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La foto del gran cambio

  • Kanoute y Palop, iconos del Sevilla de los títulos y leyendas vivas y en activo del club, protagonizan la imagen de la transición al sentarse juntos en el banquillo de Nervión.

La foto que acompaña a estas líneas, firmada por mi compañero Antonio Pizarro, pasará a la historia. Debe provocar en el sevillismo una sonrisa de satisfacción por los recuerdos y las lágrimas de alegría que aún están frescos en la memoria y al mismo tiempo una mueca de preocupación porque todo se acaba o parece acabarse y el futuro es una incóginita.

Es la pintura del gran cambio, del estado de transición por el que atraviesa la entidad en el plano deportivo. En ella aparecen los títulos, el Sevilla de la modernidad -o ya no tanto- esperando el ocaso. Porque si dos futbolistas han sido para la afición icono y bandera del cambio histórico que el club experimentó en sus aspiraciones son Andrés Palop y Frederic Kanoute. Elevados casi a la santidad, todo se les perdona. Han sido, sin lugar a la más mínima duda, los dos mejores futbolistas en la historia del Sevilla. Palabras mayores. Barra libre y que pidan lo que quieran.

Y la imagen, sentados además uno al lado del otro como si fueran conscientes de la trascendentalidad del momento, puede tener, como hemos dicho, muchas lecturas. Manzano, seguro que inconscientemente, fue el autor del cuadro. Es curioso, pero como el fútbol está lleno de tantas mentiras, algunas de ellas también se desmascararon en la noche en la que el Sevilla goleó al Sporting. Se le criticaba al jiennense que no repitiera ni una sola vez una alineación dos partidos seguidos -no lo había hecho ni siquiera con una defensa- y lo vino a hacer justo cuando ni siquiera han pasado tres días del último partido y uno después de haber dicho literalmente que el Sevilla había sido el equipo que "menos descanso" había tenido de España en referencia a alguna declaración de Mourinho, quien caerá mal a todo el mundo pero que todo lo que dice acaba rebotándose varios días por España entera en forma de reacciones de cualquier personaje posible. Basta una vinculación con el fútbol para que el informador de turno las saque a relucir en cualquier rueda de prensa de cualquier equipo aunque no tenga que enfrentarse al Madrid.

Refirió Manzano los cuatro encuentros en nueve días que debió afrontar su equipo, el esfuerzo que tuvo que hacer en Oporto, lo que hubo que correr en el Calderón... pero donde en cambio tardó una eternidad en refrescar a su equipo y tres días después no movió ni un varal. Cosas del fútbol. Como que estas cosas, lo de repetir alineación, se suele hacer después de una victoria. El Sevilla no ganó en el Calderón, pero lo que sí ha quedado claro es que la irrupción de tres o cuatro futbolistas le ha dado una estabilidad al proyecto que antes no tenía. Fazio, Medel, Rakitic, el regreso de Jesús Navas, el ir a más de Perotti, la consagración de Negredo, el compromiso de Luis Fabiano... Básicamente es eso, porque lo de Dabo es otra historia y Escudé y Fernando Navarro, si la han tenido, tampoco es que hayan sido esenciales, aunque el catalán es otro que está yendo a más.

Queda para el final la elección de Javi Varas, que, en definitiva, es la que hace posible la instantánea que los fotógrafos podían captar ayer sobre las diez de la noche en la penumbra del banquillo local del Ramón Sánchez-Pizjuán. Un banquillo -ahora con confortables sillones en alto y antes metido en un foso- por el que ha pasado la historia entera de este club que ya supera los 105 años de vida. Por él pasaron miles de jugadores, pero ninguno con la carga sentimental y la grandeza futbolística de estas dos leyendas. Ni a Maradona se le pudo ver así, pues a aquel volcán jamás Bilardo lo inscribió en un acta como suplente. Lo sacó del campo cuatro veces, pero cuando se sabía que su enfado no tendría más consecuencia de algún exabrupto. Estos dos no tienen una mala palabra hacia nadie. Futbolistas de grandeza.

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