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Bien está lo que bien acaba...

  • En el penúltimo minuto de la Liga el Sevilla iba camino del fracaso, pero luego Rodri justificó el cambio en el banquillo

La Liga del Sevilla se resume en la acrobática media vuelta de Rodri, en el último remate sevillista de una Liga convulsa, antipática, de altibajos. Sin ese gol, la palabra "fracaso" hubiera reinado ayer en el negro sobre blanco de los periódicos. Y con toda la razón. Pero bien está lo que bien acaba, todo el que respira en sevillista es hoy feliz y afronta con más ganas aún la final de Copa tras el subidón del sábado. Eso sí, cuando se apaguen las luces del Camp Nou el miércoles, Del Nido y Monchi saben que deben sentarse cuanto antes para trabajar a fondo. Hay mucho que cambiar en este Sevilla.

El giro de timón en el banquillo con aquel empate del xerecista Aythami en Nervión ha salido bien porque el Sevilla acabó cuarto y entra en Champions por tercera vez en los últimos cuatro años. Pero tampoco es que el equipo blanco se haya disparado con la salida de Jiménez y la entrada de Álvarez. El único efecto positivo que tuvo el cambio fue la entrada de aire fresco en el viciado vestuario. Que algunos futbolistas que le habían retirado su confianza a Jiménez volvieran a implicarse a tope. El debate sobre Jiménez se fue extendiendo como una mancha de chapapote y amenazó con intoxicar y hacer enfermar a este Sevilla ambicioso que quiere consolidarse como alternativa a los grandes. Los resultados, como en las dos temporadas y media anteriores, solían estar por encima de la vistosidad del juego. Pero fútbol es, ante todo, resultados. Cuando éstos le dieron la espalda, Jiménez fue invitado a dejar el vestuario.

Pero las debilidades han permanecido ahí en las diez jornadas que ha disfrutado Álvarez en el puente de mando: inseguridad atrás, inconsistencia en el medio e inconstancia arriba. Entre las ausencias por causas inopinadas (Sergio Sánchez) o por las lesiones (Fazio, Konko y Squillaci durante mucho tiempo, otros en momentos más puntuales), la baja forma de otros (Fernando Navarro) o la decepcionante aportación del refuerzo invernal, Stankevicius, el Sevilla ha acabado con 49 goles encajados, demasiados para sus aspiraciones.

En el medio, Zokora ha dado solidez pero hasta cierto punto, y su capacidad para la distribución ha sido insuficiente por mucho que tampoco se esperara de él que fuera un cerebro. Han faltado piezas ahí: Fazio apenas ha estado por su tobillo, Renato acusa sus años y su desgaste, Romaric no dio el paso adelante tras su primer año de adaptación, Duscher ya no ha sido ni pieza de recambio, a Lolo le vino un poco grande el traje...

Con Álvarez, el Sevilla ha encajado 17 goles en 10 partidos, muchísimos. Pero ha hecho 25 para que el equipo sume el 60% de los puntos (con Jiménez el 53,6%), seis victorias en 10 partidos que es ritmo de Champions, en torno a los 68 puntos. El compromiso y último esfuerzo de Luis Fabiano, Kanoute, Capel, Navas y Rodri dio con el impulso definitivo. Como se ve, los refuerzos lo han sido menos.

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