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Antonio Rey | Crítica

Un alarde de virtuosismo rítmico

Antonio Rey en el Patio de la Montería del Alcázar.

Antonio Rey en el Patio de la Montería del Alcázar. / Raúl Caro/EFE

Es uno de los grandes guitarristas de hoy y está en la plenitud de sus facultades, tanto en su faceta de compositor como en la de instrumentista. Abrió la noche por tarantas en solitario, un tema con abundancia de material melódico que se presenta con un virtuosismo extremo, aún más que en su versión grabada, con una sucesión de picados de vértigo, y de rasgueados contundentes. Esta precisión, esta contundencia y al mismo tiempo limpieza en la ejecución, está al alcance de muy pocos tocaores actuales. La farruca también la escanció en solitario, por los caminos del intimismo y la contundencia. Un alarde de virtuosismo y delicadeza, con la emoción a flor de piel, desnuda, sin estridencias, sin énfasis ridículos, en carne viva. Una joya, que dialoga sin complejos con el pasado para ofrecer una nueva visión, actual y personal, del estilo, con una falseta tremolada deliciosa.

Para las alegrías contó con el baile de Óscar de los Reyes. Se trata de un tema compuesto a base de frases ligadas y luminosas, tan clásico como contemporáneo en el que se puede reconocer tanto el aficionado más recalcitrante como el recién llegado. Rotundo y veraz. Para este tema contó con la colaboración de Maka y José, Los Makarines, que hicieron unas letras muy emotivas en la segunda comparecencia de esta bienal del dúo, tras su colaboración, como compositores e intérpretes, en el espectáculo de La Lupi.

Es uno de los pocos guitarristas actuales que mantiene en su repertorio el zapateado, un alarde de virtuosismo rítmico, a dúo con Ané Carrasco.

Uno de los momentos más emotivos de la noche fue la balada que tocó Rey a dos guitarras con su padre, Tony Rey.

Las bulerías son de vértigo, de nuevo con Óscar de los Reyes, y los tangos, gustosos y directos. Antonio Rey es un enorme melodista, asequible para todo tipo de espectadores. Su discurso, a diferencia de buena parte de la guitarra solista actual, huye instintivamente de lo críptico o la elipsis, de cualquier tentación intelectual. 

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