Como un partido de mediados los años setenta. El ritmo de juego cansino del Villarreal, cuyos futbolistas incluso se permitieron a veces el lujo de que un compañero tomase el balón de su pie, contagió a un Betis ayuno de los recursos necesarios para someter a este rival que tan descaradamente a gusto se siente cuando lo licencian para andar y tocar sobre el césped.

No es más que un asunto de calidades. Si el fútbol del Villarreal está parido en blanco y negro por su mezquina velocidad, e incluso por su escasa utilización de las bandas, el del Betis necesita color e incluso lo pierde todo cuando atisba la portería del rival. El equipo, este equipo que ha logrado ahormar Chaparro, en suma, vive muy por encima de sus integrantes. Quizá por ello no le dé para empresas que se le tuercen con sus mejores hombres en la enfermería.

Defensa

El Betis no asimiló el gol de Marco Senna y, paradójicamente, retrasó sus líneas de presión y ésta disminuyó hasta hacer suyo el ritmo del Villarreal. Así, dejó de robar el balón con la prontitud y la eficiencia existente hasta entonces.

En la segunda mitad, la zaga se adelantó quince metros ante un rival que le regaló el balón.

Ataque

Sólo Juande, en alguna ocasión, se mostró clarividente para dar un último pase intencionado y venenoso. Empero, los destinatarios no están llamados por los caminos del gol. Cuando Chaparro apeló a Pavone y Sobis, el Betis no supo hallar ese tiralíneas o esa combinación ganadora en los últimos metros. Corolario: con tamaña falta de recursos -acentuada sin Edu ni Mark González- se hace difícil vencer. Máxime con tantos balones a las bandas sin saber salir de ellas con centros o regates.

Virtudes

El aroma a equipo cuajado que despide el Betis. Y su disciplina.

Talón de aquiles

Debió dar más viveza al juego.