Jinete olímpico en Los Ángeles, Seúl, Barcelona y Sidney

Luis Astolfi: "Considero una grandeza poder ser bueno"

  • Rebasados los 50, este caballero que sigue en la brecha dialoga feliz de los caballos con los Juegos como excusa.

La fama de buena gente que gasta Luis Astolfi (Sevilla, 18-04-59) no es gratuita ni caída del cielo. Luce una simpatía fuera de límites y un tocayo, el también jinete Luis Plaza, asegura que "es el mejor del mundo como persona y habría sido el mejor jinete del mundo si hubiera abandonado su tierra, pero no lo hizo por su familia". Catorce hermanos criaron sus padres en Los Remedios -"nos llevamos muy bien"- y su progenitor siempre les inculcó que los estudios eran lo primero, antes que el deporte. Nada de zascandilear por las calles. Este alumno del Portaceli, los Salesianos de Utrera y San Isidoro -"digamos que pasaba de curso"-, licenciado en Derecho, aunque nunca lo ejerció, contará a los nietos que les den sus hijos Luis y Marina que cabalgó en cuatro Juegos (Los Ángeles, Seúl, Barcelona y Sidney), de 1984 a 2000 saltándose el 96.

Además, brillan en sus vitrinas dos Campeonatos de España, tres Copas del Rey y varios grandes premios internacionales. En verano, cambia el Guadalquivir por el Mediterráneo marbellí, donde aprovecha para competir.

-¿Había que irse para aspirar a estar en la élite mundial?

-En España aún no hay una cría de la que te puedas abastecer y en Centroeuropa sí hay muchos ganaderos profesionales. Aquí Ancades (Asociacion de Criadores de Caballos de Deporte Español) hace lo que puede, pero no tiene medios. Fuera, cualquiera tiene un terreno pequeño con su yegua, hay muchas competiciones. Si son buenos caballos, es una gran inversión; si no, una ruina, porque comen igual, lo mismo, el bueno y el malo.

-¿Ha sido plena su trayectoria?

-Aparte de la competición, cuyo resultado depende de los caballos y de las circunstancias, la mejor satisfacción es ir mejorando al animal, él se pone contento, es agradable, te da confianza y hay un punto en el que casi se te entrega. Es una satisfacción diaria.

-Monta a uno con proyección.

-Leopold ganó la semana pasada en Marbella. Es de Joaquín Garrigues. Me lo mandó con cinco años y tiene siete. Promete mucho, es guapo, con buena técnica, pero para la alta alta competición le faltan dos años. Nueve es la edad de madurez. De ahí hasta los 15-16. Pero el periodo de preparación es de cuatro. Hay que tener paciencia, viajar para que conozca distintas pistas, las distancias de los recorridos en cada país, los colores...

-¿Y no influye la edad del jinete?

-Tengo 53 y me mantengo bastante delgado. Monto muchas horas y se te quitan bastante las ganas de comer, tampoco apetece darte un atracón. Mientras te mantengas ligerito, se aguanta. El día a día es muy esclavo pero a la vez muy satisfactorio. Si te gusta, no te cansa. Encima, gracias al caballo conoces gente en todo el mundo y te abre muchos campos.

-¿Lo ha visto como un sacrificio?

-Cuando no tienes más remedio que hacer algo porque es así y te gusta, no lo ves como un sacrificio. Normalmente no se para de montar ningún día. Sacrificio es cuando haces algo que no te gusta o te cuesta trabajo. Esto no.

-Al final, cuatro Juegos a sus espaldas y lo lleva como si nada...

-El deporte y la competición te dan una excitación que te mantiene vivo. Sin duda. Eso es lo importante. Lo de Barcelona fue muy bonito. Fuimos cuartos por equipos. En Los Ángeles acabé décimo en individual y en Seúl anduve por el medio. A Sidney fui porque un compañero se fracturó la clavícula en los entrenamientos, el dueño del caballo era alemán y prefería que lo montara yo.

-¿Y por qué no fue a Atlanta?

-Todo va en función del caballo. Hoy, para estar en la alta competicion, es más complicado que antes: hay rankings, cuadras espectaculares y cuesta mucho. Encima, los premios han bajado y los gastos han subido. Se nota mucho la crisis. Antes se vivía de los premios y hoy se subsiste, vas muy apretado.

-En mayo del 92 un accidente de coche casi lo deja sin Juegos...

