En el adiós a Amancio, un grande de los de verdad

Desde mi córner

El gran jugador gallego pudo muy bien haber sido galardonado con el Balón de Oro

ERA el buque insignia de aquel Real Madrid de los ye-yé que lograría la sexta Copa de Europa y en la triste hora de su adiós hay que recordarlo como uno de esos futbolistas españoles que se quedaron a las puertas del Balón de Oro de manera absolutamente incomprensible. Amancio Amaro Varela, el Brujo según denominación que quizá naciese de la mente calenturienta de su paisano Belarmo, fue el que acaparó el estrellato en los 60 y 70.

Ha fallecido octogenario y como presidente de honor del Madrid, puesto que ocuparon anteriormente Di Stéfano y Gento. En aquel Real Madrid multicampeón de Liga bajo la batuta de Miguel Muñoz, Amancio era el estilete goleador que había cogido el testigo de Puskas y la prueba es que fue Pichichi en dos cursos consecutivos. Quizás fuese el mejor en el uno contra uno que se recuerda y, desde luego, el más destacado de su época en dicha especialidad.

Fue el que ocupó el puesto que había dejado Luis Suárez como icono nacional en general y gallego en particular. Como todo ha pasado alguna vez, en aquel tiempo también ocurrían sospechas de favoritismo, de ahí que Amancio se quedase fuera del Mundial de Chile cuando las negociaciones para ir al Madrid estaban empantanadas. Su ausencia del evento hizo que el negocio se abaratase y fuese posible su marcha al Bernabéu en pleno fracaso de España en Viña del Mar.

Catorce años en el Real Madrid, le cupo el honor de contribuir decisivamente a la conquista de la Copa de Europa de 1966 con gol suyo al Partizán. Tras su retirada en el verano de 1976 se hizo entrenador y le cupo la gloria de modelar el Castilla de la Quinta del Buitre para acabar entrenando al primer equipo. Pero sus logros como futbolista hacen que figure en lo más alto de cuantos hicieron del fútbol lo más importante de las cosas menos importantes (Arrigo Sacchi dixit).

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