Claudio del Campo, pintando la fotografía | Crítica

Claudio del Campo, mensajero del arte

  • El Cicus acerca el trabajo de autor de un creador reconocido por sus fotografías para catálogos de artistas. Rafael Ortiz es el comisario de la muestra

Carmen Laffón con su sobrina Carmen (2000).

Carmen Laffón con su sobrina Carmen (2000). / Claudio del Campo

Toda exposición desborda los límites de la sala y las fechas de la muestra. La exposición sedimenta en el catálogo. El catálogo es el vehículo inicial para coleccionistas, galeristas, críticos e investigadores. Después, llegarán la visión y el juicio reposados en el estudio o el taller del artista. El catálogo no basta para conocer la obra de un artista pero tiende la primera comunicación.

Estas imágenes iniciales, claves de una primera mirada, han surgido, para muchos autores, de las fotos de Claudio del Campo. Tiempo atrás trabajaba con un laborioso utillaje: lámparas que el mismo seleccionaba, grandes telas para cubrir el espacio alrededor del cuadro y evitar reflejos contaminantes, cámaras y juegos de lentes elaborados por él mismo. Hoy las cosas son más sencillas aunque sólo en apariencia: los medios ideados por Del Campo para lograr la mejor imagen están en otro lugar. Los ha ido extrayendo del inventario digital, con la misma atención, estudio y selección personal con que buscaba e ideaba recursos para la fotografía analógica.

Pero apenas conocíamos el arte de este mensajero del arte. Poco sabíamos de Claudio del Campo como autor. Ahora sabemos algo más gracias a Rafael Ortiz, comisario de la muestra, y a la Universidad de Sevilla que aloja sus fotografías.

La exposición se divide en cuatro secciones. Hay una foto excelente de la Giralda, del cuerpo de campanas, pero más que la gran arquitectura, la cámara busca las miradas que se arraciman en los altos ventanales. Es la sección La mirada de la mirada. En ella, La expresión firme de Claudio Díaz, la mirada concentrada de Santiago del Campo, los ojos serenos de Jaime Burguillos o Juan Romero se completan con singular versión del artista y su modelo, el diálogo tierno y divertido de Carmen Laffón con su sobrina Carmen, entonces una niña.

Del apartado Situaciones destaco la imagen de Manolo Vázquez posando para Santiago del Campo. La quietud del torero, inmóvil pero no inerte, desconcierta. La obra en la fachada del Teatro Central de Nuria Carrasco opone la figura del arte a la del concienzudo instalador.

Sobre una obra de Nuria Carrasco en la fachada del Teatro Central (1997). Sobre una obra de Nuria Carrasco en la fachada del Teatro Central (1997).

Sobre una obra de Nuria Carrasco en la fachada del Teatro Central (1997). / Claudio del Campo

Entre los Lugares hay también contrastes de interés. A la Torre Pelli -que una tormenta y un gran arco iris le restan espectacularidad- se oponen fotos de lugares vivos: camareros que limpian un bar al filo del cierre (el viejo Bar Laredo), calles vibrantes o un molino en Córdoba, junto al río, poblado de palomas.

Tempus fugit, último capítulo. Dos imágenes justifican el título: una recoge al Puente de Alfonso XIII desmontado en el Muelle de las Delicias y la otra sostiene la mirada, desde las cubiertas de la catedral hasta el Puente del V Centenario.

La exposición merece la visita que no será rápida. Las dimensiones de la sala y deficiencias de la iluminación le restan eficacia pero se compensan con las cuidadas imágenes del catálogo.

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