-Me trituré el húmero. Me hicieron una operación espectacular de once horas, me pusieron dos placas y a los 15 días estaba funcionando. Un doctor gallego me lo dejó nuevo. No ha habido secuelas y a los dos meses estaba en los Juegos. Iba cuatro veces diarias a rehabilitación. En Barcelona estaba todo muy bien organizado, en la villa me atendían muy bien. Aquellos Juegos fueron especiales. Se fue a por ellos. Estuvimos cerca de la medalla, una pena porque nos quedamos a 0,25. Tuvimos grandes resultados en los años anteriores. En individual hice decimoséptimo.

-Compitió con 'Fino La Ina', un portento de caballo, ¿no?

-Sí. Era de La Ina y una parte del COE. Hubo bastantes más medios que otras veces, estuvimos cuatro años concentrados en Holanda. Y teníamos patrocinadores. El mío era La Ina, que ayudó mucho. En aquel momento la hípica tenía más repercusión en los medios. Salía más en la televisión. De Sevilla hemos salido varios jinetes como Ramón Beca -ha estado en tres Juegos-, Ricardo Jurado -sigue en activo-, Manuel Fernández Saro -vive en Holanda-, Álvaro Muñoz Escassi -pasó muchos años en Alemania-, Luis Plaza y yo. Aparte de los que hay en la doma.

-¿Quién pagó los 100 millones de pesetas que costó 'Fino La Ina'?

-Entre el espónsor y el COE. Murió joven, con 12 años, por un cólico. El seguro pagó el dinero. Le quedaban tres o cuatro años buenos, los mejores. Quizás hoy se habría salvado, pero entonces no había estos medios de ahora.

-¿Hable de los caballos que llevó a los otros tres Juegos?

-A Los Ángeles fui con uno que me dejaron Luis Álvarez Cervera y Enrique Sarasola (el casi impronunciable), Feinschnitt Z; en Seúl competí con uno joven que compré barato y tuve la suerte de venderlo a un extranjero, que a su vez me lo dejó hasta los Juegos. Se llamaba Coreven Steppers, era bueno pero cogió un enfriamiento en los riñones días antes. Y el de Sidney era Filias, que lo monté sólo una vez. Los mejores, Fino La Ina y el primero.

-Todos alaban sus virtudes para sacar el máximo rendimiento a los animales.

-Unas veces va bien y otras no tanto. Si ves que va mejorando, sientes mucha satisfacción, es más que un triunfo, que no deja de ser una circunstancia. Lo otro es un placer diario. Aunque la competición también me encanta. Si te relajas, te dan para el pelo rápido. Estando sano y sin ponerme gordo, aquí se puede aguantar hasta los 65 años.

-¿A quién está más orgulloso de haber conocido en este mundo?

-A muchos. He conocido a gente de todos lados: Sudamérica, Norteamérica, Europa entera... Y sólo puedo decir una cosa: el mejor país de todos es España. Seremos más pobres o menos ricos, pero la calidad de vida aquí no tiene nada que ver con los demás sitios. Gracias a eso tenemos este turismo, aunque esté ahora la cosa

achuchá.

-¿Cuáles son sus ídolos?

-Los alemanes Ludgar Beerbaum y Franke Sloothaak, los españoles Luis Álvarez Cervera y Rafi Latham, y el austriaco Thomas Frühmann. Pero admiro a todo el sabe lo que hace y pone a los caballos en una aptitud de equilibrio y felicidad.

-¿Sus hijos son aficionados?

-Luis sí monta, pero primero tiene que terminar los estudios porque vivir del caballo no es fácil. Aparte de montar, hay que tener muchos contactos para que la gente invierta, cubra los gastos e ir aguantando. No es sólo entrenar, es también un tema empresarial. A Marina le encanta, pero le da miedo saltar.

-Le precede su fama de señor y también resaltan de usted su calidad humana, pero ¿cuenta alguna anécdota que haya prescrito ya?

-Considero una grandeza en la vida poder ser bueno. Es muy gratificante para el que puede serlo. Montando te evades mucho de todo, vas entretenido en el caballo y aprendes muchas cosas en la alta competición. Deja mucho. Y vas captando de todos los países, te da mucha tranquilidad y aprendizaje. Eso te hace crecer ante un fracaso puntual, para pensar que a la próxima lo harás. Aprendes a no estar humillado nunca y eso es precioso (como buen dandy, omite recordar cualquier chascarrillo).

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