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El fichaje de Mel se traduce en otro éxito

  • El madrileño, apoyado en la labor anterior de Merino, le cambia la cara por completo al equipo. El final de Liga no empaña un ascenso brillante.

Con un rictus que en nada se parecía al habitual de su primera etapa. Muy serio, asumió Pepe Mel a finales de diciembre el mando de la nave bética, un año después de que fuese despedido de manera ignominiosa. Y ese semblante lo acompañó incluso el día del ascenso en Heliópolis, en el que además lo completó con un estallido en lágrimas debido a la presión a que se vio sometido durante esta singladura.

La tarea de devolver el Betis a Primera División no era fácil, aunque lo pareciese debido al buen hacer de Mel, que supo hacer suyo enseguida el espíritu que Juan Merino habían inculcado a la plantilla en su labor como técnico interino.

Pero la Liga había comenzado con tormenta para el Betis. La elección de Julio Velázquez como entrenador y de Alexis como secretario técnico no eran más que la avanzadilla para el aterrizaje de Lorenzo Serra como director deportivo. Él era el hombre fuerte de los anteriores mandatarios que lo dejaron actuar en la sombra. El de Sa Pobla nunca iba a aterrizar, pero sí algunos futbolistas que no rindieron ni en Segunda y otros, como N'Diaye, que supusieron, por su coste, un lastre para una mejor confección de la plantilla.

El técnico salmantino, que se fue del Betis sin saber qué significaba, fue un poco víctima de esta situación generada, aunque también fuera incapaz de dotar al equipo de una idea clara de juego. Y, por supuesto, los resultados no lo acompañaron.

Tras dos victorias ante Sabadell y Numancia, a la tercera se pegó el primer batacazo: 4-1 en Ponferrada y, seguidamente, 0-1 ante el Albacete, que había perdido sus tres primeros partidos. Tras enderezar luego algo el rumbo, el Betis volvió a perder fuera en Leganés y Pamplona y, ya en la jornada decimocuarta, en casa frente al Alavés, lo que provocó su destitución fulminante, coincidiendo además con cambios en el consejo de administración y con la llegada de Juan Carlos Ollero a la presidencia.

El Betis, que llegó a ir noveno, era entonces sexto, a ocho puntos del ascenso directo, que marcaban Las Palmas y Girona, y sólo siete por encima de los puestos de descenso, una tímida amenaza pero que ya rondaba por la cabeza de más de un bético. Hoy queda todo muy lejano, pero el encefalograma del equipo era plano.

Con buena mano, el club optó por Merino como técnico puente, aunque hubo un momento en que incluso se barajó el planteamiento de dejar al linense al frente hasta final de temporada. La razón no fue otra que el póquer de victorias que enlazó ante Llagostera, Mallorca, Lugo y Racing, encima sin encajar un solo gol.

Pero Ollero se la jugó. Tras sondear a varios entrenadores e incluso reunirse en Sevilla con Fernando Vázquez, apostó de verdad por Mel, una vez que la mayoría de sus detractores estaban ya fuera del club. Aunque no todos, como ha quedado demostrado, amén de la actuación de parte del público silbando ante el Sporting.

Además, el inicio, con un empate inicial en Alcorcón, fue titubeante. Y las primeras críticas llegaron antes que los elogios. En las trincheras aún había escopetas cargadas que no tardaron en disparar. Pero Mel, quien además hubo de capear con sus técnicos los problemas judiciales de Rubén Castro y las acusaciones de soborno sobre Xavi Torres, Jordi y Jorge Molina, se encerró con sus futbolistas en la ciudad deportiva a trabajar, sólo a trabajar.

Y los resultados fueron llegando hasta colocar al Betis líder. El equipo demostró una fuerte personalidad, porque a lo que pareció un triunfo aislado en Gijón (1-2) ante uno de los candidatos se le unieron luego tres más ante Girona (2-1), Valladolid (4-0) y Las Palmas (0-3) de manera casi consecutiva.

El Betis pasó, entonces sí, a ser el gran candidato. Líder por méritos propios, ni la inmediata derrota ante el Leganés (1-3), la única antes de abrochar el ascenso, lo desbancó ya de la cabeza de la tabla. El acelerón a partir de ahí facilitó en que sólo se hablara de ponerle fecha al éxito que ya se barruntaba. Mel había cumplido, además, con su promesa de un Betis protagonista en los partidos, aunque, por falta de algunos elementos clave, no pudiese serlo en todos los partidos.

Rubén Castro fue clave con sus 32 goles, al igual que Jorge Molina, que antes de la llegada de Mel sólo había hecho uno y acabó con 19. Dani Ceballos creció considerablemente y fue otro de los puntales y Adán, un seguro en la portería. Bruno fue otro de los futbolistas importantes y el líder de la defensa. El resto cumplió. Y los que menos jugaron fueron importantes en un vestuario cada día más sano. Quizá por ello el desenlace de la película resultó el de hace cuatro años, aunque el nudo fuese distinto, incluso con más obstáculos y dificultades.

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