Shakhtar · la crónica

Siempre porta el traje de campeón (3-1)

  • El Sevilla hace historia a lo grande al superar a un gran Shakhtar y meterse en su tercera final de Liga Europa seguida. Los nervionenses, con Gameiro estelar, jugaron un excelente partido y ganaron con claridad.

El Sevilla escribe la historia con letras mayúsculas. El cuadro de José Castro, Unai Emery y Monchi, en el orden que prefieran, el equipo de todos los sevillistas en definitiva, disputará su tercera final de la Liga Europa consecutiva, algo que sólo está al alcance de los más grandes conjuntos del continente por la cantidad de eliminatorias que hay que superar para llegar hasta ese momento cumbre. Lo hará por algo tan sencillo como que se comportó como un verdadero equipazo para imponerse a un Shakhtar que volvió a demostrar en el Sánchez-Pizjuán que tiene futbolistas de excelente calidad, pero que debieron inclinarse para rendir pleitesía ante el rey.

Porque el Sevilla es el rey de esta Liga Europa, una competición tremendamente potente que premia al final a los mejores, en este caso al cuadro radicado en Nervión y al Liverpool, nada más y nada menos que los diablos rojos de Anfield, uno de los que lo siguen en el palmarés. Ahí, en Basilea, dentro de un par de semanas, deberán dirimir ambos un pulso estelar para establecer quién se queda con el trono. Pero eso pertenece al futuro y el presente, la rigurosa actualidad para un periódico, pasa por diseccionar lo que acaeció ayer en el césped del Sánchez-Pizjuán.

La primera reflexión que se viene a la mente es establecer con rotundidad que el Sevilla sabe portar con elegancia ese traje de campeón que se confeccionara hace diez años y que lo hace con sumo orgullo aunque hayan pasado ya tantos futbolistas que uno de sus integrantes entonces, Julien Escudé, ayer estaba en la grada como comentarista de la poseedora de los derechos televisivos. Todo cambia para que no varíe nada, pues el hambre de este equipo por alcanzar la gloria llega a ser voraz, lo que le permite escalar todas las montañas que se le pongan por delante.

El Shakhtar era casi un ochomil por mucho que se empeñaran en ningunearlo desde diferentes atalayas, pero este Sevilla está capacitado para superar obstáculos de esa magnitud. Lo hizo desde un cambio ostensible en el juego respecto a lo que propusiera justo siete días antes en Lviv. Lejos de esperar a ver qué pasaba, Emery estableció que el plan para detener a Marlos y compañía pasaba por presionarlo desde que le cedía el balón a Pyatov para comenzar a construir desde muy atrás. Los sevillistas, con Coke, en lugar de Konoplyanka, y con Tremoulinas como novedades en los costados le transmitieron muy pronto al cuadro ucraniano que no lo iba a tener nada fácil para tocar y tocar, como les gustan.

Fue un arranque brioso, en pos de robar antes de que la pelota sobrepasara el centro del campo y el plan no pudo tener mejor resultado. El Shakhtar, que se sintió ahogado, devolvió una pelota hacia atrás, Malyshev no supo controlarla y allí se metió Gameiro en medio para robarla y salir como una bala hacia Pyatov. Velocidad, trabajo y disparo, las tres virtudes de un delantero celestial, se aunaron para que el francés anotara el primero a los nueve minutos.

Se volvía a repetir el guion de lo acaecido en la frontera entre Ucrania y Polonia, donde también golpeó muy pronto el Sevilla. Sin embargo, esta vez Emery tenía ya una referencia para preparar el duelo a conciencia y los sevillistas siguieron presionando la salida del balón de los naranjas y negros. La primera línea salía por delante con Gameiro, Vitolo, Banega y Coke, mientras que Krychowiak y N'Zonzi, sobre todo el polaco, se encargaban de barrer por detrás en la sapiencia de que la línea defensiva también estaba muy cerca de ellos para cerrar aún más los espacios.

El Sevilla se sintió seguro y dominó la situación, tanto que no hubiera sido extraño que el dos a cero hubiera subido al marcador en esa fase inicial. Pero las ocasiones nítidas de gol escasearon por la sencilla razón de que hubo demasiada precipitación. Parecía que era una invitación continua al sprint, a desbordar por lo fácil que lo veían, pero a esa velocidad supersónica es muy más complicado ser precisos y el cuadro local consumía demasiadas energías en ese fútbol cercano a una carrera de 100 metros.

Las pérdidas eran continuas con el uy en las gargantas de todos los aficionados que ayer empujaban a los suyos. Era un error de medida y precisamente en los últimos compases del primer acto eso condujo a un error que pudo ser letal. Un acoso desmedido provocó una contra ucraniana de cuatro contra cuatro. Ahí se engrandeció la figura de Marlos para un pase a Eduardo. El partido se iba al intermedio con un empate que dejaba con cara de no entender nada a los anfitriones.

Claro que éstos tienen un entrenador que ve los detalles y no tardó Emery en corregir eso de vivir en un sprint continuo. Primera jugada del segundo periodo, otra invitación al abordaje, pero Coke, con las órdenes fresquitas, se para, busca a Banega y éste distribuye hacia Krychowiak. Gran pase del polaco para que Gameiro volviera a demostrar su excelente definición. El Sevilla se ponía otra vez por delante y ya tenía un método mucho más eficaz.

Tanto que el control ya fue absoluto por parte de los nervionenses y ni un cuarto de hora después Mariano imitaba al malogrado Puerta para marcar un golazo con una comba muy parecida a aquella que tumbara al Schalke 04 hace 10 años. Desde ahí ya todo fue blanco en el césped.

Tal vez la emotividad no debería ser la misma, pero es que sí lo es, por mucho que resulte difícil de entender. El Sevilla sigue teniendo las mismas ganas de títulos que entonces y por eso ayer festejó a lo grande con los suyos que estará en la quinta final de Liga Europa, tercera consecutiva, algo que sólo está al alcance de los más grandes. El Sevilla lo es, un grande de Europa, un equipo que porta a las mil maravillas el traje de campeón.

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