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Algo más que un calibrador

  • Test La visita al por siempre esperado Atlético supone para el Sevilla de Marcelino la segunda prueba de altura en ocho días Dudas Con Negredo en la lista pero con difícil presencia en el once, el asturiano se piensa muy mucho alinear a Rakitic

Un Atlético de Madrid-Sevilla no es un partido cualquiera. Forma parte de la historia del fútbol en este país y el de hoy le va a servir a Marcelino y a su gente para tener un motivo más para pensar en que el proyecto puede llegar a lo que sus protagonistas quieran. Para eso o para pararse a reflexionar y ver que esto es largo y que no fue casualidad el más que aceptable arranque firmado por mucho que se haya puesto en duda en algún momento la naturaleza del juego exhibido y, de alguna forma, ordenado por el asturiano.

Si comparece el Sevilla en el Calderón invicto y con su portería intacta en tres jornadas consecutivas es porque está más cerca de mostrarse con ese estilo que busca, con esa identidad que a veces al aficionado le cuesta reconocer cuando a ve a su equipo desplegar sus maneras en un campo de fútbol. Un ejemplo: el partido de Pamplona. Marcelino, con una autoconfianza insultante, esta inquietud la recoge con esa sonrisa franca y de seguridad que le da, en parte, la infinita ilusión con la que ha llegado y en parte saber lo mucho que le respalda el potencial humano que tiene a su cargo y la seriedad de la gente que tiene por detrás.

Otro palmetazo en la espalda de Marcelino ha sido, sin duda, el triunfo sumado hace ocho días ante el Valencia, sobre todo, por dos cosas: por tratarse del rival que era y por cómo se puso la empresa de negra, bien es verdad que por alguna negligencia propia, como el despiste de Trochowski, las ocasiones falladas antes... Por eso a este cuerpo técnico -que a Marcelino nunca le gusta dejar atrás a Rubén Uría y a Ismael Fernández- le vendría como el aceite a las espinacas dar un campanazo ante el Atlético y el delantero de moda, ese Radamel Falcao que remata todo lo que le llega casi siempre con acierto.

Está claro que, para que parta la tarta, no le van a dar al Sevilla el cuchillo en la mano y por el lado del mango. Está la posibilidad de ver marcharse a los internacionales con la fuerza de verse más arriba de la tabla todavía e infinitamente reforzado a la espera de que la competición retome el pulso dentro de dos semanas, pero sería a costa de sudor y sangre porque el Atlético es un equipo con el corte muy afilado y éste es históricamente un escenario caliente en contra de los sevillistas. A qué negar que hay una rivalidad entre estos dos clubes que viene de los años 40 y 50 del siglo pasado. Desde entonces, o antes, las heridas han estado siempre ahí producto de enfrentamientos en los que ha pasado de todo. Desde aquella Liga que el Sevilla perdió en el 51 con el polémico gol anulado por Azón, hasta choques imborrables en la retina de los aficionados más viejos, los no tanto y también de los jóvenes. Empates épicos como el 3-3 del 79 con dobletes de Scotta y Luiz Pereira; triunfos sonados a la ribera del Manzanares, como aquel 0-3 con Andrades expulsado y dos goles de Zamorano; o cierto 2-4 con Luis Aragonés después de ir 2-1 poco antes de una roja a Martagón que en veinte minutos solucionaron Suker, Tevenet y Bango. Partidos cargados de polémica y tensión, como el 0-1 con gol de Puerta y suspendido por Ayza Gámez debido a los incidentes de público y a aquella botella de whisky sobre el área de Palop o el choque sin televisión de ningún tipo que pitó González Vázquez, un 2-1 que a falta de seis minutos del final era un 0-1 imposible de aguantar con dos centrales, Javi Navarro y Escudé, injustamente expulsados. Son episodios de una rivalidad que ya viene impregnada en la piel de estos duelos y que para el sevillismo cuenta como a favor por el más trascendente de la contemporaneidad, la final de Copa de 2010 que ganó el Sevilla en Barcelona.

Pero, bueno, todo esto a Marcelino, centrado en lo que tiene que estar, le sonará a chino. Pensando en sus cosas fue casi todo el trayecto hasta Madrid en el AVE 02171 que llegó a Puerta de Atocha a las ocho y cuarto de la noche. Más tiempo para darle vueltas al once y todo lo que su mente dibuja del partido en el hotel Meliá Castilla. En sus pensamientos, claro está, caben la duda de Negredo -incluido en la expedición pero casi portado entre algodones- y la de si alinear o no de salida a Rakitic pese a que su estado no es el mejor, como demostró ante el Valencia. El asturiano lo sabe y ha dicho que confía en Campaña, pero también maneja sus datos futbolísticos, y los de este equipo de Manzano dicen que tiene un gran peligro de tres cuartos de campo hacia delante, pero que flojea una barbaridad de los cuartos traseros. Eso, junto con el cansancio de un partido europeo el jueves con viaje incluido, puede dar una idea: ¿Y si se le ataca de verdad?

Todo puede depender mucho de lo que ocurra con Negredo, porque otra opción que Marcelino no descarta es utilizar a Rakitic en punta junto a Kanoute y reforzar el medio con Fazio.

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