El azote de los juicios apresurados

sevilla | atlético · MARCAJE AL HOMBRE

Babá deja mudos a los que se dejaban llevar por la hilaridad ante su espantosa primera parte con un golazo que vale un punto · Su celebración, una vía de escape

Babá suelta la presión acumulada señalando el cielo tras marcar el 1-1. Navas espara abrazarlo.
Babá suelta la presión acumulada señalando el cielo tras marcar el 1-1. Navas espara abrazarlo.
Jesús Alba / Sevilla

04 de marzo 2012 - 05:02

El fútbol tiene una implacable tiranía: deja en mal lugar a los presuntuosos. Incluso Babá puede vengarse de ellos. Porque a eso, a venganza, sonó en el Sánchez-Pizjuán la celebración del senegalés tras su estreno goleador como futbolista del Sevilla en una noche que llevaba camino de que ésta fuera una crónica de la chanza que se respiraba en la grada. A eso y un suspiro de alivio que debieron dar algunos más que ya veían dedos acusadores muy cerca de sus narices. Pero el fútbol es así. Caprichoso y maquiavélico y azote de los juicios apresurados, que lo mismo decían haber visto unos movimientos muy interesantes en los escasísimos minutos que Babá jugó ante Osasuna, que daban rienda suelta a la hilaridad en la mayoría de las acciones que el delantero procedente del Marítimo ejecutaba en la primera parte ante el Atlético.

Ni es una cosa ni, posiblemente, será otra. Pero el fútbol es así en todo. El Sevilla ni era tan malo con Marcelino ni es tan bueno ahora con Míchel. Todo a su tiempo. Ésa es la medida que debe marcar las pautas, aunque no hay que dejar de reconocer que la titularidad del último fichaje del Sevilla en el mes de enero fue un pelín apresurada. Pero fue una apuesta de Míchel y como tal debe ser respetada. Hasta el rabo, todo lo que pasa es toro y la prueba la tuvo el propio entrenador madrileño en la noche ante el Atlético cuando ya trajinaba con Manu para el cambio. Fue entonces cuando llegó ese chispazo de Babá, ese derechazo inapelable, sin pararla si quiera. Gol. Golazo.

Fue un gol raro. Y no sólo porque pilló a Víctor Sánchez del Amo hablándole al jiennense de lo que debía hacer en el campo, sino porque llegó en una jugada de estrategia en ataque que a punto estuvo de arruinar Reyes. Provocó una contra y a su vez Spahic, con su providencial robo, una subcontra que trataron como los ángeles Kanoute, Jesús Navas y, al final, Babá, que pasó de diablo a angelito negro, como los que cantaba Machín.

Todo estaba ya patas arriba. Si el primer tiempo de Babá había puesto en evidencia a los avispados que le vieron movimientos fantásticos y buenas maneras ante Osasuna, el balón en las redes de Courtois castigaba sin remisión no pocos comentarios en Twitter que, sí es verdad que algunos cargados de razón, no ponían en muy buen lugar al delantero. Y cuando se cita a las redes sociales puede servir como ejemplo para diferenciar lo que queda escrito, aunque sea en la nube, a las palabras que se lleva el aire. Porque muchas cargadas de guasa se llevó el poco viento que sopló en Nervión en la noche del empate ante el Atlético.

Porque es verdad que luego Babá será lo que él quiera, o lo que pueda, pero no estaba dejando buenas sensaciones en su debut en casa. Con un déficit visible en lo físico (fruto de venir de una liga menor), con descoordinaciones en los movimientos del equipo, fallos en controles, remates estrambóticos y no llegar casi nunca al espacio, Babá ya se había dado cuenta de que su figura empezaba a provocar ese extraño halo malicioso y guasón que a veces se apodera del Pizjuán y que tuvieron que sufrir otros delanteros tiempo ha. Desde Carlos Amaro Nadal hasta Bakero pasando por Ivica Mornar. A Babá debieron haberle comentado algo porque su celebración (curioso, pero del gol número 666 de la presente Liga) fue un escape de tensión, alegría y gozo por el empate.

Aquí, en esta ciudad y particularmente en esta afición, gusta tanto un fichaje que el personal ve calentar al último en llegar y es capaz de afirmar que acabará vendido al Madrid ante la imposibilidad de retenerlo. Pero también tiene esa facilidad para reírse de lo que no debe. Luego pasa lo que pasa.

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