Betis-murcia

Sólo le queda el nombre (1-1)

  • El Betis de Lopera y Momparlet devora a Víctor Fernández en medio de la deserción de una afición hastiada de su equipo. Pensar en el ascenso del que no gana ni al Murcia y lo ve ya a seis puntos se antoja casi utópico

Se ha visto reducido casi a cenizas. Apenas a tres palabras: Real Betis Balompié. Sólo le queda su nombre. Y, por desgracia, un apellido impuesto que para él es el yugo de la desgracia y de su vergüenza: Sociedad Anónima Deportiva. Porque por ese resquicio se coló en sus entrañas el personaje más siniestro de su historia. El que lo ha conducido a éstas en las que se ve hoy. Casi desahuciado, impotente y, sobre todo, solo. ¡Qué triste que un caballero con más de cien años camine solo por una categoría pestosa sin nada ni nadie en quien asirse!

Éste es el Betis de Lopera. Y, si nos atenemos al presente más rabioso, el de Momparlet, ese cómplice al que da fatiga ver sentado en el palco junto a otros adláteres que por acompañar al amo están dejando de lado al que, dicen, es el club de sus amores. ¡Qué desvergüenza más grande!

Claro que la afición bética los tiene calados desde hace mucho tiempo y, muy a su pesar, también ha dejado solo al equipo. Acaso la mitad de los socios se dio ayer cita en Heliópolis. El equipo se jugaba su futuro inmediato, pero a su gente ya le da igual. Entiende que el único futuro es que Lopera desaparezca de sus vidas. Y, a la hora de la verdad, quince mil en las gradas y menos de la mitad ya en los estertores del partido. Desolador.

En la familia bética ganan las parientas, que arrastran a padres e hijos a la casita del campo o de la playa. Cada día son más los que se evitan el sufrimiento. El bético ha demostrado que tiene mucha correa, pero al cabo es como los demás: si no se le da lo que quiere, cae en el hastío. Se aburre, se acuerda de la madre de alguien y le dice al equipo que ahí se queda, que ya volverá algún día...

Como hace cuatro años y medio, la grada, lo que queda de grada en ese aborto de estadio en el que una mitad huele a orín y zotal, le recordó al que manda, a ese malhadado dueño que azota al Betis, que salte al campo y meta un gol. ¿Es que la dignidad ha dejado de ser un valor y una excelencia en el ser humano?

Pues el Betis, este Betis de este Lopera que deja a Momparlet gastarse casi 20 millones de euros en Odonkor, Pavone y Nelson -por citar sólo los desaciertos más gravosos de quien consta en su tarjeta de visita como director deportivo-, se ve abocado a la ruina más ominosa y vitanda de su existencia contemporánea de no mediar un milagro: un segundo año en Segunda. ¡Casi nada!

Porque la sangre que derrama la entidad ha bañado definitivamente el césped. Víctor Fernández ha pasado a ser un entrenador más fagocitado por ese Saturno que viste de verdiblanco. Y es que se antoja imposible pretender que un hombre con sólo dos piernas y dos manos pueda frenar esa hemorragia irremisible que brota, además, en sentido críticamente descendente, como una cascada rojo cereza.

El efecto del cambio de técnico se diluyó hace dos meses. Y, desde aquel día saldado con victoria en Irún, el aliento del equipo ha ido en alarmante caída. Tanto que hasta un Murcia agónico al que un mal entrenador acobarda tras lograr empatar es capaz de regresar a su huerta con ese puntito agarrado y dejarlo a seis del objetivo y a un paso de ponerse las chanclas antes de tiempo y a acompañar a todos esos que algún día fueron fieles al Betis y hoy lo son a los chiringuitos de Matalascañas.

Víctor Fernández ya no puede con esta caterva de futbolistas desangelados y amigos del adocenamiento. No es su culpa, claro que no. Pero el ambiente putrefacto de la casa se ha cobrado una nueva víctima. Acabará o no la temporada, que eso es una entelequia por depender de quien depende, pero el maño ya no sabe qué hacer para acertar. Ayer, incluso, se dejó un cambio por hacer cuando Pavone tenía los gemelos en la barriga y Jonathan Pereira no sabía ni dónde se encontraba.

De salida, el entrenador apeló a un once con tintes mandones. Y, sin excesivo esfuerzo, incluso logró el control del balón y adelantarse en el marcador. Pero el Betis nunca manda en los partidos, no sabe controlarlos y se sitúa al albur de cualquier circunstancia. Sólo con Iriney encuentra cierto equilibrio, algo de orden cuando el rival tiene la pelota.

El temprano 1-0, logrado en una brillante jugada colectiva gracias a un arreón de Mehmet Aurelio, no sirvió para serenar al equipo. Los cambios de Víctor Fernández, obrados ya pasada la hora de juego y con las tablas en el marcador, menos aún. Decididamente, el Betis no sabe jugar al fútbol. Ése es su gran hándicap, una carencia o incultura táctica que data de hace un lustro. La impericia de esa nefasta collera de Manolos (Lopera-Momparlet) y los continuos cambios de entrenador han desembocado en este Betis fatuo y deslavazado que a la vez que técnicos consume futbolistas y aficionados.

¿Alguien notó en la actitud del equipo la trascendencia de este partido frente al Murcia? Porque pese a los despistes de siempre atrás, pese a jugar con las líneas tan separadas -¡qué de metros entre un futbolista verdiblanco y el de delante o el de al lado!-, pese a ese desapego por lo que representa el escudo... A pesar de todos los pesares, José González le abrió al Betis la puerta del triunfo, la senda de seguir alimentando lo que hoy es un sueño. Pero cuando el gaditano acobardó a su equipo, en el Betis surgió la impotencia. Ésa que, matemáticas al margen, tiene toda la pinta de dejarlo en Segunda.

 Ficha técnica:

1 - Real Betis: Goitia; Fernando Vega, Carlos García, Melli (Capi, m.66), Nacho; Juanma (Caffa, m.66), Mehmet Aurelio, Arzu, Jonathan Pereira; Emaná y Pavone.

1 - Real Murcia: Alberto; De Coz, Iñaki Bea, Sergio Fernández, Sergio Escudero; Álvaro Mejía, Pereyra, Miguel Albiol, Pedro (Capdevila, m.46); Natalio (Kike García, m.75) y Chando (Mario Rosas, m.65).

Goles: 1-0, M.19: Juanma. 1-1, M.61: Capdevila.

Árbitro: David Miranda Torres (Comité Catalán). Amonestó al local Carlos García (m.68) y al visitante Alberto (m.91).

Incidencias: Partido disputado en el estadio Manuel Ruiz de Lopera ante unos dieciocho mil espectadores. Terreno de juego en buenas condiciones.

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