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Girl | Crítica

La frontera del cuerpo

Hay una recurrente tendencia en el cine de temática LGTB a forzar los conflictos de rechazo como fuente elemental y didáctica para el drama, como si toda salida del armario o afirmación de género tuviera que pasar forzosamente por los peajes de la intolerancia, la persecución, el victimismo o la incomprensión social.

Girl, opera prima del belga Lukas Dhont que obtuvo la Caméra d’or en el pasado festival de Cannes, se sitúa en un plano que supera ya de partida todos esos tics y recursos dramáticos para afirmar la transexualidad de su protagonista, una adolescente en pleno proceso de cambio de sexo que se traslada con su padre y hermano a la ciudad para estudiar ballet, desde la aceptación normalizada y positiva de su condición en el entorno familiar, médico y educativo, desplazando así su foco de interés al (doloroso) proceso interno de la joven en su deseo de dejar atrás la condición masculina.

La dureza de la danza clásica se convierte así en el eco redoblado de una constante lucha contra el propio cuerpo, sometido a una violencia de castigo y ocultación que Dhont filma con tremenda elegancia aunque sin paños calientes, haciendo palpar a través de su cámara libre el proceso rutinario de la negación, la impaciencia y el esfuerzo.

Pero son sin duda el cuerpo y las emociones de Victor Polsen los que impulsan a esta Girl hacia unas cotas de excelencia y sensibilidad sobrecogedoras. El joven actor neófito modula casi desde el silencio, a través de las miradas esquivas, trabajando una matizada gestualidad y una calidez insólitas, ese particular via crucis que no necesita de sobreescritura dramática para expresar por sí mismo el complejo periplo emocional por el que atraviesa.

La cámara volátil y luminosa de Dhont no lo abandona nunca en sus ensayos, en sus clases, en sus primeros encuentros sexuales, en su relación con el padre, posiblemente la más potente y emocionante que hayamos visto en una película reciente, hasta fundirse literalmente con su esfuerzo físico por escapar de un cuerpo que funciona como prisión y frontera, un cuerpo que necesita ser liberado para completar un verdadero proceso de cambio y afirmación.