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El ejemplo de Gameiro, el héroe maltrecho

  • El francés, autor del penalti decisivo, apenas podía golpear la pelota por el dolor de su rodilla.

Muchos son los paradigmas de la casta y el coraje que han hecho campeón al Sevilla. La épica de las remontadas, las prórrogas, los penaltis y el sufrimiento del gol de M'Bia en el minuto 94 escenifican perfectamente el tremendo esfuerzo de este grupo que, ante la adversidad, se creció creyendo en sí mismo. Uno de ellos fue el pundonor de Vitolo jugando recién salido de una lesión muscular, hasta que el cuerpo le aguantó. Y otro fue el del hombre que marcó el penalti decisivo.

Gameiro apenas había entrenado en los cinco días previos a la final. El viernes antes del partido ante el Getafe se produjo un esguince de rodilla entrenándose, en un mal giro, y entró en la convocatoria de milagro. El dolor le impedía golpear la pelota con fuerza y su papel en la final iba a ser de suplente de lujo y de emergencia... Y marcó el penalti decisivo, el que hizo tricampeón de la UEFA al Sevilla.

En la madrugada turinesa, en las entrañas subterráneas del Juventus Stadium, Gameiro confesó que la rodilla le dolía tanto que ni siquiera pudo ensayar los penaltis en los días previos a la final. Su estado físico era muy precario, pero lo suplió con corazón. El francés se ha contagiado del espíritu de equipo aguerrido, del todos a una, de ese concepto familiar y numantino que impera en este Sevilla.

Emery le enseñó el resquicio por el que podía entrar en la gloria y el ex futbolista del Lorient, donde enamoró a Monchi, y el PSG, donde se torció su fulgurante carrera, se coló por ella ratonero y veloz. El entrenador sevillista, viendo el pésimo rendimiento de Marin, hizo el último cambio del partido, el del SOS, en la prórroga, en el minuto 104. El cartel mostró el dorsal 7. Todos aplaudieron el cambio. Marin no estaba lesionado y apenas había jugado 26 minutos, pues había sustituido a Reyes en el minuto 78. Pero Emery se cansó de su acomodado absentismo en un partido roto por la tensión y la extenuación y le indicó a Gameiro el camino de la historia.

El francés, un especialista en los metros finales, en el sprint, apenas jugó 18 minutos y tuvo escasa participación en la prórroga. Sólo un disparo cruzado con el que empezó a calentar su rodilla. Llegó el minuto 122 y la ruleta de los penaltis y Gameiro siguió ejercitándose, tocando la pelota con un ayudante de Emery sobre el césped para seguir calentando los tendones. Después de anotar el suyo en el Villamarín, en Turín le tocó el penalti decisivo y, pese al dolor, golpeó con el alma, con esa garra que le ha contagiado el club al que llegó para rehabilitarse.

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