Button no hace milagros

Valencia | sevilla · Frente a Frente6 intervenciones 92 Balones recuperados 62 Balones perdidos 31 goles encajados 3

Palop cae por primera vez con el Valencia en Liga en una noche en el que coincidieron los dos porteros más veteranos · Los penaltis desequilibran su duelo con César

Dos imágenes de César y Palop tomadas en el partido de ayer en el que ambos conducen con el pie.
Dos imágenes de César y Palop tomadas en el partido de ayer en el que ambos conducen con el pie.
Jesús Alba

20 de abril 2009 - 05:02

Perder con 35 años por primera vez ante su ex equipo en Liga es un honroso título que Andrés Palop sumó ayer a su dilatado historial. Lo celebrará descansando en el Camp Nou por decisión del hombre que le amargó la noche, Bernardino González Vázquez, quien, como si fuera consciente de la imbatibilidad del de La Alcudia frente al Valencia, le puso en el camino dos penaltis y le refregó además en la cara una tarjeta que le hace cumplir ciclo. Es la muestra de que el síndrome Button -recurriendo al guión de la película protagonizada por Brad Pitt- ni puede con todo ni es infalible. Palop demostró otra vez en las narices de sus paisanos por qué es el guardameta deseado en Mestalla, el que necesitan y el que el club levantino eligió para repatriarlo el pasado verano. Claro que pincharon en hueso, pues toparon con un club de igual a igual en lo deportivo y con un hombre con una justa escala de valores y tremendamente agradecido con el proyecto que lo rescató de la sombra de Cañizares.

Palop, que se medía a otro portero en su segunda juventud como es César Sánchez, tanteó los primeros compases del partido al pelotazo. Ajeno a lo que luego por dos veces le pondría en suerte el árbitro gallego, sus tres primeras intervenciones llegaron sacando el látigo de su derecha, la tercera teniendo que abortar fuera del área un amago de contragolpe valencianista. Su primer balón acariciado con las manos fue al cuarto de hora en un paradón que le obligó a hacer Silva tras quebrar dos veces a Squillaci.

Palop se mueve en el área como un potro de raza. El poso de la madurez no le resta brío y desde la presión que ejerce en su brazo izquierdo el brazalete de capitán maneja las emociones y dirige la posición de sus compañeros. Un valenciano fue el capitán del Sevilla y un sevillano fue el del Valencia, un hijo de Las Cabezas llamado Marchena.

Palop tiene alma de líder, una virtud que se gana con los años. Pero no sólo manda. Cuando hay que actuar, actúa. Sus reflejos respondieron como habitúan y mantuvo al Sevilla vivo muchos minutos, sacando balones por alto y por bajo, como el gol que evitó con el pie en la segunda parte. Le faltó culminarlo todo con su especialidad, pero esta vez quedó lejos, por ejemplo, aquel Sevilla-Deportivo en que debutó dos penaltis.

Dos años más cerca de ser cuarentón, César se medía a un equipo con el que ha dejado huella. Segundo o hasta tercer plato de Palop -llegó del Tottenham este invierno al lesionarse Renan- en Mestalla, siempre lo bordó ante los nervionenses. Se recuerda uno de sus primeros partidos en el Pizjuán con el Valladolid en el el tópico de tabicar la portería casi se cristalizó en realidad. Su momento estrella llegaría en un remate de Perotti que ya parecía el segundo gol sevillista. Desde entonces han pasado años, pero en su caso, como en el de Palop, bajo el síndrome Benjamin Button. Lo que pasa es que sólo gana uno.

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