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No están sólo las curas de aguas en los balnearios, que conocen las consecuencias positivas de emplear el contraste de las temperaturas con fines terapéuticos. Hay también un tipo de personas que acostumbra a bañarse en aguas heladas y otro, más frecuente, que se resiste a abrir el grifo caliente en el cuarto de baño. La ducha fría, además de frenar los más mundanos impulsos, puede procurar la mejora de la salud de las personas. Es una de las conclusiones de un reciente estudio encabezado por el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada, que viene a concluir que la exposición al frío, una leve exposición al frío, puede mejorar la salud cardiaca de las personas.
El estudio, dirigido por Jonatan R. Ruiz, ha consistido en la medición de los cambios de los valores de las grasas de adultos jóvenes que se habían sometido a una hora y a dos horas de frío. Eran tres tipos de muestras de sangre las que se sometieron al análisis: las de las personas no expuestas a bajas temperaturas, las mismas pero expuestas a una hora de frío y las mismas después de dos horas. Estas últimas muestras fueron las que registraron unos niveles más óptimos de ácidos grasos poliinsaturados omega 3 y omega 6, que están vinculados a una mejor salud del corazón y el metabolismo.
Como es de conocimiento común, los ácidos grasos poliinsaturados son fundamentales para el buen funcionamiento del organismo. Estos lípidos, cuya concentración se ve optimizada con los mencionados aportes de frío, actúan en diversas reacciones naturales relacionadas con la regulación del metabolismo, con el sistema inmune y con la reducción de la inflamación. Como resultado, queda un perfil cardiometabólico más saludable, como menor cantidad de grasa corporal y mejores niveles de azúcares.
Las personas con sobrepeso u obesidad no se ven favorecidas por estas curas de frío. Ha sido otra de las conclusiones a la que ha llegado el equipo del Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada junto a especialistas de las universidades de Granada, Almería, Barcelona y Ámsterdam. En su estudio, los científicos han concluido que los niveles de los omegas aumentaron más en personas con un peso normal en comparación con aquellas con sobrepeso u obesidad. De ese modo, los cambios que el frío produce en los niveles de las grasas saludables no se corresponden a los valores esperados en la población con una mayor grasa corporal.
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