Vivir es fácil con los ojos cerrados. Comedia dramática, España, 2013, 105 min. Dirección y guión: David Trueba. Fotografía: Daniel Vilar. Música: Pat Metheny. Intérpretes: Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer, Ramon Fontserè, Ariadna Gil, Jorge Sanz.

Resulta evidente que Vivir es fácil con los ojos cerrados quiere ser una película feliz y luminosa, impregnada de cierta melancolía consoladora, bañada por la luz del sol del verano y los tonos ocres de la nostalgia de tiempos y emociones más puros e idealistas. Tras encerrar a dos generaciones de la Transición en un cuarto de baño en Madrid, 1987, Trueba viaja ahora a la España exterior de mediados de los sesenta con el pretexto de provocar un encuentro on the road entre un maestro fan de los Beatles y dos adolescentes en fuga con destino al desierto de Almería donde John Lennon rueda una película (aquella Cómo gané la guerra de Richard Lester).

Pretexto, decía, porque lo que interesa a Trueba no es el encuentro improbable con el mito pop, eludido a la postre, como la relación estrecha (y entrañable) entre esos tres personajes, el paisaje y el paisanaje, propios de un western, con su taberna incluida, de aquella región; la filtración de la Historia entre los pliegues de un triángulo que quiere respirar la promesa de libertad en una España de sermones y guantazos en la cara.

Sin embargo, más allá de la amable postal de conjunto y de las buenas intenciones, la propuesta hace ver demasiado el papel bajo la luz, la escritura medida y calculada sobre el contacto con el terreno, el desequilibrio entre los actores y los lugareños figurantes, por más que la debutante Natalia de Molina destaque sobre el resto con su acento y su encanto naturales que futuros directores y jefes de casting echarán por tierra a buen seguro.