoria del pasado como leit motiv. Parece que le cuesta al candidato García salir de esa dinámica de crítica del PP para presentar un proyecto propio y concreto. Se plantó ayer, por ejemplo, en la Normal de Magisterio y habló de forma abundante de los desastres de la gestión popular con el Urban Sur. La idea que mandó es que tendrán que ser ellos los que arreglen los horrores que le achacan a Nieto, porque de ellos es la mayor parte de la historia democrática de esta ciudad, y eso es pura matemática. Lo que no suele decir García es cuál es su idea para deshacer los entuertos. Se suele quedar en la revindicación del ayer, con el riesgo de que el elector rememore la carriola de Rosa o el Palacio del Sur. Que en todo pasado hay sombras, irremediablemente. También en el de IU. Y muy concretas.

A Ciudadanos, y en especial a su candidato, le están lloviendo críticas por cierta tendencia que tiene a irse por las ramas y a torear con mano de artista en lo dialéctico. Le vino bien esa habilidad ayer, pues no era fácil salir del aprieto en el que le puso el líder de su formación, Albert Rivera, cuando dijo el lunes que la regeneración española han de protagonizarla los nacidos en democracia. A sus 73 años, Vilches dijo que por dentro le anima un espíritu joven, y a otra cosa mariposa. No pecó el juvenil aspirante de inconcreto como otras veces, sino que acudió a la puerta de la Gerencia de Urbanismo para prometer una oficina unificada para emprendedores y cursos de reciclaje para los funcionarios.

Las encargados de cerrar el martes electoral fueron las animosas gentes de Ganemos, que se fueron hasta Las Tendillas para meterle temperatura a su campaña junto a la líder andaluza de Podemos, Teresa Rodríguez, que se mostró como una ardorosa mitinera, con tablas. Se habló allí mucho de ricos y de pobres, e incluso el candidato, Rafael Blázquez, se metió en la guerra de Iraq y otros asuntos de tan honda cordobesía como ése. Algunos datos sobre las políticas sociales del PP sí que se dieron, pero lo que más sobresalió fue una parábola de ratones y gatos de Rodríguez y su ambición de darle al pueblo la felicidad. Nada menos que la felicidad. Más abstracto que eso nada hay.

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