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Cómics

¿Quién necesita héroes?

  • Con una ingenuidad a prueba de rayos láser, y una férrea (y torpe) voluntad por hacer el bien, regresa a las librerías un personaje único

Detalle de la portada del cómic.

Detalle de la portada del cómic.

Demos un salto en el tiempo a ese futuro que tal vez llegue dentro de muchos, muchos años. En él, los humanos convivirán con multitud de especies alienígenas, en total paz y “armonía”. Y entre toda esta multitud de rostros, tentáculos y escafandras destaca un curioso tipo, cuyo único pensamiento en esta vida es el de borrar del mapa las injusticias. Eso sí, en el tiempo libre que le deja su trabajo en la fábrica de agujeros…

No posee la gallardía de Flash Gordon, ni el carisma de Buzz Lightyear, pero bueno, es lo que hay…

Su nombre es Calavera Lunar, y en los ya lejanísimos años noventa nos sorprendió protagonizando una fina grapa publicada por la legendaria Camaleón Ediciones. En aquellas estanterías en las que predominaban los esteroides, este curioso tipo destacaba, y mucho.

El cómic venía firmado por un tal Albert Monteys, un chico cuyo nombre ya empezaba a sonar, y bastante, a todos los buenos aficionados a la viñeta, ya que había formado parte de ese simpar cuarteto creativo bautizado como La Penya, que tantos y buenos momentos nos habían hecho pasar con el universo Mondo Lirondo.

Pero ahora se lanzaba al ruedo comiquero sin paracaídas, solo ante el peligro y las críticas. Y vaya, sí que consiguió crear a un personaje lo suficientemente icónico para que ahora, veinticinco años después, y tras aparecer en no demasiadas páginas, se le dedique un merecidísimo homenaje en forma de volumen que recopila todas y cada una de sus desopilantes peripecias, más una nueva, flamante, que Monteys ha creado para tan especial ocasión.

En ellas vamos a encontrarnos con fallidas detenciones, monstruosidades kirbinianas, planes secretos que no salen ni a la de tres, amores para nada correspondidos, niños letales, seres tentaculares que tratan una y otra vez de masacrar la futurista urbe, peligrosos apéndices nasales, proposiciones de emparejamiento de lo más declinables, decesos que se olvidan dentro de un armario junto a un montón de cachivaches, los riesgos de una piel de plátano y una máquina del tiempo mal utilizada y la formación de un quinteto (perdón, cuarteto) de héroes que no lo son tanto…

Todo esto y mucho, mucho más nos va a hacer mover las mandíbulas de manera descontrolada, riendo sin parar, ya que si algo domina bien Albert Monteys es el humor, habiéndose convertido con el paso de los años en uno de los grandes nombres de este género.

Y hablando de géneros, en estas historias podemos ver lo bien que se sentía en autor en el mundo de la ciencia ficción, hecho refrendado muchos años después con esa genialidad titulada ¡Universo!, donde nos ha regalado (y esperemos que el tiempo traiga algunas más) un puñado de historias que harían quitarse el sombrero y aplaudir a Fredric Brown o Ray Bradbury.

En fin, como cantaba Donald O´Connor, aquí lo principal es hacer reír, pasar un increíble rato y volver a disfrutar de las aventuras y desventuras de este personaje que nació en una caja de figuras articuladas, como bien nos cuenta el propio Monteys en el volumen, con unos 'prólogos' que nos llevan a la génesis del personaje, narrada con la coña tan habitual en el autor a la hora de rememorar hechos autobiográficos (no os perdáis el volumen El show de Monteys).

Pongámonos la escafandra y mirando hacia las estrellas gritemos aquello de: ¡¡Hasta el infinito y… ¿¿más allá??!!

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