De cuyo nombre no quiero...

Albacete - Betis · el otro partido

Albacete vuelve a ser plaza maldita para el Betis, que ahora afronta un tramo duro con demasiadas dudas. La versión 2.0 de Mel es irreconocible.

Los once jugadores béticos que saltan a la hierba del Carlos Belmonte saludan al millar y medio de béticos que animaron sin cesar, como siempre.
Los once jugadores béticos que saltan a la hierba del Carlos Belmonte saludan al millar y medio de béticos que animaron sin cesar, como siempre.
Juan Antonio Solís

16 de febrero 2015 - 05:02

Malo, muy malo, si a la hora de recapitular lo mejor de un partido desde la óptica de un equipo el foco se gira de la hierba a la grada. Y es lo que le volvió a pasar este domingo al Betis. Lo mejor fueron los 1.500 béticos que se dejaron el aliento, y un puñado de euros, por su Betis en un desabrido páramo manchego. Destacar a la afición bética es alarmante. Porque ella siempre cumple. Si el elogio recae en la infantería, es que el mariscal de campo no ha movido las piezas como el duque de Wellington en Waterloo. Mel no lo ve claro. Su semblante no rezuma la decisión y determinación de su primera etapa con el Betis en Segunda. Entonces era un entrenador muy activo en la banda, de carácter expansivo, que contagiaba a la tropa. Y que si los suyos no avanzaban posiciones en el campo de batalla, se sacaba de la manga un giro táctico que abría zanjas hasta la victoria.

No. La versión 2.0 del Betis de Mel no suena afinada por ahora. Es un quiero -los primeros 10 minutos en el Carlos Belmonte insinuaron que volvía el Betis autoritario, agresivo y afilado- y no puedo, con ochentaitantos minutos posteriores resumidos en las atropelladas subidas de Molinero.

¿Que debió subir al marcador el gol legal de Jorge Molina, cuando el Albacete destapó un agujero al irse el central Pulido del campo? Claro que sí. Pero lamerse las heridas es un vicio siempre pernicioso en un equipo.

Hace cuatro temporadas, el Betis 1.0 de Mel compareció en Albacete luciendo de líder. Había ganado las primeras cuatro jornadas. Doce de doce. Pero le dio el siroco bajo el viento de La Mancha y sufrió su primera caída. Fue un accidente sin importancia, pues los verdiblancos recompusieron la figura, crecieron y crecieron hasta convertirse en el más sólido aspirante al ascenso, que luego consiguieron.

El único bache, más bien socavón, de aquel buen Betis sobrevino con la racha de cinco derrotas, desde la jornada 21ª hasta la 25ª, ante Villarreal B (1-0), Granada (3-0), Recreativo (0-1), Elche (1-4) y Valladolid (1-0). Tuvo que ser ante el Albacete, precisamente el Albacete, con quien cortó la sangría. Goles de Roversio y Jorge Molina a Keylor Navas (2-0).

Aquella competitiva escuadra que ahormó Mel jugaba muy de verdad, con Belenguer y Dorado sin complicarse atrás, Miguel Lopes empujando por la derecha cuando no estaba lesionado y Nacho abriendo la banda siniestra. Con Iriney barriendo e invitando a morder arriba y Beñat trasladando la pelota, en corto o en largo, hacia donde pedía el ataque. Con Salva Sevilla de falso extremo para enlazar con el dúo dinámico, Rubén Castro y Molina. Y con un mediapunta heterodoxo pero que intimidaba y hacía goles, Emana.

Hoy, Portillo y Kadir están lejos de enlazar e intimidar. Tampoco hay un medio que toque zafarrancho para que el grupo adelante líneas. Ni centrales con jerarquía. La versión 2.0 de Mel no cuaja aún. No se sabe qué fue primero, si la actitud meditabunda y contraída del entrenador madrileño en su área técnica -muy lejana a su estampa expansiva de la Liga 2010-11- o el fútbol romo, hueco, inocuo de su Betis. Tres empates seguidos equivalen a una victoria y dos derrotas. Y cuando los equipos de Mel se traban, no se meten en baches. Lo hacen en socavones.

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