Cofradias

Cuando la devoción va detrás

  • La Virgen de los Reyes preside una procesión a la que acudió mucho menos público que a la tradicional salida de agosto Las hermandades de gloria asistieron con sus estandartes.

Íntima, con menos público, más recogida, sin apreturas, muy devota. Pero también muy distinta a la de agosto. Si en algo estaban de acuerdo las personas que vivieron ayer el rosario de la aurora de la Virgen de los Reyes fue en que todo resultó diferente. La procesión extraordinaria organizada por el Arzobispado, con monseñor Asenjo como su gran impulsor, fue un pinchazo en hueso para algunos -quizás para los más apegados a las cofradías ávidos de critiqueo-, y un precioso ejercicio de fe y piedad popular para otros -los que más alejados se encuentran del capirote y el costal-. A la procesión se le había dado un carácter extraordinario, aunque ni la hora ni el recorrido lo fueran. Sí lo fueron los altavoces que se colocaron para seguir los rezos que se hacían desde el interior de la Catedral, las representaciones de las hermandades de gloria o los fieles detrás de la Patrona, sin duda la imagen más auténtica y bonita de la procesión, con la que muchos se quedan.

Si algo llamó la atención sobremanera fue el escaso público que había apostado durante el recorrido procesional. Hubo hasta quien bromeó afirmando que en hermandades de gloria de poco postín había más gente. Había gente a la salida, aunque no como el día de la Asunción, y apenas una fila de personas en Placentines, Alemanes o la Avenida. Poca afluencia para una procesión de la Patrona que estaba anunciada desde principios del mes de octubre, aunque su eco puede que no haya llegado mucho más allá del casco histórico. Se pretendía que fuera uno de los actos centrales de la Iglesia de Sevilla para conmemorar el Año de la Fe, pero no tuvo la acogida esperada, al menos en afluencia. Desde primera hora se percibía que todo iba a ser distinto a la procesión estival. No había apreturas en los pocos bares abiertos para tomar café, ni operarios municipales poniendo vallas o regando el recorrido, ni ríos de personas buscando un hueco donde apostarse, ni peregrinos del Aljarafe o la Vega. Por no haber, no había ni miembros de la Asociación de Fieles, ni hermanos de la Sacramental de Sagrario con cirios. No se les dejó participar. Y no se entiende muy bien por qué.

A las 7:30, el personal del Hotel Eme quitaba las mesas y los paramentos de delante de la puerta que tanto entorpecen el tránsito peatonal. Tampoco ellos se habían enterado de la procesión, como el coche que cruzó a esa hora desde Hernando Colón. El cortejo comenzó a salir a la hora marcada. Los estandartes de las hermandades se recortaban en las fachadas y en el cielo azul claro de una mañana de mayo más propia de carretas y cohetes que de palio de tumbilla. La temperatura -fresca todavía- animaba a buscar el sol de la Avenida o de Fray Ceferino. Los altavoces que se habían colocado en el exterior ya habían despertado a los vecinos y a casi toda la Archidiócesis por su inmensa potencia, que, afortunadamente, fue rebajada. La coral de la Catedral, contra lo que se pensaba, se quedó dentro del templo y no iba delante del paso, como hubiera sido más lógico. En Twitter también se vivía la procesión. La megafonía centraba las críticas. Los altavoces resultaron chirriantes y un tanto fuera de lugar en una ciudad más acostumbrada a hacerlo todo de otra manera. Sí sirvieron para que se pudiera seguir el rezo de los misterios gloriosos, que fueron interpretados por varias voces.

La Virgen salió a las ocho en punto. Del paso hay que destacar el acertado exorno floral de Ramitos. A falta de nardos, con una presencia testimonial tras el llamador, buenos fueron los gladiolos chipioneros y esas menudas azucenas blancas traídas de Olivares que desprendían un olor muy agradable. La Virgen fue con el manto celeste de la coronación y, contra lo que se anunció, sí llevó la corona que la joyería de Pedro Vives le hizo en 1904 para su coronación. También lució el pecherín de brillantes, que es el habitual cada 15 de agosto.

