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El sol empieza a brillar (3-0)

  • El Sevilla golea al Sporting en un partido marcado por la expulsión de Eguren en la jugada del penalti a Luis Fabiano · Los blancos supieron tocar el balón hasta llegar a la puerta de Cuéllar.

Plácida goleada para el Sevilla en esta penúltima jornada intersemanal del presente curso. Gregorio Manzano apostó por la continuidad a pesar de la acumulación de esfuerzos y esos 11 futbolistas que él considera como titulares se lo agradecieron con una goleada indiscutible por mucho que ésta llegara después de la expulsión de Eguren antes de la media hora de juego. Son las cosas del fútbol, de un reglamento que establece penalti y expulsión cuando existe un derribo en ocasión manifiesta de gol. El uruguayo tocó la pierna del brasileño cuando éste trataba de rematar y desde entonces todo fue muchísimo más cómodo para un Sevilla que se dirige hacia la primavera con un sol que lo alumbra cada vez más.

Porque el Sevilla, este Sevilla que mueven desde el centro del campo los recién incorporados Medel y Rakitic, cada vez aparenta estar más equilibrado. Incluso lo fue esta vez con los cuatro delanteros que Manzano coloca en el campo un domingo sí y otro también. Tal vez eso sea así debido a que muchos de estos futbolistas están dando pasos hacia delante o hacia detrás, según convenga, para que las distancias se reduzcan de manera considerable entre unos y otros.

Por ejemplo, Luis Fabiano ha abandonado definitivamente el rol de un delantero centro puro y ha retrasado su posición una decena de metros para ganar ahí los balones y convertirse, tal vez, en el principal creador en la zona de tres cuartos hacia delante. El paulista no es ya un 9 puro, quizás no lo haya sido nunca de cualquier manera, y sí el engarce perfecto con Jesús Navas, incluso con Negredo. Y por ahí le llega a los rivales el principal de los desequilibrios, pues esto los condiciona en exceso en su planteamiento. Preciado lo tuvo claro y sacrificó a Eguren en ese sentido, pero el uruguayo se vio superado hasta que se marchó a la caseta por ese derribo en el que Rubinos Pérez vio penalti y expulsión.

Bendita sea la decisión del árbitro madrileño, dirán los sevillistas, sobre todo cuando otras veces tampoco han caído las brevas hacia el lado de los nervionenses precisamente. A partir de ese instante se esfumaría por completo la presión de un Sporting que sí había apostado por refrescar a su equipo por el hecho de jugar dos partidos en apenas cuatro días.

El Sevilla había apostado por un fútbol paciente, por no cometer locuras ante un rival que trataba de ahogarlo. Medel movía el balón hacia un lado o hacia otro, la mayoría de las veces en una línea horizontal, cierto, pero también se saltaba en otras ocasiones el escalón y trataba de conectar con un Rakitic que se ofrece constantemente para desahogar a los suyos en cualquier zona. El dominio de la pelota por parte de los anfitriones era absoluto, casi tiránico, y cuando eso sucede lo normal es que el preciado objeto esférico acabe alojándose en las redes del adversario. Ora iba hacia Fazio, ora hacia Escudé, después a los costados y vuelta a empezar con Medel como acaparador principal a la hora de transportar el balón.

Manzano tenía muy claro que la paciencia en este tipo de encuentros es fundamental, que hay que arriesgar lo mínimo en la seguridad de que el 1-0 acabará llegando por una vía o por otra. Así fue en ese minuto 26 que se convertiría en el punto de inflexión de todo el partido. Luis Fabiano, que ya había tenido otra oportunidad clara en el arranque del encuentro, volvió a quedarse delante de Cuéllar, éste le detuvo el disparo en primera instancia, pero su rechazo parecía que sería rematado de nuevo por el brasileño, esta vez con todo a favor. Apareció la pierna de Eguren desde el suelo y Rubinos ya se sabe la decisión que adoptó.

Si el monólogo había sido absoluto hasta ese instante, qué se puede decir de lo que vendría después. El Sevilla optó por continuar con la misma vía de fútbol, con tocar y tocar con paciencia. Si el método había sido válido contra once, pues es evidente que mejores réditos debía otorgar con diez rivales delante. Y las ocasiones clarísimas para finiquitar aquello no tardarían en llegar. Lo debió hacer Fazio, pero su espectacular cabezazo se estrelló en el travesaño y quien sí lo llevó a cabo fue su compatriota Perotti. Enésima llegada por la banda, balón suelto en el área y empalme a la red.

Buena noticia para un Sevilla obligado a dosificar desde dentro a la vista de que su entrenador no es muy amigo de los cambios. Porque los blanquirrojos ya pudieron jugar siempre con una velocidad menos, sin necesidad de desgastarse más de la cuenta. Aguarda una cita trascendente en San Mamés y tampoco es cuestión de quitarle más combustible del preciso al depósito. Los hombres de Manzano continuaron tocando y tocando, acercándose incluso a esa mandanga que tan mal sienta por el Sánchez-Pizjuán, hasta que Rakitic apareció para dar otro pase de gol. Está claro que con el suizo y con el chileno Medel sale un sol muchísimo más esperanzador para quienes profesan la fe balompédica nervionense.

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