Síndrome expresivo 60

Palabra del año 2023

Fundación del Español Urgente (Fundéu)

Fundación del Español Urgente (Fundéu) / EFE

Entre otras dignas acciones y esperanzas loteras, el mes de diciembre nos aboca a dejar tiritando nuestra cuenta corriente en pro de la felicidad universal y, en paralelo, a organizar proyectos utópicos en torno a supuestas necesidades personales. En mi caso, siempre toca una reflexión sobre las palabras que han marcado el año agonizante, antes que la Fundación del Español Urgente (Fundéu) nos regale el término ganador por su origen, formación o su papel principal en la cultura hispánica durante el 2023.

Como novedad, en la tradicional comida navideña con los amigos les pedí que me ayudaran a elaborar una estrambótica clasificación de las palabras señeras que se han colado entre el impenitente y sangriento ruido de las bombas y drones suicidas. Una especie de diccionario personal de José Luis Coll donde, como apuntaba Camilo José Cela, todos los presentes “se ciscasen en la filología y en la etimología, en la semántica y en la lexicografía, y reinventaran el lenguaje de primera mano”. Un glosario fresco y crítico con la nulidad circundante.

Así, tras engullir la primera croqueta incendiaria, el lúcido Carmelo Sanjuán hurgó en la herida de la plurinecionalidad y la indisoluble unidad de los variados necios ibéricos (unos más históricos que otros) en el regazo de una “neción superior”. Desde su punto de vista, todo este tinglado de chantajistas y arribistas de coche oficial se debe a la estahabilidad de nuestro estilizado presidente del Gobierno, dotado de una gracia y destreza sin parangón para que su poder se mantenga sin peligro de cambiar, caer o desaparecer. No sé vosotros, doctos lectores, pero me da la impresión de que, a la vista de los fantásticos estupepactos en varias autonomías, el centroderecha ha pillado el truco de la memocracia actual.

Pues sí, la dictadura de los memos que aplauden sin descanso a cualquier memo, votado por miles de memos. Como bien apunta mi querido José Luis Taboada tras el vaciado pertinaz de varias copas de manzanilla de Sanlúcar, el problema de atormentir (causar un dolor incesante a través de la falsedad y el engaño) a los ciudadanos es que, a fin de cuentas, estos se sienten perdidos en su egoverso infantil y paradisiaco, al tiempo que olvidan que el progreso de las sociedades civilizadas brota del acuerdo y la complicidad entre ideas rivales y antagónicas.

En plena diatriba contra los políticos, retumbó en los muros del salón empedrado la voz de Fernando Escalante. Silencio absoluto. Miradas ávidas de sabiduría. Rumor de acontecimiento. Un volantazo temático para abrir nuestras mentes a uno de los problemas sociales más enquistados en la España del siglo XXI: los nicúbicos y los sicuadrados. ¿Especies alienígenas en nuestras barras atestadas de guiris adictos al mollate? ¿Migrantes intercontinentales en busca del ingreso mínimo vital? ¿Hologramas alados creados por una inteligencia artificial de bajo coste? No, admirado lector. Peor. Mucho peor. La creación léxica nicúbicos remite a la legión de fervientes seguidores de las tres “ni”: el 17,2 % de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años ni estudia ni trabaja ni se espera que, a corto plazo, intente borrar de la ecuación algunas de dos primeras afirmaciones.

Solo nos queda aferrarnos a la esperanza de los sicuadrados, aquellos jóvenes que dividen su jornada entre la formación académica de calidad y unos trabajos precarios a tiempo parcial, cuyos exiguos rendimientos les permiten financiar sus estudios. “¡Sí al cuadrado frente a un no al cubo!”, sentencia don Fernando con cierta emoción contenida ante un panorama tan prometedor. El problema está en que unos y otros viven logotizados por una exposición continuada a las imágenes y las expresiones idiotas de unas redes sociales en manos de expertos en la manipulación de las masas. Una precisa extirpación traumática de la capacidad de raciocinio de unos usuarios más pendientes del último me gusta que de comprender el mundo a su alrededor.

En la mayoría de los casos, no podemos cambiar la realidad, pero sí estamos dotados con el don de la creación léxica divertida y genial. Este es el caso de la punzante Camacho (señorita Carmen para los adolescentes), cuando tomó el relevo con la alusión a los frutólogos, aquellos modernitos de tez mustia que aluden a los poderes de la fruta para señalar con el dedo la condición moral de los vecinos. ¡Qué grande la Camacho! O su invitación a reflexionar sobre el fenómeno del ausenticismo o arte de los repartidores de paquetería a domicilio para proceder a la entrega del pedido en las horas de ausencia de los destinatarios.

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