Cuando parecía perdido, absorto y casi ausente, el Sevilla dio a los suyos una alegría muy valiosa al derrotar a la todopoderosa Juventus con una segunda parte fantástica mientras el City remontaba y permitía a los locales ser terceros y pasar a su querida Europa League. No es poco viendo el devenir del torneo y del propio Sevilla, que pasa a la segunda competición junto al Manchester United, por ejemplo.

No pintaba nada, pero nada, bien la noche de la Inmaculada, subrayada en rojo por el Sevilla aunque quizás soñando con algo más que pelear por el tercer puesto. Y, ojo, sin depender de sí mismo. Encima la Juventus completa un primer tiempo ideal, concediendo muy poco a pesar del empuje local y con ocasiones suficientes para adelantarse gracias a la velocidad e Morata y al talento de Dybala.

Pero eso no ocurre y lo único a lamentar por un Sevilla que quiere pero no lo consigue es que el City llega al descanso perdiendo a pesar de marcar pronto Silva. Y así sigue la cuestión mientras el crecimiento local tras la pausa es exponencial, con Banega superlativo y un portero con mayúsculas, que sacó lo fácil, lo difícil y todo lo demás.

El Sevilla no termina de creérselo pero Buffon tiene que emplearse como la estrella que es, y en más ocasiones que en el primer tiempo. El premio llega por donde nunca esta temporada, por arriba y a balón parado, en un córner de Konoplyanka que peina cruzado Llorente lejos de Buffon.

Pero ganar al coloso no es suficiente y hasta el 80 no empieza a enderezarse del todo la noche. Entre el 80 y el 85 el City marca tres veces y la Juventus toca a rebato porque de golpe y porrazo se encuentra con que no es primera de grupo y se arriesga a vérselas con los Bayern, Madrid, Barcelona, etcétera.

Y ahí emerge Sergio Rico para permitir que el Sevilla siga en Europa con la parada de la temporada, a Morata tras una acción bárbara de Cuadrado recién comenzado el descuento. El Sevilla logró sobrevivir a un rival mucho mejor, y que además lo demostró con un partido muy adecuado para sus intereses. Pero el Pizjuán tiene estas cosas y el bombo de la Europa League es un premio mucho menos secundario de lo que parecía en agosto. Sin duda.