La otra mitad de París | Crítica

París, a la derecha

  • Periférica publica 'La otra mitad de París', de Giuseppe Scaraffia, libro ideado como un callejero de la orilla derecha del Sena, donde se consigna la vida cultural de la capital francesa durante el periodo de entreguerras.

Giuseppe Scaraffi junto a la escritora Barbara Castiglioni

Giuseppe Scaraffi junto a la escritora Barbara Castiglioni

Ya dimos aquí noticia de La novela de la Costa Azul de Scaraffia, obra en absoluto novelística cuya estructura fragmentaria, cuya disposición en taracea, es la misma que que ahora se aplica a distinto objeto -el París de primeros del XX-, pero a idéntico fin y a (casi) los mismos personajes. Si entonces se trataba de las vacaciones de la intelectualidad europea en la Costa Azul, desde finales del XIX a la primera mitad del XX, ahora se trata de su precisa ubicación en ciertos distritos de París, situados en su orilla derecha, durante el periodo de entreguerras. En aquella ocasión definimos como estratigrafía esta forma de glosar practicada por Scaraffia. En La otra mitad de París, quizá sea más oportuno hablar de una cartografía, tanto por su perimetración urbana, como por su escueta cronología.

Scaraffia sigue a tradición decimonona que hizo de la ciudad un organismo vivo, distinto a la suma de sus habitantes

En consecuencia, los protagonistas no son solo la tropa heterogénea de los habitantes de la rive droite, desde Colette y Miller a Stefan Zweig, sino la particular fractura cultural en la que todos ellos naufragan o se despliegan. También, y en no menor medida, lo es el propio París. Y en tal sentido, debe incardinarse en la tradición decimonona que hizo de la ciudad un organismo vivo y generatriz, distinto a la suma de sus habitantes. Digamos, pues, que Scaraffia ha escogido una forma contraria a la ensayada por Zweig para abordar la peripecia del hombre, representado aquí por el artista. De manera que si Zweig quiso ofrecer un friso plurisecular en sus Momentos estelares..., Scaraffia acudirá a lo intrascendente como hecho significativo. Son los domicilios de cada cual, los hábitos de cada uno, el carácter y la fortuna de todos ellos (incluidos los camareros, los familiares, las sombras ocasionales que testimonian con no menor eficacia), los que van componiendo aquí, a través del callejero parisino, aglutinado en arrondissements, cierta visión doméstica -y en absoluto crepuscular-, de lo que hoy conocemos como abrupto interludio entre dos guerras.

Es así como comparecen, en su contextura vital, diversas generaciones europeas -y alguna americana-, desde aquellas que declinan en Proust, hasta ese otro París que está en Picasso, en Neruda, en Jean Cocteau, en Drieu La Rochelle, en el esquivo Lawrence, así como en aquella hora enigmática que brilla en Jacob, en Éluard, en Breton y en Desnos; una hora que se cifra, por ejemplo, en Gala.

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