Del cortejo llamó la atención que fueron pocos los miembros del clero que participaron. También resultó extraño que las juntas de gobierno de la Asociación de Fieles y de la Sacramental de Sagrario fueran de brazos cruzados, como desubicados. Podrían haber llevado unos cirios. La cada vez mayor nube de fotógrafos (la mayoría son aficionados que incomodan y entorpecen a los que de verdad están trabajando) que se parapetan delante del paso afean muchísimo la escena. A alguno habría que decirle que no hubiera estado de más que se pusiera, al menos, un pantalón largo.

Si algo distingue la procesión de la Virgen de los Reyes del 15 de agosto de otras que se celebran en la ciudad es el enorme silencio y el respeto con el que la viven los fieles. A esto no ayudaron mucho los ya referidos altavoces que, mientras el paso andaba, repetían una y otra vez las oraciones. Enlatado y muy frío. Todo lo contrario que en el tramo final, cuando la Virgen ya se acercaba a la plaza que lleva su nombre. Fueron entonces los fieles los que entonaron las salves. Así debería haber sido desde el principio. Lo más bonito, sin duda alguna, fueron las cientos de personas que se colocaron tras el paso para escoltar a la Patrona. Este lugar en agosto lo ocupan las corporaciones municipales y los militares. Mucho mejor es ver a la Virgen arropada por su pueblo.

El ritmo de la procesión fue muy parecido al de agosto. Los cinco misterios se rezaron a la salida, en la esquina de Placentines y Alemanes, en la esquina de Alemanes con la Avenida, en la esquina de Correos y en la Plaza del Triunfo. El paso fue recogiendo al público que había en las aceras, por eso al final parecía que había muchas más personas de las que realmente fueron. Las gradas del monumento a la Inmaculada, por ejemplo, estaban prácticamente vacías. En este lugar un grupo de turistas japoneses siguió el paso de la Patrona con sumo interés.

A las 9:45 llegaba el paso a la Puerta de los Palos tras completar el giro. Ya sin la molesta megafonía era un placer oír los cantos espontáneos de las señoras mayores y de todos los devotos arremolinados en torno a la Patrona. Una vez superado el cancel, el paso fue arriado en el atrio para que el arzobispo se dirigiera a los fieles. Tras la renovación de las promesas del bautismo, la Virgen de los Reyes regresó de nuevo al interior de la Catedral, tras dos horas de procesión.

De todo lo vivido queda una extraña sensación. Lo más extraordinario fue la extraordinaria poca asistencia de público. Habrá que analizar las causas. Puede ser por tratarse de un sábado laborable. O por invitar el tiempo a hacer una escapada a la playa. Aunque esto no sucede en agosto, cuando los fieles regresan por unas horas de la costa para acompañar a la Virgen. A muchos sevillanos les cogió la procesión con el paso cambiado. Sin el ritual del besamanos previo y la novena de cada tarde es cierto que había personas que no se habían siquiera enterado que ayer salía la Patrona. También se puede analizar la forma de la procesión, no el fondo, por supuesto. Es cierto que un rosario e la aurora -que es lo que se quido organizar- no tiene el pellizco de una procesión con todos sus avíos, pero resultó poco emocionante. Como descompasado.

El de ayer fue uno de los dos grandes actos organizados en la ciudad para celebrar el Año de la Fe. El primero, el vía crucis modelo JMJ, ya sabemos cómo terminó. Con la procesión de la Virgen ha pasado un poco lo mismo, aunque no fuera el Consejo de Cofradías su organizador. Se ha perdido una buena oportunidad para celebrar un acto mariano de verdadera relevancia y calado. Se podría haber buscado una fecha, por ejemplo octubre, y que fuera el gran cierre del Año de la Fe. Podría haberse optado por un horario diferente al de agosto y por otro recorrido. Y, por qué no, podría haber contado con la participación de otros pasos en un gran cortejo, como los organizados en los años 1946 o 1950. ¿Se imaginan a la Virgen de los Reyes de nuevo con la Reina de Todos los Santos, el Amparo, la Amargura, el Valle, la Macarena...? Eso sí hubiera sido algo verdaderamente extraordinario, aunque en estos tiempos en los que el prelado descarta la celebración de un Santo Entierro Grande, parece impensable que se haga algo así.

De la procesión de ayer quedará la Virgen, que es el centro de todo, y los fieles tras ella. Lo demás fue muy raro.

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