Diego del Morao y Antonio Rey | Crítica

La guitarra de espuma

Diego del Morao ofreció un magnífico recital en el espectáculo 'Guitarras de Jerez'.

Diego del Morao ofreció un magnífico recital en el espectáculo 'Guitarras de Jerez'. / Juan Carlos Vázquez

Se trata de dos de los grandes guitarristas de hoy. Es decir, de todos los tiempos. Que en buena lógica debieran tener una noche como protagonistas cada uno. Entiendo que el programador ha pensado que este concierto puede generar nuevos aficionados a la guitarra flamenca de concierto, tan escasa de público entre nosotros como saben.

Dos grandes con formas muy personales y distintas de entender lo jondo. Diego del Morao sabe jugar con naturalidad y nobleza con su herencia tocaora. De hecho citó en dos ocasiones a su añorado padre, en el vals y en las bulerías. Y atesora el poderoso impulso rítmico, tan particular, de su familia. Pero ha inventado nuevas formas de entender la melodía jonda, como digo sin romper con su herencia. Sus melodías son únicas, suaves, esponjosas, amables. Es una guitarra cercana y relajada que hace parecer fácil lo que no viene por los genes, es decir, las muchas horas de estudio hasta pulir la frase musical. Oro viejo, sí, pero que brilla en todo su esplendor. Impresionante el taranto que desborda de compás por bulería cantable. El vals como género jondo amable, cercano. El tango cantable. Y la seguiriya, un prodigio de minuciosidad y técnica. La cosa se cerró por bulería paterna, como dije, donde no falta tampoco la falseta de cosecha propia para que se vea en la comparación las diferencias y parecidos entre las dos formas de entender lo jondo. Orate la única obra en solitario hasta ahora de Diego del Morao, es uno de los grandes discos del toque contemporáneo.

Antonio Rey, por su parte, es un tocaor con una larga trayectoria discográfica. Hizo una selección de sus dos últimas entregas a la que añadió un par de temas de estreno, farruca y bulerías. La de Rey es una guitarra poderosa que no tiene pudor en mostrarse en forma de picados de vértigo y rasgueados contundentes. Su toque, muy rítmico, está atravesado de una vena melódica que lo hace accesible para el gran público. Por complejas que sean sus falsetas al nivel técnico, el público entiende todo lo que se le dice. Tampoco faltan los estilos cantables como el bolero, que escanció a dos guitarras, o la fantasía titulada Alma cuyo trémolo poderoso irremediablemente arranca una cascada de olés en la concurrencia. La de Rey es una guitarra con vocación popular pero que no teme enfrentarse a estilos poco habituales como el zapateado con el que cerró su recital, con el acompañamiento de percusión. El resto del concierto, taranta, alegrías y los dos temas de estreno mencionados, así como Alma, los ofreció en solitario. Una apuesta al alcance de muy pocos.

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