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Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Ex presidente de la Junta de Extremadura

"Hay gente en el PSOE que ilusionaría al electorado... pero no son jóvenes"

  • El que fuera poderoso barón socialista observa con escepticismo el panorama político actual, en el que, considera, se ha quebrado la alternativa que hacía funcionar el sistema.

"Cuando un alpinista sube un ocho mil todos nos ponemos de su parte, seguimos su hazaña, nos emociona. Pero el alpinista tiene que bajar. ¿A quién le importa el descenso? Los políticos de mi generación escalamos un ocho mil, sentíamos el aliento detrás porque estábamos conquistando la libertad. Ahora estamos bajando y no interesamos a nadie".

Juan Carlos Rodríguez Ibarra (Mérida, 1948), vieja guardia de la Transición, baja el ocho mil. Venía en su juventud del marxismo, de leer sin entender a Lenin y compañía, y con su bisoñez, su célula o lo que fuera, un grupo de amigos con barbas y un cigarro tras otro, invitó a Alfonso Guerra a una encerrona. Corrían los últimos 70. Acudió Guerra "y nos pegó un baño. Él sí había leído y entendido a Lenin, a Gramsci... Qué lección de teoría política. A mí me ganó". Así empezó su andadura el que sería uno de los barones más sólidos del PSOE.

Ahora, con esfuerzo y tras un infarto, el ex presidente de la Junta de Extremadura no fuma. Le costó. Escéptico como todo fumador que no fuma, observa desde una descansada distancia. Su caso, siendo quien fue, es una rareza. Dejó la presidencia, renunció al sueldo de ex presidente, se fue a la universidad y se jubiló . Sigue escribiendo sobre política y colabora como analista en Radio Calamocha, un pueblo de Teruel con menos de 5.000 habitantes. "Me hicieron la propuesta con tanto entusiasmo que no pude decir que no", comenta con una sonrisa.

Arropa en Cádiz a un viejo amigo, gaditano, el cirujano Salvador Pascual, investigador privado, en el sentido de que indaga con cargo a la fundación de su familia. Con Jesús Usón, socarrón aragonés, también presente, levantaron en Cáceres el Centro de Cirugía de Mínima Invasión, un oasis científico que es el orgullo extremeño de Rodríguez Ibarra. "Gracias a Salvador y a Jesús pusimos Extremadura en el mapa de la ciencia mundial, pero tú has venido a aquí a hablarme de política". Me encojo de hombros. "Me encanta hablar de política".

Y se lanza a su particular teoría sobre las izquierdas y las derechas, el ibarrismo: "La derecha piensa con las vísceras; la izquierda filtra las vísceras por la cabeza. La derecha piensa que el diferente es peligroso; la izquierda, no; el de derechas piensa que todo lo que gana es para él; el de izquierdas piensa que hay que revertir a través de impuestos lo que se gana...". "Hay gente de derechas que razona, que paga sus impuestos", rebato. Se sonríe y eleva su dogma a indiscutible: "Entonces es de izquierdas y no lo sabe". "Y gente de izquierdas que no paga impuestos". "Es de derechas y no lo sabe".

Político de raza, asiste con desolación al desplome de la imagen de sus herederos. "La profesión más decente es la política, pero es la única en que el perro come perro como base de su dieta". La reflexión le sirve para un reproche: "El sistema democrático se asienta en un juego de alternativas. Lo que ha pasado ahora ha sido grave: se ha desautorizado a la alternativa. Hasta ahora, por el desgaste, un coche se averiaba y tomaba el camino la alternativa mientras el otro se reparaba. En esta ocasión, mientras se estaba reparando el coche, el que estaba en circulación se ha dedicado a asfixiar a la alternativa. ¿Resultado? Una gran parte de la población piensa que los dos coches son el mismo coche. Y así surge Podemos, que puede hacer este país ingobernable".

A su partido lo ve, más que ante una mala perspectiva, ante una encrucijada: "El escenario del PSOE, si aciertan las encuestas, es gobernar con el PP, que se pensará que lo hace para salvar su culo, o con Podemos. La opción uno lo mata; la dos, también".

Ibarra se desespera ante "la capacidad de generar noticias negativas" del partido, percibidas como "lucha de poder. Es imprescindible generar un proyecto político que emocione". ¿Hay gente dentro del partido, en esta nueva generación, para esa tarea?. Y sale del viejo dirigente una maldad: "Muchísima gente... pero no son jóvenes".

Sí elogia la vena estratégica de una persona joven, Susana Díaz: "En el calendario electoral Andalucía era la última. En un rally, el último que sale se llena de barro. Si sales primero, que es lo que ha hecho ella, tienes el camino despejado, aunque te puedes encontrar con baches que no conoces y te la pegas. Si Susana pierde estas elecciones, el PSOE está muerto, pero Podemos aún no está asentado en Andalucía y el candidato de la derecha no parece dar la talla". Susana gana, el PSOE no está muerto, pero ¿qué hace Susana? "Si hay que coger un tren, el de las generales, ahí está ella, pero lo inteligente sería no cogerlo y consolidarse como vía de futuro".

Según el análisis de un veterano analista, esa consolidación tiene sus problemas. "Podemos no va a ayudar a nadie, IU tampoco y el PP sólo apoyará a cambio de ser apoyados ellos en las generales, que sería una estocada". Mal panorama para un hombre convencido de que "la política tiene que cambiar. ¡Si mi hija habla con Madonna, cómo un ciudadano no puede hablar con su diputado provincial! Google ha cambiado la relación del médico y el paciente, del padre con el profesor, del conductor con el mecánico... ¿y no podemos cambiar la relación del ciudadano con el político?".

Ibarra, de retirada, ve las cosas claras y mira a la nueva generación que les ha jubilado. ¿Ellos ven las cosas claras? "No sé, es otra generación..." Una que no escuchó la lección magistral de Guerra sobre Marx y Gramsci. Pero Marx y Gramsci son tan lejanos...

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