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Luis Rodríguez. Escritor

"El absurdo empuja al lector a pensar, a preguntarse qué quiere decirle una obra"

  • El autor presenta 'Mira que eres', una deslumbrante rebelión contra las convenciones en la narrativa

Luis Rodríguez, el pasado viernes en Sevilla.

Luis Rodríguez, el pasado viernes en Sevilla. / José Ángel García

En un fragmento de Mira que eres, el nuevo libro de Luis Rodríguez, que vuelve a Candaya tras su celebrada 8.38, se sugiere una idea para una novela negra. Una obra que llevaría por título El asesino de la mano quemada, pero cuya premisa se alejará del género negro y "transcurrirá sin asesinatos ni asesinos, será una historia convencional. A la altura de la página treinta, encontraremos al protagonista recogiendo la llave de su habitación en la recepción de un hotel, y nos llamará la atención la mano quemada de un tipo que se encontrará haciendo una gestión similar a la suya. Aquí está el asesino, pensará seguramente el lector". Pero a medida que avance el argumento esa mano no volverá a aparecer, ni habrá indicio alguno de un crimen. No sabemos si Rodríguez (Cosío, Cantabria, 1958) prepara como próximo proyecto una narración policiaca, pero ese mismo espíritu burlón y el desapego a la lógica más ramplona, su voluntad de dinamitar las expectativas, ya atraviesan las páginas de Mira que eres, otra propuesta en la que su autor subvierte las convenciones y traza la biografía de un personaje contada a tres voces "donde lo que menos importa es ese personaje".

Una semblanza alocada, tan erudita como gozosa, que reflexiona sobre misterios como Dios, la escritura o la identidad –"observo a alguien, cuanto más me fijo en él más se me desdibuja"–, y en la que Rodríguez se presenta como un tahúr dispuesto a divertirse ya desde el arranque: con la posdata de una carta previa que se le ha ahorrado a los lectores. Falta información, pero eso es precisamente lo que estimula al autor. "Arranco la novela con uno de los narradores acostándose con el biografiado. En ningún momento se dice el sexo de quien cuenta la historia. Como yo me llamo Luis Rodríguez se da por hecho que esa voz es la de un hombre, y si me llamara Luisa se deduciría, seguramente, que es una mujer. Pero, ¿y si este libro hubiese visto la luz hace 50 años? Entonces la gente no imaginaba a dos hombres en la cama. Esa ambigüedad me gusta como escritor: hace que quien lee no esté exactamente aquí, sino en otro sitio", analiza este cántabro afincado en Castellón, que presentó su novela este viernes en Sevilla, en la librería Casa Tomada, acompañado por Carlos Frontera.

"Cuando ves un texto tachado se te van los ojos a lo que dice. Quiero que la gente lea en mis libros algo que no es evidente"

En las ficciones –o artefactos– de Rodríguez la vida destila un constante sentimiento de extrañeza: los personajes se enamoran y entonces limitan sus hábitos de lectura a la publicidad del Lidl, guardan en una cajita (lo que parecen ser) los pelos del diablo. La cotidianidad no dista mucho de una escena absurda que vivió Stevenson cuando fue a dejar una de las islas Gilbert: los indígenas se despidieron de ese barco, pero el navío no pudo zarpar por falta de viento y hubo que esperar tres días en los que los nativos se escondieron "para que no les vieran los del barco porque la despedida ya se había producido". Rodríguez también parece jugar al escondite pero todo, no obstante, posee sentido en su cabeza, como ese enigmático dato de una estatura –1,83– que asoma en una conversación. "En Esculpir el tiempo, Tarkovski cuenta una anécdota del rodaje de El espejo, una película en gran parte autobiográfica. Cuando vuelve a su pueblo descubre con decepción que los campos de alforfón de su infancia ya no existen, porque ahora es más rentable plantar otro cereal. Y él alquila un prado y siembra alforfón, y cuando éste ha crecido, entonces, empieza a filmar. Que haya alforfón al espectador le da igual, pero es un detalle que él necesita. Algo así le ocurre a mi obra. Yo sé de quién es esa talla, es la de Flaubert, no lo explico porque para el lector no es relevante, pero para mí sí".

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

El narrador hace suyas algunas máximas que recoge su libro: que "una definición absurda" atraerá "nuestra atención más que una definición profunda" y que "vale mentir y exagerar, pero no aburrir". Para suscribir esta idea cita un epígrafe atribuido a Nietzsche con el que Alberto Savinio abría Maupassant y el otro y que tiene su eco en Mira que eres: "Maupassant, un verdadero romano". Savinio añadía a posteriori que "Nietzsche ilumina tanto mejor la figura de Maupassant cuanto que no se comprende lo que se quiere decir". A Rodríguez le entusiasma esa perspectiva. "Que el lector se encuentre, cuando está con un libro, con algo incongruente en apariencia, que le haga detenerse y pensar, elaborar qué ha querido decir el autor, me parece maravilloso. Es como cuando ves un texto tachado y se te van los ojos a lo que hay detrás. Te creas una película que puede ser muy interesante", asegura el escritor, que congrega en su obra a una galería de celebridades como Pessoa, Cervantes, Dumas o Paul Valéry, pero también "a mi padre, siempre lo saco en mis novelas".

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