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Jorge Franco. Escritor

"La realidad en Colombia es tan absurda que parece inventada"

  • El autor de 'Rosario Tijeras' y 'Paraíso Travel' publica ahora 'Santa Suerte', una historia sobre el impacto del azar en la vida.

Títulos como Rosario Tijeras y Paraíso Travel hicieron de Jorge Franco (Medellín, 1972) una de las promesas indiscutibles de la nueva literatura hispanoamerica, bendecido incluso por figuras con el peso de su compatriota Gabriel García Márquez -que lo definió como "uno de los autores colombianos a los que me gustaría pasarle la antorcha"-. Ahora publica en España, con Seix Barral, la novela Santa Suerte, una historia protagonizada por tres hermanas que viene a sugerir que la mala fortuna no es siempre, después de todo, una cuestión de suerte. La sensibilidad cinematográfica del escritor, presente en toda su obra, nace de la formación de un apasionado del cine que estudió en la London International Film School y que reparte su tiempo entre la literatura y la escritura de guiones.

-Rosario Tijeras y Paraíso Travel fueron llevadas a la gran pantalla, y tiene además una sólida relación con el cine. ¿Condiciona esta conexión su modo de escribir?

-Creo que influye, de alguna manera no muy consciente, no sólo el hecho de haberlo estudiado, sino también el ser un seguidor del cine constantemente. Aunque yo procuro cuando estoy escribiendo novela hacerlo en términos estrictamente literarios. Como casi siempre, uso narradores en primera persona, y creo que eso dificulta una adaptación porque la primera persona es un viaje más interior, más íntimo. Pero se pueden colar de pronto estas influencias en la velocidad de la narración, en la creación de los personajes, y, de alguna manera, a veces busco ciertas estructuras que coinciden con lo cinematográfico. Hay un recurso que uso bastante, el flashback, que viene robado del cine.

-En una historia de mujeres, ¿cómo salen parados los hombres en Santa Suerte?

-Es una novela tal vez más femenina que las anteriores. Son hombres que aparecen allí a veces como convidados de piedra, algunas otras como casi inexistentes, pero son también las motivaciones que ellas tienen para maldecir, para vivir o para soñar.

-Se le asocia al realismo mágico, ¿se siente cercano a él?

-Eso me lo han comentado en Europa, es curioso; a mayor distancia, se percibe más en mis textos esa cercanía con el realismo mágico, igual me sucedió con Rosario Tijeras. Nunca han hecho esta relación ni en Colombia ni en países latinoamericanos. Nuestra realidad en Colombia es tan absurda, tan exagerada, que cuando la miras parece inventada, parece mágica, entonces simplemente tienes que contarla sin exagerar.

-Dijo de usted Gabriel García Márquez: "Jorge Franco es uno de los autores colombianos a quienes me gustaría pasarle la antorcha". ¿Cómo convive con este elogio?

-Cuando yo le escuché decir eso, yo estaba con él en La Habana. Él se lo dijo a un amigo suyo, un director de cine, el argentino Fernando Birri; me pareció tan de realismo mágico que no creí que fuera para mí. Incluso este director de cine me tuvo casi que pellizcar y decirme "está hablando de ti". Es una afirmación que te dispara, que te llena de emoción, de orgullo, sobre todo porque viene de alguien que conoce como pocos el oficio de escribir. Pero inmediatamente entendí que era una frase para disfrutar y para olvidar, porque es una frase que implica mucha responsabilidad, da hasta miedo. La disfruté durante un tiempo y decidí olvidarla. Ahora sé que es una frase de cintilla de libro, de promoción; yo prefiero seguir comprometido con mis historias, a partir de cero con cada una.

-¿Y la figura de Gabo qué representa para usted?

-Cuando leí la primera vez a García Márquez, sus primeros libros, ni siquiera yo consideraba ser escritor. Lo leí con total desaprensión, con total frescura, no tenía ninguna prevención al respecto. Lo leí como se lee un clásico, me pareció un escritor maravilloso. Desde que soy escritor, siempre ha sido un referente. Los latinoamericanos, y en particular los colombianos, tenemos que estarle muy agradecidos, porque a partir de él se empieza a mirar ya a Colombia con interés literario. Siempre dije que para mí sería un honor poder conocerlo en algún momento, y no sólo lo conocí, sino que me dijo aquello. Fue maravilloso.

-¿Qué papel juega el humor en la obra? ¿Intenta atacar a los devotos de la suerte?

-Hay ironía respecto al tema de la suerte y eso tiene que ver con ser yo un poco escéptico respecto a todas estas cosas míticas, tradicionales, del destino y de la suerte. Pero la razón principal era crear unas válvulas para inyectarle oxígeno a la historia. Me pareció que a veces la narración se iba a momentos muy dramáticos, oscuros, grises y que necesitaba de pronto de ese aire que la refrescara, que cruzara como de ventana a ventana para refrescar esas historias. Y lo hice con el humor negro y de la ironía, por supuesto, aprovechando mucho el tema de la suerte y el azar.

-Entre libro y libro se toma descansos de hasta cuatro años. En todo ese tiempo, ¿cambia las ideas que tiene pensadas para la obra, las va renovando, se erosiona quizá el apego por la idea inicial?

-Cada vez me tomo más tiempo, soy un escritor lento. Cada libro es una experiencia nueva para mí. Siento que no quiero repetirme, que tengo que explorar en cada libro. El trabajo de buscar nuevas voces, nuevas posibilidades, nuevos argumentos... eso me toma tiempo. Y reviso, reviso mucho, voy línea a línea con mucha cautela. Lo que pasa es que también hago otras cosas: desde hace un par de años estoy trabajando como guionista de una serie de televisión para la HBO que va a empezar a grabarse, llevo dos años trabajando en los libretos de 13 episodios, y eso toma su tiempo. Casi que a veces hago pausas obligatorias para no olvidar la literatura.

-La suerte está presente incluso en el título de la novela...

-Siempre he creído que si uno tiene que encomendarse a un santo es a la suerte. La suerte es lo que define nuestras vidas y es de lo que realmente dependemos. Pero también estoy plenamente convencido de que uno tiene mucho que ver con su propia suerte. Por eso creo que hay un vínculo muy estrecho entre las propias decisiones y lo que te sucede en la vida. En algún momento de nuestras vidas todos hemos tenido sueños, a los 16 o 17 años tenemos ilusiones, hacemos planes, y el tiempo pasa volando... De pronto uno se mira al espejo y ve que han pasado unos años y dice: ¿dónde está todo aquello con lo que soñé?, ¿estoy a tiempo de comenzar o tengo que resignarme? Con las protagonistas de Santa Suerte manejo sus historias a través de dos tiempos, cuando eran jóvenes, y luego el tiempo presente, que es donde ya están enfrentadas a la frustración de no haber conseguido lo que soñaron.

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