Valencia - Sevilla · la crónica

La faz del perdedor (2-0)

  • El Sevilla cae en Valencia y abrocha su peor primera vuelta en la época de Del Nido, con unos 22 puntos que, también por juego, lo impelen a mirar abajo. Míchel, incapaz de rebañar crédito.

Bochornosa e indigna la primera vuelta que cerró el Sevilla de Míchel, de Monchi y de Del Nido con su derrota en Valencia. Los 22 puntos en 19 jornadas retratan a un equipo triste, pálido, flacucho de fútbol y con una faz de perdedor que a ver hasta dónde lo lleva cuanto regresen las calores allá por primavera. 

Hace diez años y medio, cuando José María del Nido accedió a la presidencia del club, el Sevilla no lucía títulos europeos en su palmarés, pero tan digno era su despliegue sobre el campo dentro de sus limitaciones técnicas, que el rival tenía que sudar sangre, y mucha, para derrotarlo. Jugar con aquel Sevilla de Caparrós era como ir al dentista. Hoy, el contrincante tiene que hacer poco, muy poco, para que este Sevilla descapitalizado en su potencial deportivo acabe hincando las rodillas en la hierba. Porque el Valencia no fue un pujante Valencia. Se limitó a agradecer el enésimo regalo de la feble defensa roja para llevarse los tres puntos a la buchaca y dejar las posiciones europeas a nueve puntos, nada menos, de una plantilla, la sevillista, que en verano se anunció como aspirante a las plazas de Liga de Campeones. Las plazas más cercanas son las de descenso, que pueden quedarle a cinco en función de lo que hagan Deportivo y Granada. 

La faz de perdedor de este Sevilla es la faz de Diego López, un portero que a pesar de medir casi dos metros jamás abandona la línea de gol. Su reincidencia en ese error, que ya adelantó en el minuto 12 sin daño para su equipo, terminó por condenar al grupo en sendos saques de esquina. Curiosamente, Míchel se empecina en mantener al ex portero del descendido Villarreal a pesar de que nada, nada, ha demostrado el internacional para desbancar a Andrés Palop, ese portero que se despedirá del club con todas esas copas cuyo brillo parece haber cegado a Del Nido y Monchi en su lamentable gestión deportiva de los últimos años. 

En esos dos saques de esquina que aprovechó Soldado, uno de sus rivales por defender la camiseta roja de la selección española, Negredo, no anduvo despierto en el marcaje. En realidad, el vallecano -ay, qué buen suplente de Luis Fabiano y Kanoute, ¿recuerdan?- vagó dormido durante los 93 minutos que estuvo sobre la hierba. Jamás dibujó un desmarque. Nunca trabajó sin la pelota. Su desidia, más la de Reyes a su izquierda, terminó de atornillar atrás al Sevilla, con el paso de los minutos, a pesar de que la salida sevillista fue briosa. 

Míchel ubicó a Kondogbia como cierre por delante de los cuatro zagueros, con Medel unos metros más arriba y presto a apretar la salida del balón del Valencia para robar y sorprender. La posición del chileno pareció pillar de improvisto al cuadro levantino en el arranque del pleito. Descolgado hacia el flanco derecho, el chileno se asoció con Jesús Navas, más Cicinho desde atrás, para así buscarle las cosquillas a la zona blanda del Valencia, el lateral izquierdo que trata de ser Guardado. 

Así, Jesús Navas se animó a entrar por su carril hasta media docena de veces en la primera parte. Dos circunstancias dificultaron que el extremo de Los Palacios explotara esa vía de verdad: su proverbial tendencia a perder la claridad y precipitarse cuando debe soltar la pelota, y el hecho de que maniobrara sin apenas espacios, arrinconado. Las prestaciones del campeón del mundo y de Europa se multiplican si sus carreras son en espacios abiertos. Y Ernesto Valverde, de salida, se los negó. 

Porque este Valencia se guarece más atrás que en la fallida etapa con Pellegrino. Incluso al abrigo de su exigente público. Los tibios riesgos del Valencia, casi parejos a los del Sevilla, depararon un juego monocorde, trabado, deslucido. Banega y Parejo se empeñaban en jugar por dentro, Piatti y Jonas apenas aparecieron junto a la cal para abrir el sistema de contención sevillista y el equipo de Míchel se empezó a sentir cómodo sobre la hierba de Mestalla. 

El único foco de riesgo para el Sevilla partió de la inmadurez de Kondogbia, que al salir de su zona sin que Medel lo relevara, generó en un par de ocasiones un fuego en la media luna que sofocaron los centrales con su reacción. 

Así, el Sevilla cruzó el ecuador del partido sosteniendo el pulso a su gris enemigo. Todo se vino abajo de forma súbita, como tantas veces ha ocurrido en este quebradizo equipo que tan mal compite. Esta vez fue a balón parado y con la colaboración del portero. 

Con el 1-0, Míchel sorprendió al prescindir de Cicinho, ubicar a Medel en el lateral diestro, dar entrada a Perotti y meter a Reyes por dentro. El argentino empezó a cabalgar pero pronto se volvió a romper. Tan roto como su equipo, que no tiró a puerta hasta que lo hizo Stevanovic en el minuto 87. ¿Será refuerzo el bosnio? Puede que sí. Pero los sevillistas ya temen con razón que hará falta algún fichaje más para cortar la caída libre de este Sevilla de Míchel, sí, pero también de Monchi y Del Nido.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios